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Claves para dejar ir: ¿cómo cerrar un ciclo y prepararse para uno nuevo?

Los finales casi siempre nos cuestan. Como empezamos a transitar los últimos dos meses del año, te proponemos adelantarnos un poco, cambiar el foco y percibir lo que fue y lo que está siendo hoy, desde la aceptación, la alegría y la calma.


Cerrá el año

Cerrá el año - Créditos: Gustavo Sancricca



Estamos ya casi en noviembre. Los dos últimos meses del año están ahí nomás. Bah, acá mismo. Casi encima. Y por eso, entrar en “modo fin de año” parece inevitable. De pronto, tenemos la sensación de que estamos escribiendo en los márgenes de la última hoja de nuestro viejo cuaderno, apuradas por arrancar uno nuevo, bien blanco y con todas las hojas sin estrenar. Pero sabemos que el calendario cronológico y el de la vida no necesariamente coinciden. El final del 2022 está acá y hay trabajos que redondear, vacaciones que programar, un Mundial de fútbol, y un calendario de eventos que -de solo leerlo- podría estresar a más de uno. Y por dentro, todos nuestros procesos afectivos y emocionales están en carne viva, aumentados y quizás exacerbados por el cansancio y la percepción de que el tiempo se acaba. En el horizonte, pareciera haber un tiempo que se acorta y vos estás obligada a terminarlo todo rápido y bien.

La buena noticia es que ese supuesto fin no existe. Es un dibujo que solo tiene lugar en nuestra cabeza. Los fines de año casi siempre proponen estrés, pero nosotras disponemos. Podemos subirnos a la ola del frenesí o podemos usar la confianza, parar y contemplar(nos).

Por eso, pensamos en el concepto de “closure” –que viene de completar, culminar, realizar– y de paso aprovechar el final del año cronológico, también como una oportunidad para “cerrar temas” –proyectos, deseos, emociones, vínculos–, aunque sea en nuestra mente y en nuestro corazón. Y con la conciencia de que cerrar no es ni abandonar ni dejar de lado ni clausurar de forma definitiva, sino simplemente ponerle un buen moño y un lindo envoltorio a lo que tenés hoy, para entregarlo. ¿A quién? No sabemos, quizá sea al universo y sus misterios. Porque darle un cierre también es una forma de agradecer por lo que fue y por lo que nos dejó, sabiendo lo que ya no queremos.

A nivel mental, se trata de un cambio de óptica, nada más. Te proponemos frenar y registrar lo que logramos y lo que nos da alegría. Y aprovechar para mirar de frente y saludar con alguna pena todo eso que no fue y hasta entristecernos por lo que a todas luces no va a ser. Esto es siempre preferible a la irreal sensación de que se avecina una catástrofe y nuestra ansiedad por evitarla.

La importancia de parar y observar

Estamos hechas para seguir, y seguir, y después... seguir. De algún modo, nuestro cerebro está programado para que sea el afuera el que nos ponga límites y no a determinarlos nosotras.

En la base de este modo tan típico de comportarnos está la insatisfacción. El psicólogo social Daniel Gilbert mostró cómo mucho de esto tiene que ver con la mente humana. Hizo un experimento con unas fotografías; a un grupo de personas le dio una imagen y le dijo que la podía cambiar por otra. Al otro grupo le repartió la misma imagen y le dijo que no la podía cambiar. ¿El resultado? Estaban mucho más satisfechas con su imagen las personas que no tenían la posibilidad de devolverla. Siempre que tengamos la percepción de que hay más por elegir, vamos a seguir comparándonos o evaluándonos en lugar de apreciar la imagen que nos tocó.

Visto así, cerrar el año no tiene que ver con tildar ítems de tu to do list anual y deprimirte por los que quedaron sin tachar –que, sin duda, serán muchos–, sino con ver quién sos y habitar lo logrado. ¿Cuántas veces, a lo largo de los 365 días del año, tenemos la oportunidad de asomar la cabeza por sobre lo urgente y visualizar lo importante?

Soltar (lo que fue y lo que no)

¡Cuánto escuchamos la palabra “soltar”! Si tenés esa pizca de control freak que te hace soplar el mundo para que gire, seguro que hasta te irrita verla y escucharla en todos lados. Quizá lo que nos falte sea definirla un poco más, así le perdemos el miedo. Soltar es alivianar nuestra mochila. Es entregar esa experiencia como un regalo, es envolverla, adornarla y embellecerla para despacharla y que no nos ocupe más espacio en nuestra alacena mental y emocional. ¿Una clave para hacerlo?

Sentir cómo estamos. Tomá esa experiencia que necesitás cerrar y analizala. ¿Sentís mucho peso sobre la espalda? ¿Por qué necesita un cierre? ¿Qué es lo que te molesta o te incomoda de esa experiencia, ese deseo, ese proyecto o ese vínculo? ¿Qué lugar sentís que está ocupando y que podría ocupar otra cosa? ¿Te está sumando o quitando energía?

Transformarlo en experiencia y aprendizaje. Lo que quieras cerrar no tiene que ser un “lastre”, sino más bien una experiencia. Cambiemos las piedras de esa mochila que pesa por recursos y herramientas; elijamos cuáles queremos llevar con nosotras y cuáles no. Y las que no: ¡despachémoslas! Este año tenías un proyecto –el que fuera, desde un emprendimiento profesional o una convivencia con una pareja hasta un viaje o una refacción en casa–. Lo iniciaste, le pusiste todo, pero no resultó. Bueno, podés tomar nota de lo que funcionó y de lo que no y dejarlo en tu lista de posibles proyectos para el año que viene.

Visualizarte como humana y falible. En este punto es probable que caigamos en lo ideal más que en lo posible. Por eso está bueno visualizarnos humanas y falibles. “Hasta acá dependía de mí” y “hasta acá pude” deberían ser nuestros mantras findeañeros. Como dice nuestra psico, Inés Dates: “Hay que cuidarse de no evaluar nuestras decisiones con el diario del lunes”. Pero ¿entonces qué? ¿Pasado pisado? Mmm, no. ¿Quedarnos a habitar ese pasado? Tampoco: la vida no es como una peli que se puede rebobinar. “Dejalo en una repisa”, dice Ine. “Y después... ocupate de tu presente”.

Abrazar con amor y gratitud algo que se terminó es la mejor manera de atesorarlo, porque la manera que vos tengas de “cerrar” algo también será, a futuro, la manera que tendrás de recordarlo y de capitalizarlo como experiencia.

Abrazar con amor y gratitud algo que se terminó es la mejor manera de atesorarlo, porque la manera que vos tengas de “cerrar” algo también será, a futuro, la manera que tendrás de recordarlo y de capitalizarlo como experiencia. - Créditos: Gustavo Sancricca. Realización de Diego Andrés Martínez (DAM). Producción de Bár Midley.

Construir un final amoroso. Por ejemplo, si tu algún vínculo o proyecto se terminaron, sufriste un montón y sentís que el duelo se te hace eterno, es momento de decirte: “No voy a permitir que este dolor, transformado en enojo, me empañe todo lo que vivimos”. Entonces, abrís las manos –incluso si pudieras hacer el ritual y el gesto con las manos abiertas, sería mejor– y lo dejás ir. Lo entregás. Abrazar con amor y gratitud algo que se terminó es la mejor manera de atesorarlo, porque la manera que vos tengas de “cerrar” algo también será, a futuro, la manera que tendrás de recordarlo y de capitalizarlo como experiencia.

Amigarte con la pérdida. Y sí, también lo sabemos: en esa mirada hacia lo que fue (y lo que no fue), a veces nos toca perder. Y ya sabemos que perder es muy, pero muy feo y tiene muy mala prensa, porque suele ser visto como sinónimo de fracaso y hasta de desastre. Nuestro cerebro enseguida lo tiñe con sus miedos ancestrales y todo parece de “vida o muerte”. Pero, en realidad, perder, como dice la poeta Elizabeth Bishop, es un arte que podemos dominar. Aun abrazada a la pertenencia (a tu mundo, a tus seres queridos, tus sueños y, sobre todo, a vos misma), podrías perderlo todo y seguir en pie, más fuerte y clara.

De otro modo, parece que el calendario nos marca la línea pasado-futuro, entre lo que fue y será; entre éxito y fracaso. Dejamos de ver la vida como un "estar siendo", con sus ciclos y procesos. Paradas al borde del precipicio, el que se nos escapa es el presente. Sobre lo que fue no podemos obrar; sobre lo que será, tampoco; sobre el hoy sí. Solo construimos desde el presente.

Si viene algo de bajón o incertidumbre, entonces seteá los siguientes comandos en tu cabeza y repetilos como afirmaciones frente al espejo: “Yo pude, yo soy amada, yo sé”.

Abrirse a nuevas posibilidades

Estos meses también son momentos en los que se tocan las tristezas del cerrar y la ilusión de lo por venir. Pero cada ilusión es independiente de las otras y no se anulan mutuamente. Así que bien puede ser tiempo de conectarnos, de a poquito, con nuestros proyectos. En este tiempo, lo más que podemos hacer sobre ellos es abrir las preguntas (aunque aún no podamos contestarlas): ¿entran del lado del deseo o de la exigencia? ¿Es lo que quiero o es lo que se espera de mí? ¿Qué requieren de mí esos nuevos proyectos?

La idea de self editing viene genial para lograr esto. Es como si agarráramos nuestra vida, la imprimiéramos en un papel y con un resaltador flúo marcáramos a qué prestarle atención. Tiene que ver con organizar: “¿Qué cosas valen hoy para mí?”. Incluso, una forma posible y práctica de cerrar también es el “por ahora no”. ¿Quiero cerrar mi etapa de trabajar en relación de dependencia? ¿Quiero terminar una pareja o una amistad que siento que ya no me cierran? ¿Quiero abandonar un hobby o cambiarlo por otro con el que sintonice mejor? “Por ahora no” también vale como respuesta. Recordá que “siempre” y “nunca” son categorías que no existen en el plano de lo humano. Y que todo aquello que cierres –salvo que sea algo muy tóxico y que ya no quieras más para tu vida– tiene la chance de volver a abrirse más adelante, cuando vos lo decidas. El solo hecho de preguntarte dónde estás parada hoy y a dónde querés ir es ya una forma de cerrar tu año y de redefinir quién sos.

Los hermanos Chip y Dan Heath – en su libro The Power of Moments– descubrieron que nuestros momentos más positivos y memorables están dominados por cuatro elementos: elevación, visión, logro y conexión. Si abrazamos estos elementos, vamos a poder definir cuáles momentos son significativos para nosotras –qué criterios definen lo importante para nosotras– y hacia dónde apuntar las flechitas el año próximo.

La clave es, como siempre, plantarte en el presente. Supongamos que hay una relación (familiar, de amistad o de pareja) que de repente se complicó. Bueno. Una opción es decir: “Está todo perdido para siempre, chau a todo”. Otra es preguntarte: “¿Qué puedo hacer hoy al respecto?” y, cuando tengas la respuesta, accionar. Hacer algo real y concreto, por chiquito que sea, para alivianar el tema.

Cerrar nos cuesta. Enseguida estamos criticando lo que faltó y mirando lo que viene. Para poder ver nuestros logros, quedarnos a saborearlos y decirnos: “Esto fue más que suficiente”, tenemos que entrenar nuestra mente de modo muy consciente.

Estos meses también son épocas de cosechas. A veces recolectamos unos tomatitos rojos y brillantes; otras, unos yuyos que no sirven más que para seguir alimentando la compostera. ¡Y a veces ni eso! En este sentido, darte un paseo por tu jardín para ver qué hay siempre es una buena idea. Lo que recibiste, lo que no. Lo que vino y lo que se fue son buenas razones para agradecer. ¿Qué querés empezar a llevarte de este año? ¿Qué elijo dejar y soltar de este 2022? Y agradecelo.

Ojo: dejar, cerrar o soltar no quiere decir esconder bajo la alfombra ni evitarlo, y tampoco alborotarse. Sino un simple “no pude”, “no era el momento”. Y volvé a decirte “Gracias” por todo eso. Así te conectás con una energía de poder (en el sentido de fortaleza, más que de fuerza).

Expertos consultados: Lic. Inés Dates, nuestra psicóloga y Lic. Mauricio J. Strugo, psicoterapeuta gestalt.

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