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"Mi pareja quiere tener sexo siempre, yo nunca": sugerencias de una experta para abordar el deseo

¿Qué pasa cuando una persona tiene deseo sexual y la otra no? En esta nota, la Lic. Mariana Kersz —psicóloga y sexóloga— invita a revisar mitos, creencias y mandatos que nos alejan del deseo genuino. Porque el deseo no es automático ni espontáneo: se construye, se cuida y también puede recuperarse.


una pareja discute en la cama

En las relaciones de pareja el amor no es suficiente: claves para un vínculo sólido y duradero. - Créditos: Getty



“Amo a mi pareja, pero no tengo deseo”, “todo el tiempo quiere, siento que le fallo”, “creo que hay algo mal en mí, no tengo el mismo deseo que mi pareja”, escucho a diario en el consultorio. Cuando el deseo sexual no aparece, o cuando hay cierta comodidad en dejar que el otro sea quien inicie siempre, el vínculo empieza a resentirse. Y entonces es habitual que aparezcan exigencias, la ansiedad, la presión y, muchas veces, la culpa o la tristeza. Porque, aunque estemos criadas con la idea de que el amor todo lo puede, la realidad es que el deseo no siempre va de la mano del afecto.

El deseo sexual no es una luz que se prende y se apaga sola. Tiene ritmo, requiere contexto, y hay que cuidarlo para que siga vivo. ¿El deseo se construye? Sí. ¿Cuesta más activarlo cuando pasaron cinco o diez años de relación? A veces, sí. Pero no es imposible. 

 

Existe una fantasía común que nos juega en contra: si amás a tu pareja entonces tenés que desearla siempre. Y si eso no pasa, algo está mal con vos, con tu pareja o con la relación. Pero n es tan simple. El deseo no es automático, no es predecible y, sobre todo, no es espontáneo.

De hecho, un estudio publicado en The Journal of Sex Research mostró que, en relaciones largas, el deseo sexual suele disminuir con el tiempo y especialmente en mujeres. No se trata de que haya menos amor, sino de que las condiciones que alimentan el deseo (tiempo, juego, novedad, conexión emocional) muchas veces desaparecen sin que nos demos cuenta.

Si además hay discronaxia —es decir, cuando una parte de la pareja tiene ganas y la otra no—, la distancia se agranda. Una se siente presionada. La otra, rechazada. Y el deseo, acorralado entre la obligación y la culpa, desaparece todavía más. Lamentablemente esto es lo que todos los días veo en mi consultorio de sexología y en las redes sociales: “siempre quiere, yo nunca” es la frase que se repite casi como un mantra. Pero el problema no termina ahí, sino cuando, además, aparece el interrogante: “¿Hay algo mal en mí?”  Entonces, el síntoma visible es el deseo, pero lo que afecta en la profundidad es la duda sobre si estás “haciendo algo mal”. 

 

Para entender si estás fallando en algo vayamos por partes: ¿Qué pasa cuando uno quiere y la otra persona no?, ¿se puede sostener un vínculo así?, ¿qué se puede hacer para mejorar si no hay ganas? Lo primero que se puede hacer es desarmar el mandato que nos dice que el deseo debería ser siempre espontáneo y natural. Como si tuviera que nacer solo, sin esfuerzo, y todos los días. Pero es solo una trampa porque el deseo se construye. Se provoca. Se cuida. Y, además, se puede recuperar si dejamos de juzgarnos y empezamos a escucharnos más. 

Pensemos en el sentido que puede tener el cortejo: Imaginemos que tienen relaciones una vez cada 15 días. ¿Qué hacen en los 14 días intermedios?, ¿cómo se seducen? Porque si por todo cortejo tu pareja pasa por detrás mientras estás cortando cebolla y te toca, pero no te sentidas admirada ni cuidada, probablemente yo también tendría el deseo por el piso: No es lo mismo sentirse “objeto” de deseo que deseada. Si a esto le sumamos que el goce de las mujeres fue silenciado históricamente, probablemente encontremos una punta del ovillo que explique por qué mi pareja siempre y yo nunca. 

Te dejo 5 sugerencias para abordar el deseo: 

1. Dejá de esperar que las ganas aparezcan mágicamente. El deseo puede ser reactivo, a veces acercarse es lo que genera más motivación y ganas. Prueben a jugar sin presión ni exigencias. No esperen a “tener ganas” para tener relaciones, busquense aun sin ganas, pero sin pretender un encuentro genital, sino un acercamiento erótico.

2. Revisá el estado del vínculo fuera de la cama. No hay deseo, ganas ni motivación posible en un clima de exigencias, distancia emocional o crítica constante. Escuchate más: a veces no se necesita más sexo, sino más intimidad. 

3. Hablen sin echarse culpas. En vez de “vos nunca querés”, o “vos siempre me insistís” probá con “me gustaría entender qué nos pasa con esto”. Cambiar el tono cambia la conversación y permite llegar a acuerdos, entenderse y hablar sin miedos de sus expectativas y emociones.

4. Amplíen el mapa erótico. Aunque pareciera que a veces respondemos a un “guión”, el sexo no tiene por qué ser siempre igual. Permitanse explorar, busquen nuevos lugares, recorran el cuerpo de la otra persona como si fuera la primera vez. Todo es válido si hay consentimiento.

5. Cuestioná las creencias limitantes. Tenemos la tendencia a pensar que si no se da como queremos, algo muy destructivo puede pasar: “Si no tengo ganas, es porque ya no hay amor”. “Si no accedo, se va a ir con otra persona”. Creencias como estas nos llenan de miedo, nos empujan a fingir y nos alejan del deseo real. Porque sí, el deseo se puede apagar. Pero también puede volver. Y muchas veces, lo que necesita no es una solución salida de una varita mágica, sino un poco de aire. 

 

Quizás hoy no tengas ganas, y está bien, no sos un problema. Sos alguien que necesita escucharse, y que merece sentir deseo que no sea producto de la culpa o el miedo. Si para estar en pareja tenés que dejar tu deseo afuera, cuidado porque eso no es amor, es supervivencia. Y el deseo, cuando puede elegir, no elige sobrevivir: elige disfrutar(se).

¿Te pasó algo así alguna vez?, ¿cómo lo resolviste? 

 Por Lic. Mariana Kersz – Psicóloga y Sexóloga | MN 59610 | IG: @lic.marianakersz. Gentileza para OHLALÁ!

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