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11 de diciembre de 2025 • 11:11

Dejar de exigirle al cuerpo mejora tu salud hormonal en diciembre: microprácticas para lograrlo - Créditos: Getty
Llega esta época del año y parece que, a todas las exigencias que ya cargamos —trabajo, maternidad, vínculos, rendimiento, entrenamiento, piel divina, alimentación perfecta—, le sumamos el cierre anual, los balances, la cena navideña, los regalos, la decoración y las expectativas. Y todo sobre un cuerpo que es cíclico. Entonces me pregunto —y te lo traslado—: ¿cómo llega mi cuerpo cíclico a diciembre? ¿Y, desde ahí, cómo planifico, organizo y decido sin forzarme de más?
En un mundo que nos empuja a ser más y rendir mejor, no sorprende que pretendamos que el cuerpo funcione como una máquina: lineal, parejo, estable. Pero el cuerpo no es una máquina.
Para explicarlo, quiero citar el libro El arte de no amargarse la vida. Rafael Santandreu, psicólogo especializado en terapia cognitiva, propone algo simple y revolucionario: aceptar nuestras limitaciones. A esto lo llama orgullo de la falibilidad: sentir orgullo de ser humanos, imperfectos, sensibles, cambiantes.
En lenguaje hormonal: orgullo de ser personas cíclicas, sin exigirnos estar bien todo el mes para sentirnos valiosas. No significa resignarnos, sino vivir con más paz esta época del año. Bajar el volumen de la autoexigencia, que se traduce en tensión, estrés y síntomas físicos. Porque cuando nos exigimos ser perfectas, el cuerpo lo siente.

El arte de no amargarse la vida, del psicólogo Rafael Santandreu, propone aceptar nuestras limitaciones. - Créditos: Getty
Cuando peleamos con el cansancio, con el SPM o con la sensibilidad, sube el cortisol. El sistema nervioso se pone en alerta, los músculos se tensan, la inflamación aumenta, el dolor se intensifica. Aceptar no es rendirse: es regularnos. Es permitir que el cuerpo vuelva a un estado más seguro, más calmado, más neutro.
Por eso siempre digo: el bienestar cíclico empieza cuando dejamos de juzgarnos y empezamos a escucharnos.
Vivimos en una cultura obsesionada con el bienestar perfecto: cuerpo ideal, energía constante, piel luminosa siempre, ánimo elevado, cero dolor. Como si estar bien fuera no sentir nada incómodo. Pero si cambio la mirada —Hoy estoy premenstrual. Estoy más sensible. Está bien. Mi cuerpo está haciendo lo que corresponde. Puedo estar cansada y estar en paz.— algo se afloja por dentro.
Tal vez el bienestar real no esté en controlarlo todo, sino en habitar la naturaleza que somos.
El arte de no amargarse la vida, aplicado al ciclo, es esto: dejar de querer ser lineales para empezar a ser honestas.
Quizás este diciembre no se trate de poder con todo, sino de poder con nosotras. Escucharnos, sentirnos, elegirnos: ese también es un acto hormonal de amor.

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