

WASHINGTON.- El trompetista está apostado a la salida de la Union Station. Es un personaje peculiar que se desarma con cada acorde y se vuelve a armar para ponerse en pose. Parece un bohemio enfundado en unos pantalones gastados que poco espera de la vida. Pero ni bien termina de darle forma a su escaso repertorio exige un dólar por cada instantánea que se lleva el turista.Lecciones del capitalismo bien aprendidas. ¡Bienvenidos a Washington D.C.!
La música lo acompañará por el resto del viaje y tararear el himno de Estados Unidos le resultará un acto reflejo, porque en cada esquina hay un coro de alguna escuela que viene a conocer la ciudad del presidente o un tour de jubilados que se acercan hasta la capital para exigirle al Presidente nuevos espacios verdes .
Asombroso Déjà vu
Tal vez sea el Capitolio la postal más famosa de la ciudad, pero cada monumento le dará esa rara sensación de esto ya lo vi . Es que esto es la Casa Blanca, o el Lincoln Memorial, o el Palacio de Justicia, o el FBI, o la Biblioteca Thomas Jefferson, y una cantidad de etcéteras que es difícil de introducir en una agenda.
Los edificios se pueden visitar por dentro, con guías y boutiques incluidas, pero Washington es una ciudad para gastar las suelas a campo abierto. En pocos lugares se ve tanto cruce de culturas. Desde el congresista que sale a correr al activista que, parado frente al Palacio de la Corte Suprema de Justicia, exige con un cartel colgado en el pecho un stop para el aborto y no pierde la oportunidad de contarle a cualquiera las razones de su exigencia.
Atajos para el viajero
Una excelente decisión para los que andan con poco tiempo o los que siempre quieren conocer un poco más es alquilar una bicicleta. Hay caminos trazados en las calles y el tránsito es bastante ordenado. Si no hay tanto espíritu deportivo, se puede contratar un paseo guiado en un antiguo tranvía o en un barco rodante. Sí, un barco que incluso se mete dentro del Potomac River para regalar una vista diferente de la ciudad.
Para los arriesgados, Washington desde el aire, en helicóptero y con las mejores vistas de la ciudad.
Entre las atracciones para no perderse hay que agregar el Jefferson Memorial, el Centro de Artes John F. Kennedy, el Museo del Holocausto, la catedral y los museos Smithsonianos.
Al otro lado del Potomac se encuentra el cementerio de Arlington, un enorme campo que tiene su centro neurálgico en las tumbas de los Kennedy y la del soldado desconocido. El cambio de guardia, que se realiza cada media hora es una ceremonia entretenida dentro de este paseo, definidamente orientado a los estadounidenses.
Después de haber visto todo eso que en un viaje no se puede dejar de ver, no hay mejor lugar para tomarse un respiro que en Georgetown, el barrio cool de Wash , con mansiones espectaculares, bares y restaurantes para todos los gustos y un público joven que escapa de los claustros de la Universidad.
Con todo el sabor latino
La calle Columbia es propiedad de los latinos. La historia de esta comunidad en Washington comenzó luego de la Segunda Guerra Mundial, con el establecimiento de embajadas latinoamericanas y organismos internacionales, esencialmente en los barrios Adams-Morgan y Mount Pleasant. Son mayoría los puertorriqueños, mexicanos y cubanos, y eso queda demostrado en la oferta de los mercados, los diarios que se leen y, muy especialmente, en la música, con varios boliches de salsa y merengue. El Museo de Arte de las Américas y el Instituto Cultural Mexicano son dos excursiones posibles.
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