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Citas: salió con un chico que conoció en una app y casi pierde un diente al darle un beso

Las aventuras de Valeria siguen ATR y, en su última cita, casi pierde un diente por un chape rapidito.


pareja besándose

Tendencia en citas 2025. - Créditos: Getty



El mundo de las apps de citas puede resultar muy divertido. Pero si bien a veces podés comerte un bombonazo, otras podés comerte un garrón... para qué engañarnos, ¿no?

No, pero hablando en serio amiga, si sos como yo y te encontrás en ese momento que la única opción para conocer a alguien es surfeando las aplicaciones de citas, vas a entenderme cuando a veces lo que te imaginabas que iba a ser una cita interesante termina siendo un fiasco absoluto de la que te querés ir a los 10 minutos que llegaste.

Al menos eso es lo que me pasó con Luciano.

Con él hice match al toque que matchée miré más detenidamente sus fotos y me di cuenta que a Lucho ya lo conocía de antes. Ojo, solo de vista. Teníamos mucha gente conocida en común pero nunca habíamos interactuado. Y honestamente esto a mí me daba un poco de tranquilidad, como que no iba a salir con un completo extraño. Empezamos a hablar y me pareció un pibe muy relajado. La charla no era forzada (como pasa el 99,9% de las veces en las apps) y fluía bien. Así que, para no perder tiempo, le tiré de juntarnos a tomar algo en la semana y por suerte él accedió sin vueltas.

 

Nos vimos un miércoles por la noche, en un bar cerca de mi casa. Yo me quise hacer la diva llegando 15 min tarde, pero me salió mal porque él tampoco había llegado. Así que me senté y me pedí una cerveza para ir entrando en calor, porque la verdad siempre me pongo nerviosa antes de una cita.

10 minutos después, apareció Luciano.

Acá hago un paréntesis para que entiendas lo que viene. Antes de encontrarme con él, obviamente hablé con una amiga que lo conocía y le pregunté qué onda, como para tantearlo un poco. Mi amiga me dijo: “Lucho es un divino, es medio bajo, pero es un diviiiiino”. Ahí dije O-K, ¿pero qué tan bajo? Así que fui a la aplicación a ver su perfil y me di cuenta que él no había completado el dato de su altura. Ahí pensé: “Bueno, debe ser re petiso y le da vergüenza poner su estatura”.

Cuando se acerca a nuestra mesa lo veo y pienso automáticamente en mi amiga y en lo que me dijo que era “divino”, así que si bien los hombres me gustan altos, me plantee pasarla bien y divertirme. No me juzgues, me gustan más altos.

Nos saludamos, se pidió una copa de vino y a partir de ese momento empezó una especie de entrevista, donde yo era la periodista y él el personaje entrevistado. No me juzguen, les juro que todas preguntas de mi parte fueron para sacarle charla, no de pesada y él era todo respuesta y nunca una repregunta. R-E-A-L. Ya no sabía cómo remarla. No solo eso, sino que en un momento mientras él me estaba contando sobre su trabajo y cosas que ya poco me importaban,  lo llama su mamá y se pone a hablar en la mesa conmigo ahí esperando durante 5 minutos que la verdad me resultaron eternos.

Corta el teléfono y me cuenta que al día siguiente operaban a su mami (literal dijo mami) y que él iba a tener que llevarla temprano, así que en breve iba a tener que volverse. Ahí aproveché y le dije: “¿Preferís que vayamos yendo?”, a lo que me respondió: “Bueno dale sí. Sí, mejor”.

 

Alivio total.

 

Salimos del bar y me dice: “¿Querés que te alcance a tu casa?”. Yo pensé, son 5 cuadras, pero es de noche así que dije dale sí. Para qué.

 

Cuando llegamos a la puerta de mi casa, obviamente se vino el chape. Y si hubiera sido algo placentero te juro no me hubiera molestado, pues me gusta chapar (¿a quién no?). El tema es que cuando se me acerca para chapar me metió un paletazo que sonó como si se hubieran golpeado dos piedras enormes. ¡Lo que me dolió, amiga! Se me escapó un “¡Ay!”, a lo que Lucho respondió: “Uy perdón… es que estoy apurado”, y me empezó a chapar de una forma acelerada como si estuviera intentando rescatar algo de mi boca con su lengua. Un HO-RRRRRRR-OR.

A mi me dolía muchísimo la paleta, así que cuando entré a casa fui al baño a mirarme y a que no sabés a quién se le empezó a mover la paleta… ¡Sí! A mí. Hermoso. Lo bueno es que si se me cae la paleta, puedo dejarla bajo la almohada para que la venga a buscar el ratón Pérez.

Moraleja. Si estás apurado, no chapes. Va a salir mal seguro.

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