El otro día volé a Bariloche a ver a mis ahijados. Tuve un gesto muy solidario en el avión. Decidí ceder la ventanilla a mi novio al que realmente le interesa mirar desde las alturas. Yo me paso el 20 % del viaje con los ojos cerrados; era muy egoísta de mi parte seguir acaparando el mejor lugar. Si en definitiva no me conmueve ver la ciudad desde arriba...me sigue pareciendo más una locura que algo fascinante.