A orillas del fin del mundo
En la ciudad más austral, el agua es uno de los mejores espectáculos, con los lagos Escondido, Fagnano y el canal de Beagle. En clave otoñal, un destino que siempre conmueve
25 de marzo de 2012
USHUAIA.- Apenas unas ondas, serenas, dan un leve movimiento a las tranquilas aguas del canal de Beagle, y confirman que el paisaje -majestuoso, inmenso, perfecto- no es una imagen estática, sino una escena real, no por eso menos idílica. Sólo interrumpe el momento una pareja de cauquenes, que planea sobre el agua casi rozándola, y suma otro enigma de la naturaleza con tinte romántico: son una especie monógama. La hembra, de plumaje negro, y el macho, blanco, se eligen y se acompañan durante toda su vida. Es aquí, bien al sur, donde deciden tener a sus crías y pasar gran parte del año junto a la bandada.
Desde la ventana del hotel, con todos los lujos y las comodidades, la postal sigue siendo imponente y parece difícil transportarse a varios siglos atrás, cuando el lugar era igual de bello, pero mucho más hostil, y los únicos testigos de esa belleza -además de las montañas que, eternas, enmarcan el canal- eran los yámanas, los habitantes primitivos de la zona. Fueron ellos quienes bautizaron la ciudad como Ushuaia, palabra que proviene del yagán ush waia , que significa bahía profunda . Pocos de sus primeros pobladores quedaron en los años siguientes a la fundación de la capital de Tierra del Fuego, en 1884. La llegada del hombre blanco y las consecuentes enfermedades dejaron a esos pioneros nómades como parte de la leyenda, y como autores del nombre de la ciudad del fin del mundo.
Lejos del cliché, una energía especial se percibe en este confín de la tierra. La quietud del canal de Beagle, ese encuentro tan manso como inexplicable de las aguas del océano Pacífico con las del Atlántico, es sólo uno de los emblemas de la ciudad más austral. Más allá esperan la magnificencia de sus lagos y bahías, y en cada lugar, la recurrente sensación de saber que allí, donde el mundo termina, algo importante comienza.
De verde a rojizo
Aunque recién cambia la estación, ya desde febrero hay algo de otoño en el lugar, lo que lo vuelve más bello todavía. El verde se va tornando rojizo, en un degradé perfecto en el follaje de los bosques de lengas, guindos y ñires, y es imposible sentirse ajeno a esta impactante transformación de la naturaleza. El viaje empieza en la ruta nacional N° 3, que une Buenos Aires con Tierra del Fuego, en más de 3000 kilómetros. Con rumbo hacia el norte de la isla se atraviesan los Andes fueguinos, sus valles y turbales, hasta llegar al Paso Garibaldi, a 450 msnm. Es particularmente exclusivo: es el único lugar del territorio argentino al oeste de los Andes, lo que convierte a Ushuaia en la única ciudad trasandina de nuestro país. La vista es imponente: en primer plano, el lago Escondido y la opción de bajar a su orilla en una caminata de 10 kilómetros. Sobre el horizonte, majestuoso, el lago Fagnano espera, el más grande de Tierra del Fuego, de 100 kilómetros de longitud. Famoso entre los amantes de la pesca de todo el mundo, en sus aguas se encuentran las piezas más preciadas, como las truchas arcoiris, marrones y fontinalis.
La aventura sigue por una ruta complementaria, la N° 119. El camino se hace de ripio y el paisaje cambia. Los bosques van mutando y entremedio, en pequeños espejos de agua, árboles secos y montones de tierra y ramas hacen de hogar para una especie declarada plaga en Tierra del Fuego, los castores, que construyen allí sus diques, y aun siendo muchos no se dejan ver. No pasa lo mismo con una simpática familia de zorros, que unos kilómetros más adelante, ya en pleno bosque, vigila ansiosa el cordero fueguino que se cocina al asador en el Lodge Sur 54°. Allí reciben Guillermo y Azul, un matrimonio de Bahía Blanca que decidió formar su familia en este rincón del sur argentino.
Para pescadores
El lodge funciona desde 2005 y en ese entonces, el lugar donde se encuentra era inaccesible. Aún hoy es un secreto a voces: se llega por una antigua senda de leñadores a través de la cual abrieron camino, y desemboca en una de las mejores postales del lago Fagnano. La confortable cabaña, pintoresca en cada detalle, está construida íntegramente en madera, y cuenta con dos pequeñas cabañas más, independientes, destinadas a los visitantes. La mayoría son pescadores, que con la guía de Guillermo se internan en el Fagnano por horas a disfrutar de este deporte y del entorno único. Pero no sólo son bienvenidos los aficionados a la pesca: este imponente recorte del lago, casi escondido y coronado por los Andes Fueguinos, vale la pena ser descubierto para practicar trekking -hay senderos marcados para recorrer la zona-, navegar y, sin duda, dedicar buena parte del tiempo a la contemplación.
Pocas son las palabras para describir la belleza del lugar, y parece mentira pensar que hace poco más de un mes todo podría haber desaparecido. Muy cerca de allí, a media hora de navegación, en Bahía Torito, un incendio causado por tres turistas afectó cerca de 1600 hectáreas y puso en peligro muchísimas más.
Hoy, este predio que descansa casi a orillas del lago se puede disfrutar, intacto, desde el ventanal del lodge, el balcón de las cabañas o el sencillo y solitario muelle, que hace aún más mística e incomparable la experiencia en el fin del mundo.
Dos clásicos: el tren y el presidio
Están allí para recordar la historia de una Ushuaia muy distinta a la actual. Inhóspita por naturaleza; tirana y despiadada por decisión del Estado, que convirtió la isla, entonces deshabitada, en el infierno de cientos de hombres condenados con el fin de sentar territorio. El presidio se construyó para asegurar estas tierras como argentinas, a merced de los presos, que lavaban sus culpas en una cárcel helada, la peor imaginada. Eran culpas de lo más variadas: desde intelectuales como Ricardo Rojas hasta asesinos seriales, como el ya legendario Petiso Orejudo. Los primeros tenían su vivienda fuera del presidio; los segundos, en las frías y diminutas celdas. Pero la verdadera cárcel era toda la isla, más infranqueable que Alcatraz. Todos cumplían su castigo en los confines de la tierra, donde la sola idea de la huida significaba la muerte. La construcción del Presidio Nacional comenzó en 1902 y culminó en 1920, aunque desde 1896 hubo penados en Ushuaia, con el fin de colonizar la isla. Fueron ellos los que construyeron el penal y las 380 celdas unipersonales -en las que llegaron a alojarse más de 600 presos-. Entre otros trabajos en los que eran utilizados como mano de obra estaban la construcción de calles, puentes, edificios y explotación de los bosques. Por eso en 1910 se habilitó el tren más austral del mundo, que llegó a tener una extensión de 25 kilómetros y transportaba la leña que los presos talaban. Hoy llaman a la zona Cementerio de Arboles, y el escenario es tan tétrico como la historia. Si bien era parte del castigo ir a trabajar en el tren -aun a temperaturas bajo cero-, era una recompensa por buena conducta. Quizás una de las formas más cercanas a la libertad. Hoy, la ruta reconstruye -desde fines de 1994 y con cinco locomotoras de esa época- siete kilómetros en la comodidad de sus vagones, todos pintorescos e impecables, casi de juguete con una trocha de tan sólo 50 centímetros. Transporta con chocolate caliente incluido a través de vistas panorámicas, como la parada en la cascada Macarena, para luego seguir hasta la última estación, ya dentro del Parque Nacional Tierra del Fuego.
Volviendo a la historia legendaria, todo termina en 1947 cuando, siendo Ushuaia territorio nacional, se clausura la cárcel y el presidio pasa a ser base de la Marina, en 1950. Hoy, el edificio se conoce formalmente como Museo Marítimo e incluye salas alusivas, aunque sin duda el atractivo más popular es recrear la vida de los presos, aun estando muy lejos de eso: atravesar el territorio en el Tren del Fin del Mundo y recorrer las celdas para imaginarse cómo cientos de personas transitaron su propio infierno allí.
Presidio: Museo Marítimo. Entrada general, $ 70. Grupo familiar (dos adultos, dos menores), 150.
Tren del Fin del Mundo:
La excursión mencionada, de una hora, aproximadamente, en clase premium con refrigerios y chocolate caliente, cuesta $ 310. Servicio turista, 155.
Sofisticación junto al Beagle
El momento es perfecto. Una copa de buen vino patagónico en un jardín de invierno de ensueño, totalmente vidriado, con el imponente paisaje en todo su esplendor: montañas, picos nevados a lo lejos, una fusión de océanos que parece un gran lago, y simplemente, contemplar. Pero el canal de Beagle en primera fila no sólo se disfruta desde ese espacio, sino desde todas las habitaciones que tienen la misma vista privilegiada. Los Cauquenes Resort & Spa es un hotel cinco estrellas, miembro de Small Luxury Hotels of the World, lo que garantiza altos estándares de calidad y servicio. A sólo 7 kilómetros de la ciudad de Ushuaia, su magnífica ubicación suma a la experiencia de buena cocina en el restaurant Reinamora, que se nutre de lo mejor de la zona, con pescados, mariscos y carnes patagónicas, con la firma del chef Mariano Cacchiotti.
-Festival Internacional Ushuaia: programa de dos noches de alojamiento, traslados y entradas a dos conciertos de música clásica en Ushuaia. Incluye alojamiento y desayuno buffet: $ 1465 (válido del 31 de marzo al 14 de abril).
-Semana Santa: cuatro noches de alojamiento en habitación estándar. Vista a la montaña + tratamiento de aromaterapia: $ 2750 (adicional buffet de Pascua, 110).
-Experiencia Gourmet: programa de 3 noches de alojamiento que incluye una degustación de productos patagónicos especialmente diseñada por el chef Mariano Cacchiotti, que incluye pescados, carne y mariscos de la zona, entrada, degustación, postre y una bebida sin alcohol o una botella de vino Patagónico a elección, por $ 2430.
Todos los precios son por persona en base doble e incluyen shuttle con horarios fijos al centro de Ushuaia, Wi-Fi, acceso al spa (piscina in-out climatizada, jacuzzi, sauna, sala de relax y gimnasio).