
¿Por qué me cuesta tanto conseguir pareja? 4 posibles respuestas
La psicoanalista y sexóloga Jacqueline Orellana Rosenberg repasa testimonios de personas desilusionadas en lo amoroso y luego analiza cómo encarar las limitaciones que nos condicionan.
2 de agosto de 2023

¿Por qué me cuesta tanto conseguir pareja? - Créditos: Getty
A medida que pasa el tiempo cada vez se escuchan más frases como…. “Esta re difícil encontrar a alguien”, “Están todos/as re locos/as”, “A casi nadie le interesa formar una pareja”, “Hay mucha histeria….”
Todas estas frases de alguna manera indican que en la actualidad formar una relación es cada vez más difícil. Además, cada vez son menos las personas que eligen hacerlo.
¿Qué sucede? ¿Los vínculos de pareja están en extinción? ¿Por qué nos cuesta tanto conseguir pareja?
Seguramente hay múltiples explicaciones, dependiendo desde dónde quiera enfocar el tema.
1- Una de ellas es, sin dudas, la cantidad de fracasos que las generaciones actuales pueden contabilizar de sus progenitores o familiares. Y es que las separaciones y divorcios han sido vividos como grandes fracasos, sobre todo para aquellas generaciones en las cuales la posta final, el podio, era lo eterno, lo que era para siempre, para toda la vida.
Tanta frustración reflejan que comenzamos a rechazar la idea de embarcarnos en algo que, por lo visto, puede fracasar, puede terminar.
2- Si al temor a la frustración provocada por los posibles finales le sumamos que, cuando nos enamoramos, experimentamos una especie de empobrecimiento del yo con la cual el otro nos aparece como inmenso, tenemos que pensar que entonces hay que estar un poco dispuesto al descontrol, a descentrarse de uno mismo, exponer el Ego, mostrarnos vulnerables, etc.
Todas situaciones muy limitantes que, de algún modo u otro, me van a exigir que ceda un poco el control, que contemple al otro, que acepte los límites intrínsecos a la existencia de un otro al cual yo le brindo una determinada importancia.

¿Por qué nos cuesta tanto enamorarnos? - Créditos: Getty
3- Otra cuestión que juega un papel importante en los días que corren es la idea de la pérdida de libertad. La libertad es la posibilidad y el derecho de elegir nuestra propia forma de actuar, de vestir, de decir, de hacer; por lo tanto, también, ser libres nos hace responsables de las elecciones. Sin embargo, nos hicimos una idea de la libertad individual absolutamente dependiente del otro.
Esto quiere decir que si un otro me demanda alguna cosa (por ejemplo, el sábado vayamos al cine), yo siento que tengo que satisfacer esa demanda y no puedo oponer resistencia alguna, por lo tanto me voy desintegrando tan solo con su existencia, no puedo decir que no, no sé poner un límite, entonces los deseos y demandas se me vienen encima, me invaden. El resultado de esto es el temor a entrar en una relación, donde alguien que desee compartir tiempo conmigo me lo demande y yo no pueda resolver esa situación, no pueda elegir.
Por otro lado y en relación a la idea de libertad, hoy se soporta muy poco el límite en general, le damos cada vez más importancia a nuestras ideas, a lo que queremos y a lo que sentimos. ¿Está mal esto? No, por supuesto que no, pero en algunos casos está comenzando a ser un vicio, una imposibilidad de relacionarse con un otro que de alguna manera significa un límite a mí mismo, a mi yo, y así, de a poco, terminamos en un sendero en donde ya ni siquiera es posible ver al otro.
4- Por último, en cuarto lugar, y no menos importante, tenemos las app de citas. El amor “a la carta” donde de alguna manera voy eliminando, o creyendo que puedo eliminar las posibilidades de fracaso en el encuentro, o bien, yo mismo voy mutando el personaje para que se adapte a la próxima cita. De esta manera, los encuentros se vuelven líquidos, poco reales o tal vez superficiales, lo cual también me garantiza de algún modo, un vínculo estéril, fugaz, con pocas posibilidades de profundización. Una buena manera de mantenerme a salvo de los posibles límites que un vínculo romántico podría significar.
Dime cuánto amor eres capaz de dar sin desintegrarte y te diré qué tan libre eres.
Por Lic. Jacqueline Orellana Rosenberg, gentileza para OHLALÁ! Ella es psicoanalista y sexóloga recibida en la UBA.
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