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Valles Calchaquíes: cinco elementos

Una selección de instantáneas inolvidables, puntos de partida para recorrer en auto esta zona de Salta y conocer los paisajes, los personajes, las costumbres y los pueblos coloniales




Estos no son imperdibles. Es una selección caprichosa de cinco elementos -a veces naturales y otras no- que cuando uno viaja por los Valles Calchaquíes ve o atraviesa o consume.
Antes de los reclamos, un completo listado de otros elementos, los que quedaron afuera. Aunque más no sea para que no queden tan afuera: los hornos de barro, los molles cargados de falsa (y fucsia) pimienta, los campos de tabaco del valle de Lerma, los tamales, las humitas y la llajwa, una salsa con tomate crudo y ají pequeño. Más: El Sapo; El Fraile; la Garganta del Diablo; el Anfiteatro (todas formaciones rojas y milenarias); las bicicletas para tres que se alquilan en la plaza de Cafayate; las ruinas de Las Pailas; el río Calchaquí, que cambia de nombre, pero es fiel al camino.
Además de la vid, por esta época se cosecha la cebolla. Ahí mismo, en el campo, hombres y mujeres agachados de la mañana a la tarde las arrancan de la tierra y las ponen en esas bolsas de red coloradas que se ven en las verdulerías. No es raro, si viaja en auto, que le toque detenerse para que pueda salir de un campo un tractor enganchado a un carro cargado de bolsas.
Los paisajes llevan los colores del hierro, el azufre, la arcilla. Y el verde de los pimientos, que dentro de un mes será rojo y dentro de otros cuantos se habrá convertido en pimentón.
También son rojos y también se quedaron afuera los ponchos salteños. En Molinos y Seclantás los artesanos se especializan en hacer ponchos de telar. En el paraje El Colte vive Tero Guzmán, el de más prensa, que tejió piezas para Juan Pablo II, Los Chalchaleros y Soledad. No es el único. También está Guiso Morales, de Seclantás. En la puerta de la casa hay un cartel que dice algo así como Señor turista, pase al fondo que estamos trabajando. Si uno cruza el patio llega al fondo, donde están un telar casero y él, que mueve los dedos con velocidad de pianista. Guiso -le llaman así porque desde los 8 es fanático del guiso, primero de su madre y ahora de su esposa- construye el paisaje. Le da consistencia. Los cinco elementos -y otros tantos que no están- son puntos de partida para conocer los personajes y las historias que le dan vida al viaje.
Por Carolina Reymúndez
Enviada especial

La vid y el vino

Salta pegó un salto. No sólo en visitantes, el año último recibió más de 70.000, e infraestructura turística, en menos de un año inauguraron cuatro hoteles exclusivos, también en vinos Premium.
Hace algunos años, diez por ejemplo, Salta era sinónimo de Torrontés rústico, barato y sin demasiado vuelo a pesar de la altura. Hace tiempo nadie se hubiera imaginado que Michel Rolland, uno de los enólogos más famosos del mundo, haría vinos en Yacochuya (a 7 km de Cafayate), con asombroso puntaje en The Wine Advocate, la revista de Robert Parker. O que Donald Hess, propietario de bodegas en Sudáfrica, Australia y Napa Valley, compraría 39.000 hectáreas en los Valles Calchaquíes. Mucho menos que el suizo afirmaría -como lo hizo hace unos días a LA NACION, mirando sus viñedos, con sombrero de cowboy- que dentro de diez años se encontrarán en los Valles Calchaquíes los tintos más poderosos de América del Sur.
Pero así es. Salta modificó su imagen y hoy se habla de vinos Premium y Super Premium, y hay enólogos -salvo un francés, todos mendocinos porque en Salta todavía no existe la especialización- muy ocupados con la vendimia, y el Torrontés ya no es un blanco frutado mirado en menos. Se ha convertido en un señor elegante, sutil y con reflejos dorados.
En la zona de los valles hay alrededor de dos mil hectáreas cultivadas; se producirán este año 16 millones de litros de vino fino y de mesa. Si bien la mayoría pertenece a la cepa Torrontés -que se da especialmente bien en Salta- también hay Cabernet, Malbec, Merlot, y desde hace unos años, Tannat.
Tanto revuelo ha causado este momento del vino en Salta que hace unos meses se abrió Patios de Cafayate, un nuevo hotel The Luxury Collection, de la cadena Starwood, con un moderno wine spa, con tratamientos en base a extractos de vino, uvas y sus derivados. El hotel, de sólo 30 habitaciones, está dentro de la antigua Bodega El Esteco ( www.elesteco.com ), que hace unos meses lanzó al mercado su comentado rosado de Malbec.

Encantos de la 40

Mítica y mágica son los adjetivos que más se usan cuando se habla o escribe de la ruta 40, que viaja el país de punta a punta, cerca de la Cordillera.
En territorio salteño y vallisto, la 40 recorre unos 140 km. Va desde Tolombón hasta Cachi y sigue hasta La Poma y San Antonio de los Cobres, ya en la Puna.
El estado de este tramo de la ruta tiene altibajos, pero en líneas generales es malo. Esto que no suena nada bien para el auto es encantador para el espíritu. Por diversos motivos: 1) la inaccesibilidad la hace solitaria y misteriosa; 2) hay que ir despacio, llenarse de polvo de millones de años; 3) la atraviesan varios ríos que en verano crecen y hay que vadear. Generalmente se pasa y, si no, toca esperar un rato hasta que baje el agua o pase un tractor; 4) las paradas imprevistas. Porque sale un camión repleto de cebollas de una finca o pasa una viejita arrugada y arropada con camisa de flores, falda a cuadros y zapatos con medias que arría un rebaño de ovejas con una rama más corta que una regla de colegio.
Ciertos tramos de la ruta son extremos. Ni siquiera pasa un ómnibus de línea. Ejemplo: entre Angastaco y Molinos. Por supuesto, no hay estación de servicio. Lo más cercano es una gomería de adobe con un cartel rojo y amarillo que dice 24 horas. Queda en Payogastilla y está abandonada, claro.
Los que prefieren el asfalto no deberían quejarse. Tarde o temprano terminará pavimentada y los autos pasarán como rayo por las quebradas.

El acullico de coca

La hoja de coca no se masca. Digo, como un chicle. En todo caso se chupa, se le saca el jugo. Después de un rato se renueva igual que la yerba del mate. Y listo, el próximo paso es tirar el bollo y hacer otro. Porque los que coquean se despiertan, pero el acullico se cansa.
Esto es lo que piensa Ernesto T., chofer, habitante de Cachi y gran consumidor de hojas de coca, como la mayoría de los que viven a más de dos mil metros de altura.
-Yo coqueo desde los 12 años. Me quita el hambre y la sed cuando estoy de viaje. No veo la hora de que salga ese acuerdo entre Kirchner y Evo Morales para que se comercialice libremente la hoja de coca.
Es divertido verlo mientras habla con la mejilla embarazada, a punto de reventar.
Si bien el consumo de hoja de coca no está prohibido, su comercio no está legislado. Eso genera, además de contrabando, precios más altos.
En las zonas altas del Norte es una costumbre cotidiana y ancestral. Coquean los jueces, los hombres de montaña, los vendedores y los oficinistas. No todos, pero sí muchos.
En la época de los incas, la hoja de coca era parte esencial en los rituales. Las momias de Los niños del Llullaillaco, encontrados hace unos años en ese volcán salteño, tenían hojas de coca (algunas de 500 años de antigüedad) entre su ajuar funerario. Hasta hoy, nunca falta en las ofrendas a la Pachamama.
Hay varios tipos de hojas: tostada, tilada, cernida. La seleccionada es especial, pero para Ernesto está demasiado manoseada. El prefiere la cernida, que le llega directo de Bolivia.
El acercamiento del turista a la hoja de coca no suele ser ritual. Más bien es desesperado. La consumen (en acullico o té) cuando los sorprende el soroche, famoso mal de altura que puede hace doler la cabeza hasta el punto de querer arrancársela. Ahí, los locales aconsejan probar con la coca y, en la mayoría de los casos, funciona.

Iglesias coloniales

Son nueve. Este número representa sólo las que están en los pueblos por donde pasan las distintas rutas (RN 68, RN 40, RP 33), que dan la vuelta a los valles en la provincia de Salta.
En el 90 por ciento de los casos están frente a la plaza central. Algunas son iglesia catedral, como la de Cafayate, de importantes dimensiones.
"¿Vio la iglesia? ¡Tiene cinco naves!" Comentario fijo de taxistas y gente que se acerca al turista.
Cada una tiene su estilo, pero todas son coloniales, inspiradas en el modelo mudéjar sevillano de los siglos XIII y XIV. A diferencia de las que se ven en la Quebrada de Humahuaca, con una sola torre, la mayoría de las que están en los valles tienen dos.
Suelen ser de adobe, con techos o bancos de cardón. La que se ve en esta foto es la de Cachi, que posee una fachada distinta de todas. Es producto de una restauración de 1947. Según la estación del año cambia la hora, pero en cierto momento del día las tres campanas del frente se reflejan, perfectas, en los adoquines.

Guardianes armados

Cardón es la marca de "cosas nuestras" que creció estrepitosamente en los últimos años. Pero también es una cactácea (Trichocereus pasacana) que crece en los Valles Calchaquíes y en el Altiplano. El cardón es alto (llega a medir 10 metros); su madera liviana y porosa se usa como viga para techos y para confeccionar muebles y artesanías (cofres, bandejas, lámparas y hasta mesas de luz). Con las espinas, los pobladores hilan lana y también se hacen aros.
En todo caso, no se puede ir y sacar un cardón así no más. Primero, no tendría sentido, porque sólo en los más viejos (con más de cien años) la madera está lista para usar. Hay que calcular que esta planta sólo alcanza su madurez a los 40 o 50 años, y que vive 250. Segundo, porque es una especie protegida y sólo está permitido usar los cardones caídos.
En la famosa Recta del Tin Tin, un tramo asfaltado y recto de 16 km, se ve un cartel que anuncia que uno está en el Parque Nacional Los Cardones, que tiene 65.000 hectáreas, y según las estadísticas caseras de los guardaparques, unas 10.000 estarían llenas de cardones. Mejor caminar con cuidado...

Datos útiles

Cómo llegar

Un pasaje desde Buenos Aires hasta Salta cuesta $ 700, de ida y vuelta, con tasas e impuestos.

Alojamiento

En todos los pueblos de los Valles Calchaquíes hay opciones de alojamiento para todos los presupuestos. Desde hostels estilo mochilero, en los que se paga entre 15 y 20 pesos por una cama en un cuarto compartido, hasta hoteles con encanto de poquísimas y exclusivas habitaciones que cuestan entre US$ 200 y 300 en Colomé ( www.estanciacolome.com ) o en Patios de Cafayate, el nuevo The Luxury Collection de Cafayate ( www.starwood.com )

Bodegas para visitar

Sólo en Cafayate hay cerca de diez bodegas abiertas al público. Las visitas son gratuitas y terminan con una degustación. Abren por la mañana, a las 10, cierran entre las 13 y las 16 -la siesta todavía es sagrada- y vuelven a abrir hasta las 20.
Domingo Hermanos. Del Rosario s/N°; www.domingohermanos.com
Bodegas Etchart. RN 40 km 1047, www.vinosechart.com Nanni. Córdoba y Salta
La Banda. RN 40, entrada a Cafayate, www.vasijasecreta.com
Río Colorado. Hurtado y Güemes, www.bodegariocolorado.com.ar
Finca Las Nubes. Camino al Divisadero, a 2 km de Cafayate.
San Pedro de Yacochuya. Yacochuya, a 7 km de Cafayate, www.yacochuya.com

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por Redacción OHLALÁ!


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