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Tuvo un accidente, le dijeron que no iba a poder caminar ni tener hijos y logró dar vuelta su destino

A los 14, Natalia Romero tuvo un accidente que le dejó graves secuelas; le dijeron que no iba a poder volver a caminar ni tener hijos pero ella estaba preparada para darle una vuelta de tuerca su historia.




"El daño es irreparable, Natalia no va a poder volver a caminar", le dijo un médico a su mamá mientras ella trataba de entender qué era lo que estaba pasando. Había perdido la cuenta de los días que llevaba acostada en esa habitación mientras un equipo de especialistas la movía de una cama a una silla de ruedas para trasladarla a realizarse radiografías, tomografias, y resonancias. Se sentía literalmente una muñeca de trapo.
Lo último que recordaba era el ruido ensordecedor de un motor que aceleraba a sus espaldas mientras ella y su mamá esperaban que el semáforo encendiera la luz verde para poder avanzar sobre esa moto en la que habían compartido tantas aventuras. Después fue todo silencio, llanto, confusión y la sensación de estar inmersa en un vacío profundo del que no podía escapar. En del accidente , el paragolpe de la camineta que estaba detrás de ella había impactado y aplastado la cuarta y quinta vértebra de su columna. "Después de varios días de estudios, vino a hablarme una psicopedagoga. Me explicó que no iba a poder patinar de nuevo, jugar al vóley o al básquet -¡los deportes que yo tanto amaba y que eran una parte fundamental de mi vida!-, que no podría tener hijos y que mi vida ya no sería como antes", recuerda Natalia Romero. Del shock se quedó dormida y a las pocas horas despertó ante la mirada angustiada de su madre con la convicción de que ese no era su destino y preparada para enfrentar el desafío que la suerte le había encomendado.
"Quedate tranquila mamá, todo va a salir bien", le prometió. Y desde ese momento no dejó de mirar sus pies, mientras por dentro le pedía al universo que la ayudara a moverlos. Pasó la noche con ese cometido y, cuando amaneció, agobiada por el esfuerzo y a punto de darse por vencida, sintió unas descargas eléctricas tan dolorosas que imploró que le cortaran las piernas. "El dolor era tan intenso que no lo soportaba, llegaron los médicos y dijeron que eso era bueno. Realizaron las pruebas de sensibilidad y podía sentir muy sutilmente algo que parecía agujas". Sus pedidos habían sido escuchados. De a poco, el dolor cedió y Natalia comenzó a levantarse de la cama con el objetivo de intentar dar unos pasos. "Todo el tiempo escuchaba voces pesimistas que decían pobre chica no se va a mejorar y eso me enojaba, así que me esforzaba más".

Cruzar el puente

Desde el accidente hasta los 18 años la vida de Natalia vida fue muy complicada. Sus piernas pesaban, vivía en las guardias con calmantes, visitaba a todo tipo de especialistas para intentar mejorar hasta que se cansó y decidió hacer algo diferente. "Un día, después de que me aplicaran morfina por los dolores tan fuertes que había tenido, le dije a mi mamá que no iba a tomar una sola aspirina más, que yo quería tener hijos y que antes de los 25 lo iba a lograr". Para mantener su mente ocupada y no pensar en lo que no podía hacer comenzó a visitar geriátricos, colegios y orfanatos para ayudar a los que estaban en situación de vulnerabilidad. "Todo esto me ayudó a fortalecerme y no dejar que mi cuerpo me venciera. Mi mamá me regaló un libro con ejercicios parecidos al yoga, y así comencé a ejercitarme adaptando los movimientos que yo podía resistir. Además, ella me enseñó que cuando ocurren cosas malas hay que cruzar el puente, quemarlo y avanzar con lo que se tiene y como se puede".
Y eso fue lo que hizo Natalia. Soltó sus miedos, dejó su Misiones natal y se fue a vivir a Buenos Aires. Allí, casi sin quererlo ni esperarlo, conoció a su marido. Fruto de la unión, al poco tiempo y contra todos los pronósticos, tuvo a su primer hijo, Tom. Año y medio después nació Uma. "Quedar embarazada por segunda vez fue una decisión difícil. Los médicos me recomendaban que no tuviera más hijos porque mi columna podría verse afectada. Estuve a punto de perder los dos embarazos, pero mi deseo de tener a mis bebés fue tan fuerte que los dos llegaron a término perfectos, hoy ya tienen 13 y 11 años y no puedo pedir nada más".

Puro empuje

Mientras criaba a sus hijos y dedicada casi exclusivamente a ellos, Natalia hizo una especialización en fibras orientada a lana y pelo en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial. Y eso marcó un nuevo punto de inflexión en su vida. Comenzó a interesarse sobre la técnica del fieltro, en la que encontró numerosos beneficios. Clasificaba las fibras de descarte en el laboratorio de control de calidad de lana ovina donde trabajaba su marido, pero aún no encontraba cómo emplearlo de una forma creativa. Darle un uso distinto a la materia prima (lana ovina) demandó un tiempo de prueba y error. En el proceso, creó distintos productos, que vendía a conocidos.
Así nació Puro Fieltro, un proyecto que la hace feliz, le llena el alma y calma los dolores con los que tuvo que acostumbrarse a convivir. "Vivo con un dolor crónico que a veces se hace insoportable, pero todo lo que me regaló la vida no puede opacar mis ganas de avanzar, de ayudar y de luchar contra los imposibles. Siempre se puede salir adelante, es cuestión de actitud y de esfuerzo diario". Mochilas, canastos, zapatos y hasta juguetes, Natalia descrubrió en el fieltro un material tan versátil que le permite crear todo lo que imagina. "Al descubrir este material hace 14 años, comencé un camino de investigación y exploración casi como un hobby, pero como un objetivo claro: crear un emprendimiento sostenible en el tiempo y comprometido con el entorno. Puro Fieltro ganó varios premios, uno de los primero y más importantes fue el Premio INICIA al emprendedor del año. Así obtuve un viaje de negocio a Barcelona, en España, que realmente me amplió la visión de empresa, fue súper importante este premio para mí, por el reconocimiento a tanta dedicación y esfuerzo para llevar adelante mi emprendimiento".
Además de accesorios, zapatos y objetos de decoración, este año Natalia tiene entre manos una idea ambiciosa: inspirada en el oficio de enfermera de su madre, está en pleno desarrollo de un producto anti-escaras, que sirve para disminuir y evitar la formación de llagas o úlceras en pacientes que pasan largo tiempo en cama. "Lo que quiero hacer sólo lo hago. Ya no pienso tanto. Aprendí que cuando uno obra con el corazón, el universo se alinea a tu favor".

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