
¿Qué es el wollying?
La energía femenina es muy poderosa, y esa misma fuerza podemos usarla para potenciarnos o boicotearnos. Llegó la hora: hermanate.
22 de junio de 2015


Créditos: Sol Navedo. Producción de Puerco Boutique Creativa
Corre la pólvora cuando nos juntamos a cenar con las chicas y debatimos acerca de "la que no vino", cuando en la oficina nos dedicamos a conjeturar con quién se acuesta la que tiene fama de fácil y en el WhatsApp defenestramos a las "mamis del cole" que no son de nuestro grupito.
Llamamos wollying (woman + bullying) a esa forma sutil con la que nos agredimos las mujeres. Muchas veces, es una manera de crear pertenencia cuando no la hay: qué mejor manera que criticar a otra para sentirte acompañada o fuerte. No es que lo hacemos de malas necesariamente, son patrones que nos rigen desde las sociedades patriarcales y que nosotras seguimos comprando: "divide y reinarás", dicen. Incluso, suele ser tan natural para nosotras que la mayor parte de las veces no nos damos cuenta de que, detrás de los chismecitos, la formación de bandos y los desplantes sutiles, hay mecanismos de control que nos estancan en pensamientos machistas, y que se vuelven un boomerang sobre nosotras mismas. Si tenés un check list perfecto para aplicar en las otras, es porque seguramente ya lo aplicaste a vos misma. Así que, hostigadoras y hostigadas, todas convivimos en atmósferas tóxicas que nosotras ayudamos a reproducir cuando proyectamos una enemiga en donde hay una igual.
¿Por qué lo hacemos?
El físico
Hacemos wollying por el atractivo físico cuando desacreditamos a la linda o llamativa, o a quien nos parece fea o gorda, y le hacemos un vacío, ignorándola o ridiculizándola para dinamitar su confianza e inhibir su capacidad de interacción grupal. Cuando le creamos fama de "trola" a alguien solo porque notamos que está llamando la atención de los hombres o miramos feo a esa otra porque "no da salir así a la calle", de alguna manera, estamos justificando una agresión sexual por lo que esa mujer supuestamente "provoca" con su imagen o estilo.
Se vive en un mundo en el que durante siglos se consideró el atractivo sexual como el arma de poder femenino por excelencia, entonces no tiene por qué sorprendernos que la enemiga número uno pueda llegar a ser una mujer que nos haga sentir inseguras. Si nos rodeamos de hombres que coquetean con la primera chica linda que encuentran a nuestro alrededor, es muy tentador culpar a esa mujer, pero ¿eso no es matar al mensajero?
Entonces, cuando medimos a las otras a través de la vara de la belleza y decidimos desacreditar a alguien solo porque puede ser una competidora sexual o –por el contrario– porque no se ajusta a la norma de "lo perfecto", estamos mirando el mundo a través de los ojos de los hombres y no de los nuestros. Una mujer puede ser una gran aliada de otra, luzca como luzca. Ahora, cabe preguntarnos: ¿qué hay detrás de nuestro concepto de belleza? ¿Qué es lo que esconde nuestra postura defensiva? Quizás el desafío sea trabajar en nuestra autoestima externa, apropiarnos de lo sexy, lo bello, lo provocador, y al mismo tiempo aceptar nuestras debilidades, nuestra celulitis, kilos de más, ojeras, etc.
La libertad sexual
Hacemos wollying por la libertad sexual cuando queremos que la conducta de otra sea "la correcta" (para nosotras, obvio). Sucede cuando le preguntamos a esa prima liberal una y otra vez cuándo va a "sentar cabeza", cuando le sugerimos a una amiga que eligió tener una pareja abierta que sus elecciones son producto de traumas no resueltos (como si ella no pudiera desear algo distinto sin estar "enferma"), o también cuando discutimos la moral de aquella que no comparte nuestros hábitos sexuales. Además, lo hacemos cuando apodamos de "malco" a la que nunca presentó a un novio o de "frígida" a esa otra que ejerció su libertad sexual decidiendo no tenerlo.
Hacerle vacío a la mujer que, por alguna razón, se sale del rebaño es una práctica usual y casi espontánea, una complejísima manera de asegurarnos de que todas sigan los mismos mandatos, casi cual clones. Cada vez que le damos a entender a otra mujer que su manera de vivir "no es normal", no solo la estamos agrediendo, la estamos controlando para que no desafíe lo impuesto. Si te ponés a pensar: ya con que algunas mujeres más hagan lo mismo que hacés vos, basta para convertir esa práctica en una forma de ataque colectivo, muy eficaz para atentar contra la libertad femenina de elegir cómo queremos vivir nuestra intimidad.
La maternidad
Hacemos wollying por la maternidad cuando no contemplamos otra posibilidad de realización femenina. Una mujer astronauta relataría los pormenores de su viaje a Marte y todavía habría otra dispuesta a preguntarle: "¡¿Y el hijo, para cuándo?!". Una maravillosa médica podría actuar con total indiferencia frente a la foto de un bebé y todavía habría otra mujer dispuesta a tildarla de "fría". O una empresaria con hijos carga el mote de mala madre cuando no los busca por el colegio todas las tardes y la que siempre está esperando en la puerta con los brazos abiertos "está al pedo en la vida".
Es hora de ir bajando la actualización: no todas las mujeres quieren tener hijos, muchas otras no pueden tenerlos, algunas eligieron ser mamá y no postergar su carrera, y otras quieren ser mamá full time, ¡¿y qué?! Ninguna es menos mujer por eso, ¡¿y quiénes somos nosotras para juzgarlas!? Somos personas productivas y completas con o sin bebés, pudiendo con todo y otras veces sin poder, con culpa o con orgullo, con o sin familias, porque hay tantas maneras de dejar una marca en el mundo como mujeres en esta Tierra... y cada una hace lo que puede.
El "éxito"
Hacemos wollying por el éxito cuando ponemos el foco en lo que falta en la vida de la otra para alcanzarlo. "Sí, es una genia, ahora es jefa de cátedra, pero parece un macho". "Va a emprender un viaje por el mundo. ¿Qué querés? Si está más sola...". "Mucho vestido, mucha fiesta, pero volvió de la luna de miel hecha un chancho". "La mina se convirtió en un ama de casa, no sabe hacer nada". ¿Te suena?
Los campos de acción femeninos se extendieron asombrosamente estos últimos años. Sin ir más lejos, mirá esta revista y la complejidad que abarca: desde tu vida interior hasta el bienestar de tu mascota, las mujeres estamos en todo. Nuestros ideales no son solo cada vez más altos: son también cada vez más numerosos. Y cuando nos exigimos tanto, hay muchas más chances de fallar y de ver cómo el otro falla. En el mundo de la hiperexigencia femenina, es muy fácil descubrir "fracasos", pero ¡ojo!, porque la rigidez con que juzgamos a los demás es la que aplicamos a nosotras mismas. La mayor parte del tiempo, olvidamos que no todas queremos (ni podemos) poner el foco en todas las áreas de nuestra vida al mismo tiempo. ¿Es fácil para nosotras ser perfectas?, entonces, ¿por qué nos sorprende tanto que otra no lo sea?
Dicen que el poder no se gana, que el poder se toma. Pero ¿cómo dirigir la energía hacia la conquista de más derechos y oportunidades si la gastamos en juzgarnos y pelearnos entre nosotras? La conciencia de género, esa que nos sirve para evolucionar, se crea en el día a día cuando entendemos que lo que les hacemos a otras mujeres es lo que nos hacemos a nosotras mismas. Que el día de mañana otras chicas van a llegar al mundo y que es nuestro deber haberles dejado una existencia al menos un poquito más fácil. En un encuentro femenino que hicimos hace unos meses, alguien dijo: "Para muchos, es mejor sembrar la idea de que somos jodidas y que entre nosotras nos peleamos, en vez de impulsar la verdad, que juntas podemos cambiar el mundo".
Usar bien la pólvora femenina es hacer un fuego con ella, pero no el que arrasa, sino el que abriga y reconforta. Es convertirla en fuegos artificiales y festejar otras maneras de vivir la feminidad y, sobre todo, la nueva hermandad que nos merecemos.
VIOLENCIa en bajas dosis

¡No puedo creer lo que se puso! - Créditos: Corbis
Las teorías evolutivas explican que mientras los hombres salían a cazar y a matarse entre sí para conquistar territorio, las mujeres se encargaban de aglutinar de manera invisible los vínculos en las comunidades para que todo eso pudiera darse: enseñando el lenguaje a los niños y haciendo crecer las redes sociales. No es casualidad que nosotras manejemos tan bien los discursos gestuales y verbales. Como los esquimales, que ven muchas gamas de blanco donde otros solo ven nieve, las mujeres podemos hilar mucho más fino en lo que se refiere a emociones y lenguajes. Una mujer conectada creativamente con esa aptitud puede expandir y fortalecer las relaciones. Ahora, una mujer desconectada puede hacer estragos, y es lo que se conoce como microviolencia: en ese caso, no salimos a agarrarnos a piñas, nuestros golpes al enemigo están solapados.
hay que bancarnos
Por Dalia Gutmann*
El otro día, estaba en el trabajo y comenté: "¿Cómo puede ser que hace un segundo estaba tan deprimida y ahora estoy tan feliz?", y una compañera me dijo: "A mí también me pasa, ¡pensé que era la única!".
Evidentemente, chicas, necesitamos compartir más. Seguramente muchas, muchísimas cosas que nos pasan, la mayoría de los hombres no las van a entender nunca. Porque esas ganas de llorar, de gritar, ese vacío existencial sin justificación o esa felicidad plena probablemente las mujeres las vivamos con más intensidad. Esta es una de las razones por las que, si no nos bancamos, siempre vamos a salir perdiendo.
En esto, los hombres nos van ganando por afano, porque ellos sí la tienen clara: se defienden, se amparan, se justifican siempre.
Creo que a veces nuestro mayor problema es no bancarnos y seguir respondiendo al deber ser en vez de ser como queremos.
Cada vez que criticamos a otra mujer, estamos poniendo nuestro granito de arena para que el machismo siga vivito y coleando. Aunque, por supuesto..., hay cada conchuda... Pero ojo, porque después se le pasa y puede convertirse en tu mejor aliada. Esto de vivir toda una vida bajo los efectos de las hormonas es algo que nos pasa a todas. ¡Banquémonos!
*Humorista, locutora y madre. Protagoniza todos los jueves Cosa de minas en el Velma Café.
No wollees

¡Mirá cómo se vistió esa que está allá! - Créditos: Corbis
Preguntate:
1. ¿Estoy proyectando en ella mis propios valores, mandatos familiares o presiones sociales? ¿Estoy tratando de que ella haga lo que yo me siento presionada a hacer?
2. ¿Por qué sigo pendiente de esta persona que me molesta en vez de alejarme?
3. ¿Por qué tengo este resto de energía y tiempo para dedicarme a una vida ajena?
4. ¿Qué amenaza representa para mí una persona así?
¿Qué opinás del wollying? Te recomendamos que practiques la solidaridad femenina .
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