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Soy donante de leche materna

Conocé cómo es la historia de vida de una mamá que después de su experiencia dificil con la lactancia decidió ayudar a otras mujeres en la nutrición de sus bebés.


Sol Tobal es donante de leche en la maternidad Sardá

Sol Tobal es donante de leche en la maternidad Sardá - Créditos: Nicole Arcuschin



Además de amamantar a su hija de 10 meses, Sol Tobal comparte desinteresadamente su alimento con otros bebés, en un acto solidario y silencioso.

"Me costó mucho poder dar la teta"

El 30 de octubre de 2014, nació Mora. Después de un parto natural largo y doloroso, la tuve en mi pecho. Intenté darle de mamar y era muy difícil: mis pezones estaban umbilicados y mi beba tenía el frenillo corto, un mix complicado para la lactancia. A ella le costaba prenderse y yo me moría del dolor. El obstetra me había dicho que no intentara darles forma a los pezones antes de parir, porque podía generarme contracciones, así que mi bebita tenía esa tarea. Mientras estuve internada en la Maternidad Sardá, ella tomaba bien, porque en la nursery se encargaban de venir cada una hora y de ponerla en la teta hasta que se prendiera. Mora tenía buen peso cuando volvimos a casa, pero ahí empecé a notar que dormía mucho y comía poco.
Cuando tengo fiaca de sacarme leche pienso en pienso en esos chicos que sé que están esperándola

Cuando tengo fiaca de sacarme leche pienso en pienso en esos chicos que sé que están esperándola - Créditos: Corbis

"Entré en un círculo muy angustiante"

Algunos me decían que si Mora dormía tanto, era porque estaba satisfecha; otros opinaban que se quedaba dormida porque le faltaba alimento. Cuando la llevé al primer control neonatológico, Mora había perdido más peso de lo normal: de 3 kg pasó a 2,5 kg. Entré en un círculo muy angustiante; lo único que quería era poder alimentar a mi hija, y, a pesar de mis intentos, ella no crecía. Empecé a ir cada dos días a la Maternidad, donde puericultoras, neonatólogas y enfermeras me ayudaban a darle la teta. Además de tener problemas con los pezones, no me salía leche suficiente. Sentía mucha bronca, pero ahí me insistían con que me quedara tranquila, augurándome que pronto empezaría a tener mucha más leche, "tanta leche como para donar".

"Ya no sabía qué más probar"

Los "trucos" fueron variando. Primero, me enseñaron que, cuando tenés el pezón para adentro, la pezonera es tu mejor aliada. Es como una tetina de silicona con la forma del pezón y muy finita, que ayuda a que el bebé se agarre mejor y pueda succionar. Mientras tanto, tenía que masajearme los pezones con cremas para darles forma, a la vez que aprendía diferentes posiciones para dar de mamar, ¡a ver si con alguna Mora se prendía! También probé usar una jeringa con leche extraída previamente y dársela mientras tomaba la teta para que comiera más. E intenté además con unos vasitos especiales, por si se le antojaba tomar de esa forma. Ya no sabía qué más probar.

"Empecé a tener más leche"

Las puericultoras me repetían que fuera paciente, porque en algún momento iba a empezar a fluir nuestro vínculo alimenticio. Mientras tanto, me rendí a la mamadera: me sacaba la leche –primero manualmente porque no tenía sacaleche–, la ponía en la mamadera y se la daba. ¡Un trastorno! Porque cada vez que le tocaba comer, yo iba corriendo, me exprimía las lolas y ponía la leche en la mamadera previamente esterilizada... ¡Imagínense todo eso en el medio de la noche! Pero así logré alimentarla y que empezara a engordar. Y cuando ella empezó a subir de peso, ¡yo empecé a tener más leche!
Pensé que era una costumbre antigua

Pensé que era una costumbre antigua - Créditos: Corbis

"¡Tanta leche como para donar!"

En la jerga de la Maternidad Sardá, la famosa frase de "tirar manteca al techo" se expresa con "tanta leche como para donar". Yo no creí que eso pudiera pasarme a mí: si ni siquiera me alcanzaba para Morita, ¿cómo iba a donar? Pero cuando cumplió un mes, se empezó a ver el progreso y hasta hizo un "catch up" (se puso al día con el peso). Ahí empecé a creer en mi producción de leche, que además estaba a la vista, ¡me desbordaban las lolas! Había días que me sobraba leche en la heladera y tenía que tirarla porque ella no la llegaba a tomar. Entonces, me acerqué a la Sardá y me ofrecí como donante.

"La leche materna es oro líquido"

Enseguida me dijeron que sí: la leche materna es oro para los recién nacidos que están internados en neonatología del hospital. En general, hay que hacerse un estudio de sangre y otro de la leche, pero como tenía unos muy recientes en la misma institución, no fue necesario. Ese mismo día, me volví a casa con un pack de frasquitos y etiquetas en la mochila. Lo único que tenía que hacer era extraerme leche, ponerla en el envase, fecharlo, escribirle mi nombre y meterlo en el freezer –porque en la heladera solo aguanta 24 horas en buen estado–. Cuando juntara varios, tendría que llamar para que pasaran a retirarlos. Así de fácil.

"Me puse el objetivo de juntar un frasco de leche por día"

La primera vez me costó más, porque, mientras tanto, también juntaba leche para Mora y todavía no tenía un sacaleche eléctrico. Empecé recolectando diez frasquitos en un mes, después veinte, y ahora ya alcancé los treinta. Organicé mi cotidianeidad como para llenar uno de 300 ml por día. Lo bueno es que cuando Mora cumplió tres meses, la pediatra me recomendó volver a intentarlo con la teta, que es un medio mucho más práctico y también higiénico; así, sus tomas empezaron a ser directas y, desde entonces, solo me sacaba leche para donar. Cuando llego a mi objetivo, llamo al camioncito y vienen con una heladera con termómetro y hielo a sacar la leche de mi freezer.

"Esos bebés podrían ser mis hijos"

Cuando Mora se va a dormir y ya tomó teta todo el día, agarro el sacaleche y hago la extracción. Me lleva una media hora, aproximadamente. Lo confieso: hay veces que me da mucha fiaca, como cuando volvemos a las 2 de la madrugada de cenar en la casa de unos amigos y, en lugar de meterme en la cama, me tengo que sentar en el sillón y sacarme leche... Pero entonces pienso en esos chicos que sé que están esperándola y me conecto con la idea de que todos ellos podrían ser mis hijos. Con eso en mente, junto pilas y, mientras juego al Farmville en el celular, completo un frasco. Después, hay que lavar bien con detergente todos los elementos que usás y esterilizarlos, porque, al ser grasosa, la leche se pega mucho.

"Creía que dar leche era una costumbre antigua"

Cuando empecé con la donación, le conté a todo el mundo, ¡estaba tan orgullosa! Pero mayormente estaba sorprendida: no sabía que existía, nunca antes había escuchado de esto, creía que dar leche propia a otros bebés era una costumbre antigua, casi como de tribu. Muchas mujeres con las que hablé se sorprendieron y me dijeron que, de haberlo sabido antes, también hubieran donado porque no soy la única a la que le sobra leche diariamente. Entonces, planteé en la Sardá que deberían hacer más difusión acerca de este banco. Pero, al igual que sucede con otros temas en nuestro país, el problema es el presupuesto que les dan. Hay meses que incluso no tienen siquiera etiquetas para fechar los frascos, así que ahora opté por comprarlas yo. No tener etiquetas no me va a detener.

"Les pongo cara a los chicos en mi imaginación"

Donar leche es un acto solidario y silencioso. En general, nunca te enterás de a quién le llega lo que mandás. Imagino a los bebés chiquitos en neonatología –en general, la leche del banco se les da a los prematuros– tomando mi leche y me emociona de solo pensarlo. No los conozco personalmente, pero trato de ponerles caritas. Del 1 al 7 de agosto fue la Semana Internacional de la Lactancia, y la Maternidad Sardá organizó un evento en homenaje a las mamás donantes. Éramos más o menos diez chicas, y ahí pudimos conocer a una de las mujeres que recibe leche en donación para sus mellicitos internados y a todo el equipo que trabaja alrededor de esto, desde la gente del laboratorio hasta los que hacen el transporte. Fue un día muy especial para mí, porque entendí la trascendencia de lo que hago sola, en mi casa.

"Donar leche es, en definitiva, regalar vida"

La leche materna es el alimento más perfecto para cualquier bebé, por algo la naturaleza lo hizo así. Todos los animales lo hacen con sus crías... y nosotros tenemos que hacer lo mismo. Los 300 ml que dono no son suficientes para un día entero de un recién nacido, pero cubren varias de sus comidas diarias, que son entre 8 y 10, de 60 ml cada una. Los bebés son lo más puro que hay, si no les hacés un bien a ellos, ¿a quién se lo vas a hacer? En octubre, cuando Mora cumpla un año, no voy a poder donar más porque mi leche ya no tiene los mismos nutrientes que al principio y no lo recomiendan, pero deseo que otras mamás puedan hacerlo y que se animen a probar lo fácil y placentero que es. Yo siento que donar leche es, en definitiva, regalar vida.

Cómo donar

Si tu bebé tiene de 0 a 12 meses y sentís que tenés un excedente de leche, comunicate con la Maternidad Sardá (4943-5028, int. 7154) o ingresá en su página: www.sarda.org.ar. Los requisitos son fáciles: tener domicilio en Capital Federal, hacerte un estudio de sangre, llevarte los frascos a tu casa y, cuando juntes una cantidad en tu freezer, llamar para que los vayan a retirar.
En La Plata, el Hospital San Martín también tiene su Banco de Leche Humana Pasteurizada: www.ms.gba.gov.ar/sitios/hsanmartin
¿Qué te pareció esta historia de vida? ¿Donarías leche materna? ¿Qué te movilizaría a ayudar?

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