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Al trote con Los Dos Hermanos

Un casco de modestas casas de campo y cabañas hospeda a jinetes de largo aliento, a 95 kilómetros de Buenos Aires




Está en pleno campo, pero cerca de un pequeño pueblito bonaerense: Escalada apenas se adivina desde la ruta 193 que une a Zárate con Solís. Una hora de paseo en automóvil demanda llegar desde Buenos Aires hasta Escalada y a la cercana cabaña Los Dos Hermanos.
Trasponer la tranquera resulta como entrar en un túnel del tiempo de viejas tradiciones gauchas; así la modestia del albergue, el olor a campo -imposible negarlo cerca de los potreros-, la mateada, los pastelitos, el movimiento que alista las últimas monturas.
A la vista están los planteles de caballos: entre nerviosos o resignados, pero dispuestos a soportar jinetes bisoños y una repetida travesía que sólo interpone alguna tranquera. O la molestia visual de un tendido de alta tensión con súbitos interruptores a la imaginación hacia el pasado.
Pancho y Ana Peña son los anfitriones de los recién llegados dispuestos a pasar un día de cabalgata, o para hospedarse allí mismo por dos jornadas que repetirán o, por lo menos, podrán recrear en fotografías y en la memoria del diario personal.
Los Peña disponen de medio centenar de camas distribuidas en casas de campo, en cabañas y hasta en una especie de refugio con cuchetas, ideal para la gente joven que suele reunir los cursos de mansa doma y hasta enternecedora experiencia ecuestre de Martín Hardoy.
Las cabalgatas merecen un madrugón para los que van a pasar sólo el día de campo, si es que quieren refrescar el calzado con el rocío y toparse con el humeante desayuno criollo, mientras se terminan de ensillar los últimos pingos que han retozado en las 53 hectáreas del lugar. En la mesa de ese primer café, té o mate cocido de la jornada, las visitas extranjeras o los porteños exigentes no extrañarán el ritual hotelero, como el jugo de frutas o la tibieza de las mediaslunas.

El Tatú

La cabalgata -que la escoltan carruajes para trasladar a los renuentes- es divisible si se transforma en tumultuosa: los remolones se retrasan, sólo luego de haber cruzado cuidadosamente la ruta 193, para lo que se toman cautas precauciones a las órdenes de Pancho Peña, ataviado con poncho y chambergo.
Luego marcharán en travesía de campo, atentos a algún ganado indiferente, a un corto y distante sembradío.
Un camino de tierra, ahora anchuroso, no es otro que el viejo sendero de Areco (por San Antonio de...), trayecto que los jinetes sólo completarán hasta El Tatú, el paraje nominado en tiempos casi virreinales (el tatú -especie de armadillo mayor, como para violonchelo en proporción al charango- está casi extinguido hasta el noroeste argentino).
El paraje resulta un apeadero adecuado para el descanso y está junto a una escuela rural y cerca del santuario neocolonial de la Virgen de Nuestra Señora de Valdimir.
La parada también sirve para volver a juntar las piernas, acomodar la osamenta, visitar el templo y engullir las empanadas calientes que llegaron en camioneta desde Los Dos Hermanos (propiedad compartida con María Isolina Peña de Patrón Costas).
El regreso se interrumpe a mitad de camino, en una rinconada arbolada, junto al cual crepita la parrillada y donde correrá la bota de vino y tal vez la guitarra.
Otra vez en marcha, la cabalgata concluye cuando muchos quisieran eternizarla (menos los caballos, claro, urgidos por liberar sus costillares). Desmontados, los jinetes entran en la matera para la merienda. Así sabrán de tortas fritas y buñuelos de campo y se alistarán para el regreso. A los hospedados les espera un baño reparador, la cena de campo y una segunda jornada, quizá también en cuatro patas.

Opciones sobre ruedas

Un día de campo -previa reserva por el 765-4343 o 377-0690-, con desayuno, almuerzo y merienda, cuesta 50 pesos, incluya la cabalgata o no. Los hospedados, con cuatro comidas y cabalgata, alojados en la casa principal o en las cabañas, pagan 100 pesos; 80, en el amplio refugio. Hay una cancha de fútbol, otra de voley y una red de tenis, una break, un wagon, un charrete y cuatro sulkies.
Muy cerca se hacen escapadas para bautismos de vuelos, de planeador, paracaidismo, parapente, jugar golf, pescar o visitar los pagos de Areco. Es posible arreglar la permanencia entre semana o reservar para el verano, si es que atrapa el estilo campo y el buen pasar cerca de la piscina disponible. Se llega por la Panamericana, ramal a Zárate (con 1,30 peso de peaje) y, a esa altura, desviar por la ruta 193 hasta Escalada, con giro a la izquierda. Cruzar las vías, girar a la derecha a través del pueblito y nuevamente a la izquierda por el camino señalizado que lleva hasta la cabaña.
Francisco N. Juárez

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por Redacción OHLALÁ!


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