
Qué es ser infiel hoy: por qué sucede la infidelidad y cómo atravesarla
La infidelidad sigue siendo uno de los temas que más interpelan a las parejas. Qué significa hoy, por qué puede aparecer en un vínculo y cómo atravesar el antes, el durante y el después desde una mirada actual y sin prejuicios.
15 de noviembre de 2025

Qué es ser infiel hoy: por qué sucede la infidelidad y cómo atravesarla - Créditos: Getty
La infidelidad atraviesa todas las culturas y tiempos, pero pocas veces logramos comprenderla del todo. ¿Pueden el amor y las ganas de otra cosa convivir? Hay una contradicción entre las historias románticas que conocemos y el instinto biológico que aparece cuando menos lo esperamos. También se habla de “caer en la tentación” y pareciera que solo algunos fuertes logran no hacerlo. Pero la infidelidad no es un problema en sí mismo, sino quizás el emergente de algo que ya venía pasando en ese vínculo. ¿Qué te llevó a vos —o a la otra persona— a esa búsqueda, o a ese encuentro?
Aburrimiento, enojo, frustración, búsqueda personal, el querer sentirnos deseados. Los motivos que te hacen arribar a ese puerto son variados; entonces, lo que te conviene explorar es qué pasa después y qué pasa justo antes de la infidelidad. Desmembrar esta experiencia nos puede permitir entenderla y —en caso de cometerla o padecerla— vivirla a conciencia.
¿Qué tipos de infidelidades hay?
- Las microinfidelidades. No se llega a “concretar”, pero son gestos sutiles como mensajes cruzados en las redes, likes, fotos, reacciones y fueguitos, que, sumados, son un montón. Cuando hablás con alguien por WhatsApp y notás que no estás actuando como lo hacés con los demás contactos, o esas interacciones en las que los horarios y los días no son tan lógicos, como cuando alguien del laburo te escribe un viernes a la noche para comentarte una serie (y abrir una charla). Seguirla o clavar el visto: esa es la cuestión. ¿Cómo detectar una microinfidelidad? Sentís que tenés que mantener esa relación en secreto.
- Las intensas. El encuentro más fogoso de tu vida en “one shot” (o un par más, pero solo sexo). Muchas veces, aparecen para saldar una cuenta pendiente, y alcanza con un encuentro para terminar con pensamientos rumiantes y volver a la programación habitual. A pesar de su fugacidad, quedan en la mente como algo intenso y espectacular. Está en cada una avanzar y cerrar el caso o dejarlo para siempre en la fantasía.
- Las de verano. Estas infidelidades que se diluyen como los veranos al llegar el otoño. Son las pasajeras, esas irresistibles por química o por diversión, pero que no implican cuestionar tu vínculo formal. Muchas veces, dejan una huella profunda y te transforman como si hubiesen durado siglos. Suelen ser personas que pasan por nuestra vida para enseñarnos algo y luego siguen su recorrido.
- Las profundas. Abriste una ventana, pensando que ibas a poder manejar dos caminos sin que se cruzaran, y caíste en la trampa: te enamoraste. En estos casos, la infidelidad se te volvió un problema, ya sea porque amás a dos personas a la vez o porque la llegada de la nueva te hace sentir que tu relación estable ya fue. Quizá sea la más dolorosa, pero es también la que te va a mostrar que tu vida tenía que tomar otro rumbo. ¡Sin miedo! Porque conectarte con tu esencia y tu verdadero deseo no puede salir mal.
Claves para desandar el camino
OK, si ya estás en esta..., si ya fuiste infiel o si te fue infiel tu pareja, o si la idea te anda rondando: ¿por dónde empezamos a pensar y a actuar? El primer paso quizá sea salir de la síntesis “cayó en la tentación” o “mordí el anzuelo”, porque esto habilita el poder comprender, aceptar y procesar lo que está pasando en el vínculo, ya sea si fuiste o te fue infiel. Y también, poder decidir tu futuro a conciencia si estás pensando en la posibilidad de hacerlo.
¿Dónde quedó el cortejo, amor?
Muchas veces, la clave que explica una infidelidad es la falta de cortejo en la pareja. La atracción por alguien nuevo generalmente surge por la magia que sentís cuando esa persona te mira, y no tanto por lo que vos ves en ella. Sentir que te tienen ganas es, sin duda, lo más atrapante. Eso es lo novedoso y lo que te pone en una zona de riesgo. Pero ¡tranqui! Tenés una opción antes de avanzar, y es invitar al cortejo a tu propia pareja.
¿Cómo lograrlo?
1) No te quedes a la espera del deseo espontáneo: esperar que el deseo se dé naturalmente —o quejarte porque no sucede— solo te va a seguir consumiendo las posibilidades de conexión. Entre viandas de los chicos, horarios de sueño, los baños de la tardecita y el “modo remís”, no surgirá ningún cortejo. En las parejas estables, hay que armar espacio para el cortejo. Pretender que surja solo es como esperar que te den ganas de ir al gym mientras estás comiendo medialunas y tomando mate en tu casa. La motivación para ir al gimnasio la vas a encontrar yendo al gimnasio, y con la pareja, igual.
2) Volvé a chapar fuerte: lo ideal es ir de menos a más, dejar de soñar con la pareja fogosa de película y apuntar a lo que es más posible en una relación estable. Más adelante, habrá tiempo de escalar y pasar de niveles. Los expertos en pareja aconsejan empezar por los besos. ¿Cuánto hace que no chapás como en los comienzos de la relación, solo por chapar? Que no sea para tener relaciones, sino besarse por el mero hecho de encontrarse y de estar juntos. Pero ojo, que no hablamos del pico de cuando llegás a casa, sino de besos apasionados, con ganas, con deseo, con mirada y sensualidad. Esta es la primera clave (que, además, es BBB: buena, bonita y barata), y de ella van a surgir algunos interrogantes que van a movilizar un poco la relación: ¿desde dónde están pensando la sexualidad, desde el mandato de que la pareja debe tener relaciones o desde la conexión real con el placer?
3) Revisá tus expectativas sexuales de hoy: con relación a esto, el error más frecuente es caer en la idea de que tu vida sexual “ya no es como antes”. La verdad es que no lo va a ser si fuiste mamá o estás desde hace años en la misma relación. Hay que tener expectativas reales y lógicas, y una bajada que te permita entender dónde estás ahora.
Monogamia: ¿construcción o convicción?

Las parejas poliamorosas son nuevas formas de explorar los vínculos. - Créditos: Getty
Se puede amar a alguien y aun así ser infiel; hay relaciones abiertas en las que lo que une es un gran amor. Al parecer, los seres humanos no fuimos diseñados para la monogamia, sino que es producto de una construcción social. Entonces, ¿será que el menos infiel es quien mejor se adapta al sistema? ¿El más obediente, aquel o aquella a quien criaron para acatar más? Como decíamos, la fidelidad no tiene que ver necesariamente con el amor como única variable, porque en las relaciones abiertas también hay amor.
Es más bien una construcción interna en la que uno mismo elige ese modelo para su vida. Quizá tenga que ver con la estructura psíquica: hay personas que se “sobreadaptan”, es decir, que entienden la “orden” y la aceptan como un límite del cual no se corren, posiblemente porque crecieron incorporando reglas, y eso les sale fácil y natural. Puede que tu tolerancia a la frustración sea baja, entonces elegís un estilo de vida más seguro en el que no tengas que vivir desencuentros. Quizá tenga que ver con poder sostenerse en esa ambivalencia de deseo adentro y deseo afuera.
En la fidelidad quizás haya personalidades no tan impulsivas y personas más dependientes que no necesitan la trasgresión del límite, para sentir que pueden validar el amor. Pero no quiere decir que los que se quedan en una pareja exclusivista rechacen que parte de la monogamia es seguir deseando a otras personas. La gran y engañosa “construcción social” es la creencia de que la monogamia anula el deseo: ojos y ganas tendremos siempre para otros, y eso no implica que la elección vaya a verse afectada.
Mientras nos haga sentir que estamos presentes en la decisión, y que para sostenerla no nos sentimos presas, bienvenida. El compromiso es con vos.
Responsabilidad emocional y dopamina
Si bien es real que la infidelidad está asociada a una falta de amor o a un problema en la pareja, no siempre tiene que ver con eso. A veces, está ligada a la búsqueda de una nueva versión de nosotros mismos. Claro que esos momentos suelen ser llevados por la impulsividad, pero no siempre son producto de una crisis ni de “estábamos mal, entonces...”.
¿Qué es lo que se busca con la infidelidad? Es importante analizar qué pasa en la vida de esa persona que es infiel. La búsqueda de dopamina es algo frecuente, muchos necesitan hacerlo para “sentirse vivos”, y es cierto que pocas experiencias como la infidelidad ofrecen esos niveles de dopamina. Hay veces que viene por una búsqueda de validación que algunos adultos necesitan. Esto, en general, hunde su raíz en la infancia: los chicos buscan a sus padres para regularse emocionalmente cuando las situaciones desbordan y desequilibran. Atravesar crisis como un despido laboral, la menopausia, un duelo, un tratamiento de fertilidad o cualquier situación que te pone en jaque y genera estrés puede llevar a una búsqueda de regulación o validación a través de otro. Un ejemplo claro: la infidelidad por parte del hombre en una pareja hetero durante un tratamiento de fertilidad es bastante frecuente. Esto no tiene que ver con que se extinga el amor, sino con la necesidad de sentirse deseado, de saber que el deseo está ubicado también en él y no solo en un embarazo. Trascender el juicio de valor nos puede hacer entenderlo.
Romper el pacto de confianza
No obstante, si alguno de los dos miembros de la pareja rompe el pacto de confianza de la fidelidad, claramente no va a ser gratuito. Puede que el otro no se entere, pero las consecuencias pueden dañar tu autoestima, el amor propio y la seguridad personal. Entonces, la recomendación es que, ante la inquietud de estar con otra persona, el planteo te conviene hacerlo hacia adentro y no culpando ni señalando lo que tu pareja hace mal.
¿Desde qué lugar estoy rompiendo el pacto de confianza y para qué? Repensar eso te va a correr de esos lugares en los que la respuesta es “fue una calentura” y te deja muy vacía. Lo mejor es tomarse el tiempo para decidir, poner estos sentimientos sobre la mesa en alguna terapia o hablar con alguien de confianza acerca de estas emociones encontradas.
Otro dilema: ¿lo hablamos o lo callamos?
Compartir tus ganas de ser infiel con tu pareja (o incluso la confesión de haberlo hecho) es tomar un riesgo. En algunos contextos, compartir lo que te está pasando puede servir para aliviar el dolor o para solucionar algo en conjunto, pero hay que evaluar cuándo es para mejor y cuándo va a llevar a una crisis más pantanosa. Diferenciar entre sinceridad y “sincericidio” implica ser consciente de que la honestidad es buena, pero también lo es cuidar a la pareja y no lastimarla sin sentido.
No seremos los mismos (por suerte)
Las infidelidades, como cualquier crisis, vienen a hacer planteos sobre temas de los que no se hablaba. Muchas parejas creen que discutir es pelear: “¿para qué hablar de esto si vamos a terminar peleando?”. Lo positivo de esta situación es que puede poner en relieve los elementos comunicacionales que estaban en déficit, y ser el impulso para aprender a negociar, decir lo que se siente de buena manera y aprender a llegar a acuerdos.
Puede ser una gran oportunidad de cambio en la pareja y también individual, donde cada uno se empiece a cuestionar el rol estereotipado que venía teniendo (y que quizá ya no lo hacía feliz). La infidelidad puede servir para repensar la pareja y modificar algunas conductas que funcionaron como caldo de cultivo dentro de la monogamia. La infidelidad no siempre lleva a la separación: de hecho, son más las parejas que no se separan. En cambio, les permite releerse y tener una oportunidad de cambio en varios puntos: sexualidad, crianza, los modos, el vínculo y la manera de comunicarse.
¿En qué situación estás?
1) “Me tiento, pero no quiero caer”.
Entraste en la ambivalencia donde te tienta una persona pero, a la vez, no querés caer. El deseo, en la teoría de la monogamia, está prohibido, pero en la práctica, somos seres deseantes; entonces, hay una estructura que limita mientras tu cuerpo te pide algo más.
Una clave: tomá distancia para reflexionar en qué lugar estás y decidir en forma adulta y madura cuáles serán las consecuencias de tus actos. Reemplazar la impulsividad para pasar a un proceso elaborado en el que sepas lo que estás poniendo en juego te va a permitir disfrutar mucho más, tomes la decisión que tomes.
2) “Me cagaron y no lo puedo superar”
Muchas personas perdonan pero no olvidan: “Nunca volvimos a ser los mismos, nunca volví a tener orgasmos, mi deseo se aplacó por completo”, son algunas de las frases que suenan en los consultorios de parejas después de una infidelidad. Lo cierto es que no todas las veces los cuernos son perdonables. Entonces, ¿cuándo dejar pasar y cuándo no?
Una clave: el límite es el de cada uno, y ahí lo que vale es poder escucharse y ponerse un freno a tiempo. Es fácil decirlo y difícil pensarlo con claridad porque lo que prima siempre es el deseo de volver a construir, unificar y no disgregarse como familia, pero ¿cuánto vas a hipotecar tu felicidad? Hay que escucharse más allá del dolor, y no seguir caminando con quien ya no se tiene un proyecto en común.
3) “Me duele, pero estoy para perdonar y seguir adelante”
Si la idea es reconstruir el vínculo posinfidelidad, tené en cuenta que la relación nueva no puede ser a base de recriminaciones. Cuando alguien se entera de que le han sido infiel, comienza un proceso de duelo que su pareja tiene que acompañar.
Una clave: date tiempo para entender los vaivenes emocionales; sabé que habrá momentos de mucha exaltación, con sensaciones como “somos los mejores y vamos a poder salir de esto” (claramente, una sobreadaptación a esa crisis), mezclados con otros de extrema depresión y pesimismo. La bipolaridad será el estado reinante, y es parte del proceso para entender lo que pasó.
4) “Fui infiel y el vínculo ya no es el mismo”
Quien fue infiel tendrá que entender que hubo un trauma en su pareja y que, si quiere recuperarla, va a tener que dar explicaciones, y posiblemente repetirlas hasta el cansancio. Una clave: es probable que quien se entera de una infidelidad tome un rol de “detective” y quiera saber cada dato de fechas, lugares y detalles. El factor sorpresa genera trauma y es importante contener eso, satisfaciendo la demanda de respuestas. Pero también, al cabo de un tiempo, es tu responsabilidad poner un límite: “Te voy a explicar todo esto y lo voy a hacer cuantas veces necesites, pero también tiene que haber un punto final”.
“Elijo estar con vos”, por la Lic. Asunción Barrancos (*)
Durante siglos, la monogamia fue un pilar moral y social. Se la asoció con el orden y la pureza, pero también con el control y el miedo al deseo. Más que una elección, muchas veces fue un mandato silencioso: se suponía que debía ser así. Entenderla como un acuerdo implica asumirla desde la conciencia. Amar no es solo ser exclusivo, sino conversar, no dar por sentado. Hablar de fidelidad, deseo y límites reduce la ansiedad y los malentendidos, fortalece la confianza y aumenta la autoestima.
No es lo mismo decir “no podés estar con nadie más” que “elijo estar con vos”. La primera frase nace del miedo; la segunda, de la libertad. Cuando la monogamia se vive como un acuerdo libre, refuerza la empatía y la comunicación. Saber que el otro te elige sin obligación da calma y seguridad. La exclusividad deja de ser control para transformarse en cuidado. Esa claridad emocional reduce el estrés, mejora el descanso y fortalece el bienestar psicológico. La monogamia también ofrece contención: saber que hay alguien estable con quien compartir la vida disminuye la sensación de soledad y aumenta la resiliencia.
En tiempos de inmediatez y vínculos fugaces, comprometerse desde la conciencia se vuelve un acto de salud mental. La monogamia no es la única forma válida de amar, pero cuando se elige libremente, puede ser un refugio emocional sólido, donde el deseo y el compromiso se equilibran en libertad.
(*)Psicóloga especialista en terapia de pareja.
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