
Niñas de 10 años y dietas sin hidratos: por qué ocurre y qué peligro implica para su salud
Cada vez más niñas de 10 años siguen dietas peligrosas y eliminan hidratos por miedo a engordar. Cómo influyen las redes sociales, los mitos sobre los carbohidratos y la cultura de la delgadez en el desarrollo de trastornos alimentarios.
10 de diciembre de 2025 • 16:06

Niñas de 10 años y dietas sin hidratos: por qué ocurre y qué peligro implica para su salud - Créditos: Getty
La semana pasada, una paciente trajo al consultorio algo que me alertó: en el grado de su hijo, niñas de 10 años dicen que “están a dieta” e intercambian “consejos” para quitar los hidratos. Sí, tienen diez años, un momento de la vida en el que es esperable que la mayor preocupación se centrara en lo que van a jugar en el recreo, pero están preocupadas por su imagen corporal. Algo está muy mal.
Me preocupa que niñas tan pequeñas estén repitiendo frases que ni siquiera nacen de ellas; probablemente las hayan escuchado por algún comentario en su casa, en los medios o en las redes. De cualquier manera, las afecta y, aunque no las comprendan del todo, las repiten con miedo, culpa y vergüenza.
Ni comer un plato de pastas es “fallar” ni comer un sándwich está mal. Las redes sociales están llenas de “tips” de supuestos expertos en nutrición que brindan con total liviandad cientos de recomendaciones peligrosas disfrazadas de secretos de belleza inofensivos. Pero no lo son, y durante la infancia se vuelven todavía más peligrosas porque pueden provocar heridas que perduren por largos años.
No es casualidad que la Argentina se mantenga desde hace años como el segundo país del mundo con mayores casos de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), debajo de Japón. Nuestra cultura sigue reforzando la idea de que comer es malo, que hay alimentos “permitidos” y otros “prohibidos”, que la delgadez es sinónimo de salud y que el cuerpo es un proyecto eterno a corregir.
Los hidratos, los nutrientes más demonizados
Entre los alimentos más demonizados, los hidratos de carbono siempre aparecen primero. Hoy miraba un video que circula en redes que decía en cinco segundos: “Dejá los carbohidratos y vas a deshincharte”, “los hidratos envejecen”. Continúo scrolleando y veo otro post de alguien que jura que “la insulina engorda”, como si fuera una hormona que nos hace mal y no respondiera a un proceso fisiológico normal que simplemente permite que la glucosa entre a las células. Y así, entre videos motivacionales, venta de reels con fotos que indican “un antes y un después” y videos editados con mil filtros, se construye una narrativa que asusta a los chicos, adolescentes y también a los adultos.
Los carbohidratos son la fuente principal de energía del cuerpo. Nos otorgan saciedad cuando se eligen en buenas combinaciones (con fibra y proteínas), ya que nos permiten entrenar mejor; ayudan al cerebro a funcionar correctamente y, sin embargo, suelen ser los alimentos que más se restringen antes de que se desencadenen los atracones o el descontrol alimentario.
Es decir, que las personas que intentan “no comer hidratos” durante el día, por la noche —y a veces cuando se despiertan en la madrugada— los buscan de manera desesperada porque algo les falta. Y no es porque no tienen fuerza de voluntad, sino porque responden a la biología: el cerebro no entiende de estética ni de dieta, solo de supervivencia.
Pero estos mitos siguen vigentes porque prometen soluciones rápidas y mágicas, justo lo que se busca en nuestra cultura, donde la delgadez, al parecer, vale más que la salud mental.
Uno de los grandes problemas de dejar de lado los hidratos en la dieta son sus consecuencias: la pérdida de peso inmediata, en verdad, responde a la pérdida de agua y masa muscular, algo insostenible en el tiempo y muy peligroso, ya que puede provocar el efecto rebote con un futuro descontrol con la comida.
Mientras tanto, los trastornos alimentarios siguen en aumento y aparecen en edades cada vez más tempranas. Por esto, es vital que dejemos de normalizar conductas que deberían alarmarnos. Si una nena o un nene aprende que ciertos alimentos son enemigos, su relación con la comida y con su cuerpo se distorsiona desde el inicio: siempre hay consecuencias.
¿Qué podemos hacer? Hablar, educar, derribar mitos. Mostremos que los hidratos no solo se pueden comer, sino que son necesarios; enseñemos que un cuerpo sano no es un cuerpo perfecto, sino un cuerpo que se alimenta, se respeta y que no necesita vivir en guerra con la comida. Y, sobre todo, cuidemos lo que decimos delante de los chicos: los mensajes que escuchan ahora son los que marcarán cómo se ven y qué decidirán comer mañana.
Los hidratos de carbono no son malos; lo que es malo es generar miedo hacia un nutriente o un alimento. Y ese miedo se combate con información real, sin prohibiciones, sin culpas y sin dietas disfrazadas de consejos.
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