No, los aeropuertos no son todos iguales. Parecen, pero no. Aunque en muchos aspectos las estaciones aéreas de los rincones más distantes en el mundo tengan tanto en común, siempre hay detalles particulares, pequeños gestos, diferenciales. Entre las puertas de embarque, las escaleras mecánicas, las cintas de retiro de equipaje, las tiendas de suvenires, generalmente indistinguibles así en Ushuaia como en Reykjavik, el pasajero frecuente o por lo menos un poco observador siempre podrá detectar alguna variación, algún detour , en el previsible paisaje; algo para recordar.
No, los aeropuertos no son todos iguales, a pesar de lo que digan sus detractores, los ansiosos de siempre, incapaces de darse el tiempo suficiente para detectar la belleza intrínseca de los no lugares. Y estos son algunos ejemplos del álbum de recuerdos personal, ni más ni menos válidos que los de otros colegas viajeros, por supuesto:
1. Los demonios de Suvarnabhumi. El área de check in del moderno aeropuerto de Bangkok, Tailandia, no tiene mayores señas particulares salvo por el hecho de que está custodiada por una docena de estatuas de unos cuatro metros de altura, brillantes, coloridas, réplicas de las que se encuentran en el templo budista Wat Phra Kaeo, de la misma capital. Lo más curioso es que originalmente los intimidantes guerreros habían sido colocados en la zona de arribos. Pero, al parecer, las autoridades del aeropuerto debieron cambiarlos de ubicación ante las protestas de los comerciantes de ese sector, que aseguraban que los demonios les traían mala suerte.
2. Hello Kitty, hola Taipei. Al avanzar por las sucesivas puertas de embarque en el aeropuerto de la capital taiwanesa se llega a una muy peculiar. Lo primero que llama la atención es el color rosa predominante en su diseño. Después, la baja altura de los asientos para los pasajeros en espera. Y, por último, la imagen de... ¡Hello Kitty! Es la puerta para embarcarse, claro, en el avión temático de Hello Kitty de la aerolínea taiwanesa Eva Air. No obstante, esta zona rosa es accesible para todo el mundo. Extraño, pero entretenido.
3. Las valijas de Santiago. Deambulando de madrugada semidormido por el aeropuerto de la capital chilena, en escala durante algún periplo demasiado extenso, uno puede dudar si se trata de una alucinación. Pero no, la monumental torre de valijas de colores está ahí realmente como un obelisco para los pasajeros frecuentes. Y no es consecuencia de un extraño accidente aeroportuario, sino de una obra del artista chileno Patrick Steeger, instalada allí desde hace más de una década.