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Volcanes y playas en las estratégicas islas Azores

Refugio de navegantes del mundo




ISLAS AZORES (El País, de Madrid).- Nueve islas verdes que huyen del trópico. Punto clave en las rutas atlánticas, el viajero descubre volcanes, playas y puertos como el de Horta, donde cada marinero deja escrito su nombre.
Faial ha sido y es un punto de referencia ineludible de todos los navegantes y en las comunicaciones transocéanicas durante siglos. La capital, Horta, muestra las huellas de su pasado cosmopolita. Allí, en la bahía de Porto Pim, anclaban los barcos balleneros para resguardarse, avituallarse y reclutar tripulantes: "No se sabe por qué -escribió Melville en Moby Dick-, pero los azorianos resultan ser los mejores balleneros".
Allí se establecieron las dependencias del cable telegráfico a finales del siglo XIX; allí aterrizó Lindberg cuando exploró la conexión aérea entre América y Europa; allí fondearon los grandes cruceros de lujo y los navegantes legendarios.
Todo cambió en 1986, cuando se construyó una marina para yates, y hoy, alrededor de 5000 veleros se refugian anualmente en ella. Todos los navegantes que recalan en Horta dejan pintado el nombre de su barco y sus tripulantes. El resultado: el muelle es un inmenso patchwork multicolor. Quien fondea en Horta, recala en el Peter, un bar en el mismo puerto y, seguramente, el sitio más bullicioso del Atlántico.
Una de las atracciones de Faial es el volcán, Caldeira, al que se asciende por una carretera flanqueada por hortensias azules, que sirven también para delimitar los campos: por algo se le llama la Isla Azul.
En el fondo del cráter se puede admirar la plurisilva original de las islas. Las Azores tienen un clima sujeto a bruscos cambios de humor. Dicen que se pueden vivir las cuatro estaciones en un día.

Lavas y viñas

A media hora de Faial se encuentra la isla Pico cuyo volcán, del mismo nombre, es un reclamo para los aficionados al montañismo. En la lava, junto al mar, crecen las viñas que han puesto en el mapa enológico su vino, verdelho.
A los viñedos, protegidos por la Unesco, debe Pico el sobrenombre de Isla Negra. Crecen en lo que parecen vestigios de una antigua civilización, rodeados de muros de basalto que tejen una red de piedra negra.
En São Roque se puede visitar una antigua factoría ballenera y en Cais do Pico hay un pequeño museo. En él se puede apreciar el valor de los azorianos contemplando los frágiles veleros desde los que capturaban cachalotes, utensilios de caza y arpones.
São Miguel es la segunda isla descubierta por los portugueses y la más extensa de las nueve que componen las Azores. Fue un naranjal que exportaba al Reino Unido, pero que cayó en crisis por las epidemias y la competencia implacable de los países mediterráneos. Los tres volcanes mayores de la isla albergan lagunas. En el Oeste está la del pueblo de Sete Cidades, cuyas dos partes -la azul y la verde- se descubren desde el borde del cráter.
Subiendo a la laguna de Fogo se puede ver las costas norte y sur, y el istmo de lava con un sarpullido de pequeños conos volcánicos que une las dos partes de la isla.
Pero la más curiosa es la de Furnas, al Oriente, con el pueblo del mismo nombre arrimado a su costado. En las orillas hay fumarolas. Los habitantes excavaron agujeros en el suelo y los utilizan como cocinas naturales. Llevan allí sus ollas y un puesto del Ayuntamieto vigila la cocción.
El hotel Terra Nostra es un buen sitio para degustar un cocido. Y después un paseo por el parque. Con la piscina termal de aguas ferruginosas y sus enormes araucarias es un pequeño jardín botánico en el que conviven ejemplares traídos de los lugares más remotos del mundo. Todo, como en el resto de las islas, primorosamente cuidado.

Datos útiles

Cómo llegar

Desde Buenos Aires no hay vuelos directos. Una posibilidad es volar por Varig hasta San Pablo, de ahí hasta Lisboa y luego a Horta. La tarifa más económica, incluidos tasas e impuestos, es de 1282 dólares.

Dónde alojarse

Hay varios hoteles en las islas. Conviene que el turista averigüe en el lugar las tarifas, porque varían mucho según los meses del año.
Igor Reyes-Ortiz

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por Redacción OHLALÁ!


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