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Síndrome de burnout: ¿estás por renunciar? Claves para no quemarte
¿Estás cerca de renunciar? ¿Sentís el Síndrome de Burnout? Te damos algunas claves para tomar conciencia de tu malestar y no quemarte.
23 de junio de 2024
Dencansá antes de renunciar: claves para evitar el burnout. - Créditos: Getty
Tenés cientos de emails sin leer, esperándote en tu casilla. Trabajás sin parar, pero tu lista de pendientes, en lugar de acortarse, es cada vez más larga. Te la pasás apagando incendios en lugar de ser proactiva. Y estás tan cansada que, cuando apagás la computadora, no te queda más energía para interactuar con amigos y te quedás echada viendo alguna serie. ¿Lo más feo? Cada vez estás más desmotivada, porque pareciera que, por más que te esfuerces, nunca llega la calma. Ya solo fantaseás con renunciar.
Y a veces pasa lo mismo en casa: platos sucios, el loop de la ropa y las tareas de los chicos, qué cenamos hoy, ya no hay ganas de jugar y la paciencia se perdió hace rato. Y al final, lo único que querés hacer es salir corriendo de ahí.
¿Te pasó? Si lo experimentaste, sabrás que ese estado de estrés excesivo y prolongado puede llevarnos de la mano y sin escalas al burnout, y esto, antes o después, dejarnos emocional y físicamente que-ma-das.
Conversamos con la psicóloga Manuela Dávalos Escudero @psicomanudavalos para esclarecer saber cómo actuar ante un posible caso de burnout.
¿Cómo saber que es momento de frenar?
Todas hemos sentido alguna vez esa sensación de no poder más, de estar agotadas, vacías, sobrepasadas y desganadas. Si llegaste a este punto, es clave frenar para prevenir el agotamiento y el estrés crónico.
Una vez que experimentamos burnout, nuestra habilidad para desenvolvernos en todos los aspectos de la vida (no solo en el trabajo) se ve afectada. Pero no hace falta llegar a tanto. Podemos estar atentas a las señales que nos indican que necesitamos una pausa en nuestra rutina antes de agotarnos.
Es momento de descansar si tenemos:
Trastornos del sueño o cansancio constante (aunque hayamos dormido lo suficiente).
Problemas para concentrarnos, cometiendo errores que antes no cometíamos.
Falta de interés, o ya no te alegran los logros laborales.
Malestar físico: migrañas, dolor de cuerpo o de estómago.
Cambios en tu estado de ánimo (te sentís muy irritable, triste o ansiosa).
Desmotivación: sentir que las actividades que antes disfrutabas ya no te generan placer.
¿Y entonces, qué hacemos?
En estos casos va a ser beneficioso para vos que tomes un descanso, para recuperar claridad y recargar las energías que necesitás para enfocarte en tus objetivos de forma más efectiva. Traducción: quizá sea hora de unas buenas vacaciones, de reducir tus horas de trabajo o de poner límites más claros en tu ambiente laboral. ¿Y en la familia? No hay chance de renunciar, así que tomar tiempo para vos y tu autocuidado y una comunicación abierta son claves.
Felicitate por haber detectado que ibas camino al burnout, y frená a tiempo. Así vas a priorizar tu bienestar a largo plazo, y también vas a poder encarar los cambios necesarios para lograr una solución sostenible en el tiempo.
Recargá tus pilas
Cuando agotaste todas las baterías, es importante poder resetearte y recargarlas. Y probablemente no te alcance con una escapada de fin de semana. Pero ¡ojo! que descanso no significa necesariamente dormir.
Descansar es frenar en el trabajo y reparar las fuerzas. Y esto no solo se logra en estados de quietud. Te dejamos unos consejos que suman mucho:
Programá tu rutina diaria. Agenda en mano, programá tus momentos para trabajar, comer, pasar tiempo con tu familia o ir al gimnasio. Esta organización nos puede ayudar a sentir que controlamos mejor nuestra vida y reducir nuestros niveles de estrés. Y, de paso, nos da una dosis de realidad: antes de decir que sí a una tarea laboral, nos fijamos si tenemos tiempo. La clave está en no empezar a sacrificar las cosas que te hacen bien, como tus momentos de ejercicio o de descanso, en pos de trabajar más y más.
Hacé un detox digital. Tomate unos días sin redes sociales o sin tele. Mejor, charlá con amigas, escuchá música, pintá mandalas o leé un libro que te guste. Vas a ver cómo en poco tiempo cambia el ánimo, te sentís más conectada con vos y con más energía.
Meditá. No hace falta sumar otra actividad a tu agenda apretada: podés simplemente buscar en Spotify una meditación de atención plena. Si no es lo tuyo, probá con una práctica de yoga en YouTube. Ambas son geniales para reducir el estrés y conectarte con vos misma.
Hacé actividad física. En serio. Priorizala. Te va a cambiar el estado de ánimo para bien.
Prestá atención a tu alimentación. Evitá consumir mucha cafeína, azúcar y alimentos ultraprocesados, que pueden empeorar los síntomas del agotamiento.
Dormí. Siestas largas, power naps, noches ininterrumpidas. Así es como nuestro cuerpo se repara y revitaliza para hacerle frente al estrés.
Tomate tiempo para vos. Buscá un ratito para hacer alguna actividad que te dé alegría y que te ayude a recargar energías: leer un libro, conectarte con la naturaleza, tocar un instrumento o simplemente relajarte en casa.
Es importante buscar apoyo y pedir ayuda a profesionales de la salud mental, amigos o familia. No te sumes compromisos extra y evitá el exceso de trabajo. Tenete paciencia y volvé a evaluar tus prioridades, es un proceso de día a día.
Experta consultada: Manuela Dávalos Escudero. Psicóloga. Ig: @psicomanudavalos.
Antes de renunciar, comunicá tu cansancio
Por la lic. Inés Dates, psicóloga. @ines.dates.viviendo.
¿Qué es el cansancio? Una serie de señales, emisarias de aspectos de nuestra biología que nos reclaman que les permitamos usar recursos para reponer gastos que podrían ser dañinos. Si seguimos usando esos recursos, esos aspectos de nuestra biología quedan peligrosamente descuidados.
¿Qué es el descanso? Darle lugar a esto. Y es un embole. La actividad nos resulta muy agradable, hace que nos sintamos valiosas y productivas, por esto nos resulta muy difícil de administrar. No sé si te diste cuenta, pero sentirnos valiosas cuando no estamos haciendo no es tan fácil. Nos cuesta bajar de la excitación. Nos resulta, incluso, doloroso. Tiene que ver con una sustancia que segrega nuestro cerebro que se llama dopamina y que, de pronto, cae.
Y viene con malestar.
Por esto, aceptar que estamos cansadas y descansar requiere que nos sintamos acompañadas, protegidas y con derecho. Esto no es una tarea que se logra de una vez, sino una tarea en continuo fluir, un constante diálogo entre “valgo porque hago” y “mi valía me sigue sosteniendo cuando tengo que descansar”.
Primero puedo, hago, voy, vengo. Lo valoro. Después me permito no poder: me permito habitar el molestísimo no puedo. Entonces sí, estoy en condiciones: me siento en derecho a descansar.
Nuestra tarea es llegar a este punto. Así vamos a poder comunicar nuestro cansancio sin pedir permiso ni dar explicaciones. Algo tan simple y claro como “me recuesto un rato a descansar”.
¡No esperes que el otro esté contento con esta decisión! Sobre todo si está acostumbrado a que jamás le falles.
Hay que ser muy valiente para cuidarse, y la recompensa es la salud. Nada más... y nada menos.