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Basta de femicidios: 5 acciones para prevenir la violencia machista

Los femicidios son la máxima expresión de la violencia de género: en el país ocurre uno cada 36 horas. El último sucedió este fin de semana: su pareja mató a María Alejandra Abbonadanza. Qué tenemos qué exigir al Estado y qué podemos hacer desde la sociedad civil.


Los femicidios son la máxima expresión de la violencia machista a la que debemos detener entre toda la sociedad. En el país hay un femicidio cada 36 hs.

Los femicidios son la máxima expresión de la violencia machista a la que debemos detener entre toda la sociedad. En el país hay un femicidio cada 36 hs.



Una nueva víctima de violencia machista fue asesinada en Campana este fin de semana. Se trata del femicidio de María Alejandra Abbondanza, una mujer de 38 años cuyo cuerpo fue encontrado descuartizado y parcialmente incinerado en la casa de Agustín Leonel Chiminelli, su pareja y principal acusado.

Cada nueva víctima, que se traduce en un nuevo número en el recuento de femicidios en nuestro país (uno cada 36 horas), nos impacta, nos enfurece y también nos puede motivar a la acción.

¿Qué podemos hacer como parte de la sociedad civil para frenar y prevenir la violencia machista? ¿Qué medidas preventivas y de protección debemos exigir a los 3 poderes del Estado?

Compartimos 5 propuestas emitidas por ONU Mujeres, en pos de lograr un cambio de manera segura y efectiva frente a la violencia de género.

1. Escuchar y creer en las sobrevivientes de violencia: cuando una mujer comparte su historia de violencia, está dando el primer paso para romper el ciclo de maltrato. Debemos garantizarle el espacio seguro que necesita para hablar y ser escuchada.

Conviene recordar que, al tratar casos de violencia sexual, la sobriedad, la vestimenta y la sexualidad de la víctima son irrelevantes. El que ejecutó la violencia es el único responsable de la agresión y debe asumir la responsabilidad por sí solo. 

Por eso, mejor no digamos “¿por qué no te fuiste de ahí?”. Es mejor decir “te escucho, te creo y estoy con vos”.

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2. Fomentar la cultura de la aceptación: el ejemplo que damos a la generación más joven determina la manera en que van a comprender el género, el respeto y los derechos humanos. Por eso, desde ONU proponen iniciar conversaciones sobre los roles de género a una edad temprana y, al mismo tiempo, cuestionar los rasgos y las características tradicionales asignadas a hombres y mujeres.

Asimismo, es importante señalar los estereotipos a los que niñas y niños se enfrentan constantemente, fomentar una cultura de aceptación e introducir el valor del consentimiento desde temprano y la autonomía física.

3. Conocer los indicios del maltrato y aprender cómo ayudar: hay muchas formas de maltrato y todas ellas pueden dejar secuelas físicas y emocionales graves. Si te preocupa una amiga que pueda estar sufriendo violencia o que se siente insegura junto a alguien, podés consultar con la lista de “indicios de maltrato” propuesta por la ONU y buscar seguridad y apoyo en las distintas redes que ofrecen.

En Argentina, podés comunicarte con la Línea 144, es gratuita, depende del Estado y brinda atención, asesoramiento y contención para situaciones de violencias por motivos de género las 24 horas.

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4. Hacer pública la cultura de la violación: un primer paso para evitar que se normalice la ya instalada “cultura de la violación” es nombrarla en entornos sociales que justifican la violencia sexual.

A su vez, en estos mismos entornos se suelen alimentar las desigualdades de género y las actitudes hostiles (y odiantes) sobre el género y la sexualidad.

Por eso, desde ONU Mujeres se propone que cada día examinemos nuestros comportamientos y creencias en busca de los sesgos que permiten que siga existiendo la cultura de la violación. Una manera: pensar cómo definimos a la masculinidad y la feminidad, y reconocer nuestros propios prejuicios y estereotipos.

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5. Comprender qué es el consentimiento: el consentimiento se debe dar sin presiones. No es válido si se engaña, fuerza o amenaza a alguien para que esa persona diga que sí. Nadie puede dar su consentimiento si está inconsciente o en un estado mental alterado, por ejemplo, bajo los efectos del alcohol o las drogas.

Mucha atención con frases como “se lo estaba buscando” o “los hombres así son” intentan desdibujar los límites del consentimiento sexual, culpabilizar a las víctimas y exculpar a los agresores del delito que han cometido.

Por otro lado, sólo se puede consentir si se conoce todos los hechos: por ejemplo, cuando una persona dice que va a utilizar protección durante la relación sexual, pero no lo hace, no hay sexo consensuado. Tampoco puede haber consentimiento libre y pleno si alguna de las partes implicadas es menor de edad.

Por su parte, Michelle Bachelet, directora ejecutiva de ONU Mujeres, presentó este año una agenda urgente con una serie de políticas para poner fin a la violencia contra las mujeres y que interpela a los Estados de todo el mundo.

La agenda está centrada en tres pilares de actuación: prevención, protección y provisión de servicios para las víctimas.

Femicidio: la máxima expresión de la violencia de género

No deberíamos desconectar la figura de femicidio del entramado del resto de violencias que vivimos a diario las mujeres y disidencias y que se expresa en la reproducción de las desigualdades de género.

El femicidio es la máxima expresión de la violencia machista, pero antes hubo muchísimas otras violencias y microviolencias machistas naturalizadas e incluso justificadas en distintas áreas de nuestra sociedad.

Desde que inició 2022 hasta el 31 de agosto, una mujer es asesinada por razones de género cada 36 horas, según relevó el observatorio de violencias de género Ahora que sí nos ven.

Estos hechos están lejos de ser casos aislados y dejan expuesto a la luz el entramado de violencias que se reproducen y se sostienen por desigualdades de género.

Por eso, cuando hablamos de brecha salarial (violencia económica), o cuando mencionamos la desigualdad existente en las tareas de cuidado y la sobrecarga que sufrimos las mujeres en este sentido, existe una relación directa con la violencia estructural que se perpetua en la sociedad. Con sueldos precarios o sin viviendas a donde ir es mucho más difícil poder salir del círculo de violencia.

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Qué dice el nuevo relevamiento de Spotlight Argentina

Desde la iniciativa Spotlight Argentina, perteneciente a ONU Argentina, y en conjunto con el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades, se presentó una reciente encuesta dePrevalencia de la violencia contra las mujeres", con el objetivo de poner fin a las violencias de género, con el foco en la erradicación de los femicidios.

El estudio concluyó que cerca de la mitad de las mujeres encuestadas (45%), que están o han estado en pareja, han atravesado algún tipo de violencia de género. En tanto, la violencia psicológica resulto ser la más frecuente entra las más de 12 mil mujeres entrevistadas entre 18 y 65 años y de distintas partes del país.

Desde Iniciativa Spothlight, explican que la violencia psicológica “se caracteriza por causar daño emocional y disminución de la autoestima, perjudicar y perturbar el pleno desarrollo personal, o buscar degradar o controlar las acciones, comportamientos, creencias y decisiones de la persona mediante amenazas, acoso, hostigamiento, restricción, humillación, deshonra, descrédito, manipulación y aislamiento”.

En números, un 42 por ciento de mujeres admitió haber sufrido violencia psicológica, el 23 por ciento manifestó sufrir violencia económica y patrimonial; otro 23 por ciento dijo sufrir violencia física; y el 18 por ciento restante admitió sufrir violencia sexual.

Además de exigir al Estado y a la Justicia más y mejores respuestas con perspectiva de género, la experiencia indica que la urgencia de protegernos ante la violencia instalada que hace que sea posible un femicidio cada 36 horas nos obliga a estar más despiertas y bien activas. Fortalecer las redes de cuidado entre nosotras sigue siendo vital.

Ahora es cuando se requiere de un grado mayor de sororidad para comprender sin juzgar lo que le pasa a una mujer en la otra punta del país, aunque no la conozcamos: ella sufre la misma violencia que nosotras, porque es parte del mismo sistema que nos enseñó que por ser mujeres debíamos ser obedientes, dóciles y consentir sin importar nuestro deseo, dudar de nuestra propia voz y ser silenciadas en los espacios de poder con total impunidad.

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