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¿Por qué fingimos el orgasmo?

Muchas mujeres fingen su deseo, exageran el disfrute para no incomodar ni herir a sus parejas. Pero: ¿cuánto pesa la mirada ajena? ¿hasta dónde postergamos el deseo propio por “cuidar” al otro?


¿Por qué fingimos el orgasmo?

¿Por qué fingimos el orgasmo? - Créditos: Getty



“Cuando tengo relaciones exagero un poco”. “Finjo para que mi pareja no se sienta mal.” “Si no le digo que llegué al orgasmo, insiste, y yo me quiero ir a dormir.” “Le miento…¿está mal?” Estas frases se repiten en el consultorio de sexología y en mis redes. Muchas mujeres fingen su deseo. El problema no es sólo que fingen el orgasmo, sino que exageran el disfrute para no incomodar ni herir a sus parejas.

Empiezo a preguntarme: ¿cuánto pesa la mirada ajena?, ¿cómo entendemos la sexualidad y hasta dónde postergamos el deseo propio por “cuidar” al otro? Pero… ¿a quién le mentimos cuando fingimos?

 

Según un estudio publicado en The Journal of Sexual Archives, más del 60% de las mujeres heterosexuales ha fingido un orgasmo. En la mayoría de los casos, no fue por juego ni fantasía, sino para evitar herir, para salir del paso o terminar rápido la relación sexual. Algunas lo hacen por costumbre, otras por sentirse exigidas, y muchas por miedo a alterar el delicado equilibrio del vínculo. Es el temor a comunicar lo que no te gusta y lo que sí, como si fuese el equivalente a invalidar cualquier esfuerzo que la pareja haga por complacer. 

Fingimos para no incomodar, para proteger, para sostener una imagen. Aprendimos que si hay orgasmo la relación sexual fue “exitosa”, como si el placer solo valiera si llega a una meta. Pero el precio de silenciar el propio disfrute es alto: nos alejamos de nosotras mismas, del deseo genuino, del derecho al goce. Fingimos hacia afuera, sí. Pero también hacia adentro. Con el tiempo nada bueno sale de ahí, lo veo continuamente en las consultas de sexología: malestar, baja del deseo o síntomas como vaginismo o dolor durante el sexo.

 

Pero el tema no se limita a lo sexual, porque: ¿Qué te pasa cuando tenés que pedir algo a tu pareja? ¿Sentís que podés decirle que algo no te gusta? ¿Qué aprendiste sobre ser una “buena mujer”? Muchas vamos descubriendo que lo que está en juego no es solo el orgasmo, sino una lógica relacional en la que el deseo queda archivado en un subsuelo por priorizar la armonía. Pero esa armonía, si no incluye la dinámica real del deseo, es frágil. 

Hace unos días me llegó este mensaje en redes: “Mi pareja cree que estoy con otro porque no tengo deseo. El problema es que siempre fingí y ahora no sé cómo decirle lo que no me gusta, y me quedo callada”.  Si cuidar el vínculo implica silenciarse el problema es circular, porque ese silencio en el sexo afecta al vínculo, la pareja se empieza a hacer algunas preguntas cuando aparece el desinterés, la evitación, la falta de deseo. Es entendible, aunque es curioso -y no casual- que la única explicación que encuentran es que “estás con otro”. 

Entonces, para que empecemos a preguntarnos: ¿Qué lugar tiene mi voz? ¿Qué me gustaría que pase y qué necesito para poder pedirlo? ¿Me permito decir lo que quiero? No hay fórmulas mágicas. A veces, hace falta re aprender a desear, reconocer el propio ritmo, desarmar mitos. Y sí, puede ser difícil. Te invito a vivir ese desafío, dejar de poner el placer en pausa. Porque cuando dejás de fingir y le ponés voz a tu deseo otorgás lugar a una sexualidad más auténtica, más tuya. Y eso, créeme, se nota.

Gentileza para OHLALÁ! Ig: @lic.marianakersz

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