Alguna vez escribí sobre lo difícil que me resultaba enseñarle a mis hijos a querer y "conocer" gente que casi nunca habían visto. Hablaba en esa oportunidad de mis amigos (tantos ellos) que habían decidido irse a vivir a otro país. Lo complicado que se me hacía poder transmitir el cariño sin a la vez dejar que se colara la angustia por extrañarlos.
Hoy debo incluir a la lista, a esos otros que incluso yo vi poco y conozco más por un voto que por el hecho empírico de habérmelos cruzado. Son los que aparecieron en mi vida a través de internet.
Hoy se suma a mi lista de extrañados una amiga en particular a quien sólo vi una vez, cuando viajó hace muy poco a Argentina, y con quien me comunico casi a diario para paliar la incertidumbre. La incógnita que implica cuándo será la próxima vez.
Le hablo de ella y de su hijita a ni hijo menor, más que nada, que ya mira las fotos que le muestro en la compu y nombra a ambas como si fueran de la familia.
Lo adopta naturalmente, y eso por un lado lo considero un logro personal, pero por otro me llena de tristeza. Es esa la clase de relaciones que le esperan a nuestros hijos? Será, como lo fue hasta ahora, un fenómeno que seguirá multiplicándose?
Yo recuerdo adorar a ciertos amigos de mis padres. Considerarlos algo así como un tío (en nuestra época, de hecho los llamábamos así, no? tíos!). Recuerdo verlos en mi casa, que me trajeran regalos. Que vinieran a mis cumpleaños.
Será el amor que le enseño a mis propios hijos tan legítimo?
Qué pena tan grande tener amigos lejos.
Los que extraño porque hace mucho que no veo.
Y los que extraño por haberlos visto tan poco en la vida.