

VILLA LA ANGOSTURA.- Esta pequeña ciudad, en auge desde hace no más de seis años, puede considerarse la niña bonita del Corredor de los Lagos. Es, sin duda, la más coqueta y prolija y la que más se esfuerza por mantener su perfil de aldea de montaña.
La visitan principalmente familias en busca de tranquilidad que causan un bajo impacto ambiental. Todos establecen un compromiso con el lugar: el acuerdo de cuidarla está implícito y la contaminación no existe.
El turismo todavía no es masivo. La falta de aeropuerto (se accede a través de Bariloche, a 80 kilómetros) funciona como un filtro natural. Aunque cada vez son más los que llegan. En 1986 había cerca de 200 plazas hoteleras y ahora rondan las 2000. El crecimiento es inevitable, pero se trata que la ciudad se desarrolle de la forma más ordenada posible. Las construcciones respetan rigurosamente el porcentaje de piedra y madera establecido y hacen que nada desentone. Además, se busca la expansión en forma concéntrica hacia el lago y no por franjas.
Jardín florido
La llaman el Jardín de la Patagonia y no es por casualidad. En febrero se realiza la Fiesta de los Jardines para incentivar la estética de las parcelas cultivadas.
Villa La Angostura es la puerta de entrada al bosque de Arrayanes, esos árboles de tronco canela que cautivaron a Walt Disney. Se puede acceder por tierra, en bicicleta o caminando por una senda de 12 kilómetros. Aquí los paseos lacustres por el imponente Nahuel Huapi son casi una obligación.
La pesca es otro de los atractivos. Los laureles se los lleva el río Correntoso, inmejorable para los especialistas en mosca.
Entre los paseos recomendados por la zona se puede visitar El Messidor, un castillo estilo francés construido por Bustillo; Laguna Verde, un bosque para caminar o andar en bicicleta. Para pasar el día, se puede ir a las cascadas Santa Ana y Dora, cruzando unos kilómetros la Aduana argentina.
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