Decidimos nuestro destino de vacaciones luego de mirar un programa en TV, Científicos en el Aconcagua. Empezamos a entrenar en el gimnasio, en las escaleras del parque España y en las calles con pendiente, con las mochilas de 10 kilos y en días de muchísimo calor. El entusiasmo era tal que ni los domingos dejamos de hacer ese recorrido.
Estudiamos todo lo referente al mal agudo de montaña (MAM) para saber lo que nos podía pasar en altura. Estábamos preparados para la expedición a Plaza de Mulas (4300 msnm), sin pensar en hacer cumbre, por los riesgos que implica llegar a los casi 7000 msnm.
Arribamos a Mendoza con 41ºC, tramitamos los permisos de ingreso al Parque Nacional Aconcagua, alquilamos el equipo que nos faltaba y partimos a Penitentes para aclimatarnos. Al día siguiente nos encontramos con el resto de la expedición: dos canadienses que harían nuestro mismo recorrido, y siete más, de distintas nacionalidades, que seguirían a la cumbre. La palabra que más escuchamos en los cinco días fue hidrátense.
Comenzamos el recorrido pasando por la laguna Los Horcones, cruzando el famoso puente que construyeron para la película Siete años en el Tíbet hasta llegar a Confluencia, a 3400 msnm. En el camino hay que estar atento al grito de mulas: significa que vienen mulas cargadas y hay que correrse hacia la ladera de la montaña para evitar que se asusten.
En nuestro campamento nos esperaban con la merienda. Nos asignaron las carpas y a las 19, hora de la comida, todo estaba perfectamente organizado. Esa noche nos fuimos a dormir temprano para salir al día siguiente para Plaza Francia, a 4200 msnm. Comenzamos la caminata muy temprano, paramos varias veces para sacar fotos de los paisajes que se presentaban como postales a nuestro paso. Y finalmente llegamos: ahí sentí que había cumplido un sueño, el esfuerzo tuvo su recompensa. Me recosté sobre mi mochila, ¡estaba mirando la pared sur del Aconcagua!
Nuevamente en el campamento fuimos todos al control médico obligatorio. Algunos con síntomas de MAM leve. En mi caso tomé la decisión de quedarme y no seguir hasta Mulas. Al otro día nos avisaron de allí por radio que había nevado; tenían 15 cm de nieve. Sabía que eso era el broche de la expedición, y de alguna manera estuve presente en ese momento. Imaginé la alegría de mi esposo, Mario, y mi hija, Alejandra, al levantarse y ver nieve, y en primer plano el majestuoso Aconcagua.
Cuando bajaron me pasaron a buscar por Confluencia para seguir el camino de regreso a Penitentes. Nos cruzamos con muchísima gente que subía, miramos para atrás y nos llevamos en la retina ese imponente paisaje coronado por el pico más alto de América. No lo dudamos: volveremos y esperaremos el año 2014 en Mulas.
Un sueño que sueñas solo es un sueño. Un sueño que sueñas con alguien es una realidad.
Mercedes De Palma