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A la pesca en grande

Un deporte que los turistas aprecian y que cada vez se practica más en la costa; los interesados se embarcan muy temprano por la mañana y vuelven con las manos llenas de piezas listas para echarlas a la parrilla




PINAMAR (De un enviado especial).- ¡Mirá lo que es eso, hermano, un tiburón! Son difíciles de cazar, pero tal vez tengamos suerte".
Lua, un bahiano devenido en especialista del mar y de la pesca, coordina a un grupo de turistas argentinos dispuestos a pescar mar adentro, en una travesía que se conoce aquí como "embarcados" y que este verano llamó la atención de muchos visitantes.
No es fácil ser un "embarcado": se necesita valentía, fuerza, espíritu de lucha, ser madrugador y querer sentirse un verdadero aventurero.

Empezar temprano

Desde bien temprano, poco después de las 7.30, el gomón semirrígido de la empresa Cormorán, junto con otros colegas, se apostan en el muelle que sirve de límite entre las localidades de Pinamar y Ostende.
Allí, donde está la estación central de la Prefectura Argentina, los inexpertos pescadores -así son la mayoría de quienes se atreven- deciden ponerle un poco de acción a la mañana desafiando al viento y las olas.
"¿Tomaron la pastillita? ¿No? Miren que acá se marean bastante, eh. ¡No se me vayan a descomponer!", advierte Javier, dueño y conductor de la embarcación, bajo un sol brillante en esta playa bellísima.
La travesía comienza después de que cada tripulante se hace de su equipo: un chaleco salvavidas, una caña de pescar, una bolsa con carnadas y el infaltable sombrero. "Esto es así, muchachos, tiramos la línea y esperamos a que pique. Se hunde la bocha y le damos para atrás", asegura Lua, con alguna dificultad para hablar en castellano, pero sin problemas para que los pescadores inexpertos comprendan algo sin mucha ciencia.
Mientras, otro personaje con experiencia en la materia, se prepara para atrapar a su primera víctima. "Perfecto, estoy listo y con ganas de sacar algo bueno", dice Leo Acosta, de 36 años, que vive en la zona sur del conurbano y desde chico se entusiasma con la pesca en general y con los tiburones en particular.
Frente a él, Andrea estudia y pregunta cada detalle. "Esto es un sensor que indica la profundidad en la que están los peces. Nosotros regulamos la medida de la tanza y los capturamos con facilidad", explica Lua, con aire de docente y que alardea de sus dotes de pescador y saca dos corvinas sólo con un polín y dos anzuelos, es decir, un fenómeno.
"En Enero vienen muchos turistas extranjeros; los orientales son los más difíciles, porque si el mar está bravo se descomponen y nos tenemos que volver enseguida. Es una lucha", cuenta Javier, mientras detiene la nave. Y agrega: "Acá salen corvinas, pescadilla, gatazo, bagres de mar y hasta tiburones".
Claro que bastó esa frase para que algunos de los presentes que se habían metido al mar a refrescarse unos minutos decidieran volver pronto a la embarcación. "¡No pasa nada, se asustan con el ruido!", intenta tranquilizarlos, pero no lo consigue: los turistas tienen miedo del tan temido escualo.
La experiencia, que tiene un costo de 70 pesos y dura cuatro horas, tiene sus beneficios: cada uno se lleva a casa lo que pesca. "Saqué unas 30 piezas y me voy contento. Siempre que vengo a la costa trato de hacerme un lugar para vivir esta experiencia", dice Miguel un cordobés que aprendió la actividad en el río. Y que tenía un espectador famoso, el futbolista Fernando Cavenaghi (ex River Plate), que no pudo subir porque el viento cambió de rumbo y el mar se había vuelto peligroso.

Esperando el pique

Andrés González es un platense que se embarcó por primera vez en esta travesía. El ir y venir de las olas, lo deja algo confundido. "Está bueno esto de pescar, pero el tema del mar te marea mucho", explica. Y agrega: "Con sacar un par de pescados grandes me conformo. Estoy cansado de ir al río, tirar la caña y perderme dos horas sin que pase nada. Acá es distinto: veo que los demás tiran y sacan, tiran y sacan", repetía este hombre de 49 años, que cargaba un kit completo de pesca: gorro, bermudas y chaleco especial para guardar accesorios.
El no era el único inexperto entre los pasajeros: una niña de 14 años también se embarcó con el anhelo de pasar un rato divertido. "Porque la pesca no me gusta para nada, pero está bueno estar en el mar y hacer algo distinto. Así uno puede relajarse y disfrutar de otra manera", dijo Andrea Duana, que cargaba una cámara digital y la mayor parte del tiempo se ocupó de retratar cada escena.
Y vaya oportunismo: logró retratar el momento en el que Lua capturó dos piezas de corvina de gran tamaño.

Para comerte mejor

"En total sacamos unos 100 kilos de pescado en poco más de tres horas. Los que sacan los turistas, son para ellos (se los limpian y pelan) y los nuestros los vendemos en los paradores o a clientes que tenemos en el centro. Se pagan 10 pesos por tres pescados, más o menos. Todos se llevan los pescados a su casa", dice Lua.

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por Redacción OHLALÁ!


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