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Villa Adriana conserva el esplendor de los romanos

El emperador Adriano mandó a construir esta villa en Tívoli, a 25 km de Roma; en una visita a las ruinas se descubre su arquitectura




ROMA.- En Memorias de Adriano, una de las más hermosas novelas escritas en el siglo XX, su autora, Marguerite Yourcenar, narra la historia del emperador romano nacido en la Itálica española en el año 76 y muerto en el 117.
Aguerrido militar y sensible poeta, viajero enamorado de la cultura griega y atraído por las creencias egipcias, embelleció Roma y su vasto imperio con monumentos que todavía se conservan, como el Pantheon, joya de la arquitectura antigua en el centro de Roma, y el majestuoso edificio a orillas del Tíber destinado a su propio mausoleo, conocido actualmente como el Castel Sant´Angelo.
La vida del emperador humanista, desde su niñez hasta su muerte, está relatada magistralmente en el libro de la Yourcenar a través de las cartas que Adriano escribe al joven Marco, que llegará a ser también emperador con el nombre de Marco Aurelio.
La escritora describe, asimismo, la época fascinante del imperio, y recrea el vínculo amoroso que unió a Adriano con Antinoó, el adolescente tracio que buscó la muerte en las aguas del Nilo y a quien el emperador consagró una ciudad entera en Egipto y una multitud de estatuas en Roma.

Réplicas de obras maestras

Las cartas están escritas en la villa que Adriano hizo construir en sus últimos años, rodeándose de réplicas de las obras maestras del arte griego y egipcio que había admirado durante sus extensas peregrinaciones. Dicho palacio, a 25 km de Roma, en Tibur, hoy Tívoli, es la Villa Adriana, junto a los fabulosos jardines y juegos de agua de Villa d´Este.
En el Cuaderno de Notas que se agrega a las Memorias de Adriano (cuya versión castellana fue realizada por Julio Cortázar), Marguerite Yourcenar evoca una visita a los restos de la villa que realizó en 1958, y deplora los ultrajes que el hombre le infirió, más insidiosos que los del tiempo.
Sin embargo, las ruinas de la más grande y rica de las villas imperiales romanas aún posee innegable sugestión. Más todavía si quien las visita leyó el libro mencionado e imagina al refinado emperador en sus años maduros, paseando entre las columnas, inclinándose reflexivo sobre las aguas del estanque, en el pabellón del Tempe o repasando las alternativas de su vida en las cartas que escribe al joven Marco Aurelio.
Las ruinas de Villa Adriana comprenden un grandioso complejo de 300 hectáreas que estuvieron pobladas antiguamente por galerías, anfiteatros, termas, mosaicos y otros elementos típicos de la arquitectura romana, así como la reproducción a escala menor de edificios que sorprendieron la fantasía de Adriano en sus viajes.

Como el Pórtico de Atenas

A la entrada se encuentra el Pesile, que toma el nombre y los rasgos arquitectónicos del Pórtico de Atenas, donde se hallaban pinturas de Polignoto.
Hacia el Nordeste está la Sala de los Filósofos y de allí se pasa a un teatro construido sobre un islote en medio de un estanque. Cerca del teatro se levantan los restos de las termas y el templo de Serapis, de forma circular. Las primeras excavaciones, en el siglo XVIII, descubrieron gran cantidad de obras de arte y la amplia piscina denominada Canapo.
Se alinean en uno de los costados seis cariátides (como en el Erectión de Atenas) y dos figuras de Silenos. Más allá se yerguen los restos de la Gran Exedra, construcción descubierta de planta semicircular, destinada a triclinio al aire libre, las bibliotecas, circundadas por una galería de columnas corintias, el Templete de Venus, el Teatro Griego, y un gran espacio denominado Hospitalia, con recintos para albergar a los huéspedes.
El emperador, que deseaba entrar en la muerte con los ojos abiertos, habría compuesto aquí un misterioso poema que se le atribuye y cuyo primer verso expresa: Anímula vágula blándula. "Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos paisajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante miraremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver?"

Datos útiles

Cómo llegar

Desde Roma se puede tomar el subte de la línea B hasta la estación Ponte Mammolo. Allí, un ómnibus en dirección a Via Prenestina.
La parada está a 300 metros del sitio. También se puede tomar el ómnibus en dirección a Via Tiburtina, que deja a un kilómetro de Villa Adriana.
También se pude ir en tren FS. Hay que bajar en la estación Tívoli y tomar el ómnibus CAT número 4, que para a 300 metros.

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Antonio Requeni

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por Redacción OHLALÁ!

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