
Y Dios creó a Saint-Tropez
El puerto de la Costa Azul sigue atrayendo tanto a millonarios en yates de lujo como a turistas de más de 80 nacionalidades con otro tipo de presupuesto
9 de diciembre de 2012

Tiene cinco mil habitantes y recibe cinco millones de turistas al año, de por lo menos 80 nacionalidades. Así de intensa resulta la temporada en Saint-Tropez, pequeña villa portuaria de la Costa Azul francesa, cuyo nombre es casi sinónimo de jet set y de una buena vida de película.
Es que parte de su marketing turístico, como destino, se basó de manera más o menos espontánea justamente en películas allí filmadas luego de la Segunda Guerra Mundial. Al fin y al cabo, fue en Saint-Tropez que la descubrieron a Brigitte Bardot y donde Roger Vadim la filmó para Y Dios creó a la mujer (1956). En los años sesenta, difícilmente un balneario podría haber tenido mejor promotora para vender al resto del planeta no solo playas sino todo un estilo de vida.
El mundo y sobre todo la industria turística cambiaron mucho desde entonces. Pero, por alguna razón, Saint-Trop se las arregló para mantener su perfil, más allá del inevitable crecimiento y de los vaivenes de la moda. "El secreto es mantenernos siempre en un nivel en el que podamos manejar las cosas", dice Claude Maniscalco, director de la oficina de turismo de Saint-Tropez, de paso por Buenos Aires, más precisamente en el restaurante del Club Francés, en Recoleta.

"Por ejemplo, en los últimos cinco años, comenzamos a trabajar más con el mercado de cruceros -explica con la esperable parsimonia de quien vive y trabaja en semejante rincón del planeta-. Recibimos unos cien barcos al año, pero sólo con un máximo de 500 pasajeros. No queremos los grandes cruceros con 2000 personas. No lo soportaríamos; el puerto colapsaría. Lo que sí incentivamos es que, a diferencia de lo normal en un crucero más masivo, los barcos se queden una o dos noches, para vivir la experiencia completa."
La temporada en Saint-Tropez es larga, va de febrero a noviembre. Claro que tiene un marcado pico en julio y agosto, verano europeo. El mismo directivo casi recomienda evitar esos meses en los que no es fácil siquiera conseguir mesa en un restaurante al mediodía y la autoridad portuaria rechaza hasta seis mil solicitudes de amarra. "La primavera y el otoño son muy lindos también y uno evita la locura de temporada alta", asegura Maniscalco, que en realidad nació en Niza, donde se encuentra el aeropuerto importante más cercano (una hora y media en auto) a Saint- Tropez.
Dos mundos
Basta ver sus estrechas calles para corroborar que a los ricos y quizá famosos les sigue gustando mucho esta villa junto al Mediterráneo. Pero, claro, los cinco millones de turistas que la visitan cada año no son necesariamente tan acaudalados. "Saint-Tropez es el lugar para mostrarse y para ver -teoriza Claude-. Es un juego. Los millonarios vienen a exhibir el yate, el auto, el perro, ¡el canario! Y el resto de la gente viene un poco a ver eso también. Si una de las dos partes falta, la otra se siente descepcionada."
Así es como a Saint-Tropez van quienes invierten seis cifras en sus vacaciones y también quienes, en una recorrida más amplia por la Riviera Francesa, hacen una parada, se toman un café y les sacan fotos a los yates de superlujo. "Hay pocos lugares así. En Montecarlo, por ejemplo, los ricos se quedan en sus hoteles. Aquí no, andan en bermudas por ahí, como si nada", dice el director de turismo.
En las playas cercanas se repite la misma dualidad: paradores de difícil acceso como el Club 55 se alínean con arenas públicas, sin mayor conflicto.
Las compras son otro de los atractivos locales. La oferta de marcas de lujo es directamente proporcional a las Ferrari que estacionan frente a sus vidrieras, abiertas hasta la 1 AM, como para pasar la tarjeta de crédito un par de veces más entre la cena y la disco. Pero el menú varía con cada temporada, ya que las tiendas no se alquilan por más de 18 meses.
Para los argentinos, Saint-Tropez guarda una curiosidad más. Muy cerca de allí, en Bormes-les-Mimosas, nació Hipólito Bouchard, el militar y navegante que peleó en el siglo XIX al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata. "Para el año próximo tenemos previsto un gran homenaje a Bouchard en Buenos Aires, para el que vendremos con el alcalde de Saint-Tropez", adelanta Maniscalco.
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