El calefón, ese glorioso artefacto que cambié hace diez segundos y que desde entonces no para de perder agua. Ese magnífico elemento que convierte el agua fría en caliente y que se regula con unos bellísimos botones cuidadosamente diseñados para que combinen con cualquier cocina, pero que cada vez que lavo los platos veo cómo caen unas pequeñas gotitas de agua sobre el lavarropas.
Es ese prisma rectangular por el que le pagué una gran suma en cómodas (seis) cuotas sin interés y que seguiré pagando hasta Semana Santa. Que me salió algo así como $450 cambiar y que aún hoy continúa perdiendo.
Estoy cansada de lidiar con este conflicto. Me la venía bancando bastante bien pero ya me harté. Como ya les conté hace algunas semanas, tuve que cambiar el calefón porque el anterior estaba viejo y arreglarlo me salía casi lo mismo que comprar uno nuevo. El encargado del edificio, que también es gasista, vino, hizo el trabajo y me cobró $280 más gastos (esos "más gastos" sumaron un total, con mano de obra, de $450).
Desde que hizo el trabajo hace más o menos un mes que no para de perder agua. Por suerte son gotitas que las seco fácil con un repasador, pero no es normal, ¿o sí? Como vive en el edificio me lo cruzo seguido y un par de veces le comenté el problema. Vino tres veces a arreglarlo. Siempre llega, le saca la ¿carcaza? y, según lo me que dice, sella los lugares por donde cree que puede perder. Ninguna de las tres veces funcionó. El miércoles a la noche llegué a mi casa, vi las gotitas y me dije para adentro: "hasta acá llegué". Ayer me lo crucé en la puerta a la tarde cuando volví de trabajar y le dije que venga hoy porque esto ya es insostenible. Arreglé todo para trabajar a la mañana desde mi casa y estoy esperando que llegue. Después les cuento cómo me fue.
En general suelo tener reacciones que no son de lo más amigables cuando me enojo pero en este caso intenté mantener la calma. Es el encargado de mi edificio, vivo sola, y no me conviene llevarme mal. Me guste o no son los que manejan y saben todo. También pensé en llamar a otra persona, pero me da bronca tener que pagarle a otro por el trabajo que uno (que ya cobró por lo suyo) no pudo hacer bien.
Sé que hay hambre, sé que hay pobreza, sé que hay inflación, sé que hay injusticia, sé que hay violencia de género, pero hoy mi vida gira alrededor del señor calefón que habita en mi cocina. Para los que me ven lidiar con esto ya pasó a ser algo tragicómico. Mi mamá cada vez que me llama me pregunta "¿cómo andás? ¿y el calefón sigue con pérdidas?", y se ríe.
Detesto no poder solucionar este tema y que me exceda completamente. ¿A alguna le pasó?¿Ustedes tienen cosas del mantenimiento de la casa que las sacan? ¿Será un problema mío que no sé imponerme cuando hablo con el encargado?
Les deseo un fin de semana soleado y sin artefactos que no andan.