Amamos a Jeremy Allen White: un ensayo cachondo sobre el actor que la rompe en The Bear

1. El recio vulnerable: Jeremy no está entero; viene de un divorcio turbulento, un tanto mediático; viene de una carrera peleada como actor del under, que la pegó con un fenómeno que fue The Bear, y ahí es donde se mezcla ficción y realidad, ¿se identifica Jeremy con ese personaje sufrido, atormentado por la muerte de su hermano? Claramente no, pero cierta actitud tímida, introspectiva, que se refugia en el cigarrillo y en las series de abdominales que hará por día, pero te das cuenta, hay algo de Jeremy que él no dice, hay algo que le duele, está –como todos– un poco roto. Y siempre hay una (o muchas) almas samaritanas con ganas de enmendar lo que está roto, y quien te dice hacer un gran servicio a la humanidad, o que te haga un gran service, da lo mismo. Ahora, ¿cuál es el riesgo? A veces nuestro trabajo es salir al encuentro de las personas que ya hicieron un trabajo personal, y están un poco más enteras, los que están más para sumarte que para convertirte en enfermera. 

2) El que da “todo” por su familia: Al mismo tiempo, Jeremy es papá de dos nenas pequeñitas, y lo ves en su feed en situaciones domésticas, con luz natural, con la musculosa que usó para dormir (¡que no se saque nunca esa muscu!), en el jardín, escribiendo posteos amorosos a su exmujer, que no es ni más ni menos que su “american sweetheart”, a quien conoció cuando estaban estudiando actuación. Hasta que ella lo acusó de descuidar a sus hijas cuando el éxito irrumpió en sus vidas, parecían la pareja perfecta, quienes se habían acompañado en los laberínticos e intrincados caminos hacia la fama. Carmy, su personaje, también trae algo del código de familia, de los lazos irrompibles de sangre: lo ves sacrificarse, crear una familia laboral tan distinta y preciosa a la vez, bajo esa simpleza de “al pan pan y al vino vino”. Carmy es complejo, pero a la vez simple, y eso da confianza. Entonces, si bien en toda familia se cuecen habas, nunca sabremos hasta qué punto es más una fachada que una realidad en su vida personal.   

3) El lindo-no-lindo: cierto aire incómodo e inquieto frente a las cámaras nos da una pista de que Jeremy es ese tipo que no se sabe lindo, y no hay nada más atractivo que esa displicencia a su propia belleza. Incluso, no es MUY lindo; tiene rasgos un tanto toscos, con esos rulos indomables, y esa mirada triste. Y eso es lo que es más encantador: a nadie le gusta lo perfecto, te atrae un poco cierta belleza accesible, él podría ser tu vecino, tu compañero de oficina (bueno, avisame dónde se sienta, ja), es el flaco que te cruzás en la bici, tiene algo cercano. No es un Brad Pitt. Mide 1.70 y se viste simple, y con un guardarropa básico. No es un esteta, ni un neogalán, es alguien que a todas nos suena conocido. 

4 - El novio de Rosalía: eso ya es garantía de calidad. Rosalía, esa que se estuvo por casar con Rauw Alejandro, y después de una inesperada ruptura la sentimos con su corazón despechado, y de pronto se aparece paseando con este potro por las calles neoyorquinas, y bueno… aplausos de pie. Hay que enamorar a Rosalía, hay que saber acompañar a ese minón infernal, dueña del mundo. Y eso tira por la borda esa teoría patética y patriarcal de que a las mujeres poderosas se les hace esquivo el amor. Ahí tenés: la puta ama en una cima del mundo musical EN ESPAÑOL saliendo con el latin lover yanqui. Y ahí, entonces, son puros ratones, y me pregunto cuáles serán sus próximas estrofas, y si ese sabor de domingo sigue siendo (como cantaba en su canción Beso) a tabaco y melón o a bagel y perfume de Carolina Herrera.

Así como David Beckham lanzó su línea de calzoncillos, o Cristian Sancho hacía campañas allá por el 2000, el recurso no falla, pero quizás va más allá de verlos casi como Dios los trajo al mundo: es la irresistible arma mortal de la fragilidad del alma desnuda.