Gauchito Hill me pregunta en el post anterior sobre anécdotas que haya vivido relacionadas al mundo de la moda y de las estrellas. Me pareció un tema simpático planteado de esta forma y no desde el cholulismo, porque lo cierto es que sí me pasaron y pasan situaciones en las que me cruzo con personas que uno suele mirar en la televisión y en las revistas. Pero, si bien me muevo mucho en este ambiente y me gusta hacer sociales, tengo un perfil bajo cuando de famosos se trata. Nunca, ni de muy chica, me sentí cómoda pidiendo un autógrafo o sacándome una foto con un artista porque sí. Algo tiene que unirme o interesarme de esa persona aunque no nos conozcamos en persona. Soy de mirar muy poca televisión, así que tampoco cultivé ídolos y, si bien adoro la música, tiendo a conectarme más con el artista que hay por detrás, desde el anonimato total, que con el personaje que se ve en el escenario.
Pero me gustó la pregunta, así que estuve haciendo memoria y me acordé de momentos en los que tuve oportunidad de conocer a gente famosa, también interesante y divertida, más allá de su rol de cara a los espectadores. Son varias las anécdotas que me hicieron sonreír por el factor sorpresa con el que se generaron, como cuando una noche comía con amigos en Café Charlotte, en París, y pasada la media noche se acercó Ricardo Tisci, el diseñador de Givenchy, a quien yo tenía muchas ganas de conocer porque lo admiro profundamente. Así son las noches parisinas: uno busca relajarse y lo que menos espera es que aparezca Ricardo Tisci como caído del cielo a comer algo con total naturalidad. Terminanos charlando horas y brindando por todos nuestros deseos. Fue un día inolvidable.
Una noche, en una fiesta en un departamento en el barrio 17eme, también en París, fuimos en grupo a tomar algo, sin ninguna expectativa de nada, y la primera persona que me cruzo al llegar es Scarlett Johansson, sentada a mi lado diciéndome: "Hi, I'm Scarlett". Hace muy poquito coincidí con Liv Tyler en una comida en New York y con Paris Hilton durante la presentación del perfume de Lady Gaga. Ambas situaciones muy casuales y naturales.
Los aeropuertos y estaciones son sin duda lugares fértiles para estos encuentros. Bajando de un avión conocí a mi caro Giuseppe Zanotti. Viajamos durante todo el vuelo al lado pero recién al bajar empezamos a conversar y hoy somos muy cercanos.
También me pasó de estar en la fila de migraciones, en el aeropuerto de Nueva York, y cruzarme con la chief director de la revista Madame Fígaro y trabar un buen contacto. Era una de esas mañanas en las que estoy fundida por el trabajo y algo perdida por el cambio de horario, pero que en el acto tiendo a ponerme fresca para aprovechar el regalo.
Durante muchos meses, una época en la que fui y vine muy seguido de Londres a París, viajé siempre cerca de Claudia Schiffer. Era muy loco, ¡ni que nos hubiésemos puesto de acuerdo con estar en el mismo vagón!
Pero la anécdota que marcó en cierta forma mi carrera y sobre la que me consultan seguido es cuando conocí a Jean Paul Gaultier. Yo recién empezaba a trabajar en Europa y él me convocó, pero yo no lo ubicaba en persona. Él mismo cortaba y arreglaba el vestido sobre mi cuerpo, pero yo sin saber que él era el diseñador en cuestión. Hasta que, a las muchas horas, alguien lo llamó y yo no pude más que decir: "¿Vos sos Gaultier?". Nos hicimos grandes amigos y él me presentó a mucha gente genial, como Pedro Almodóvar y Madonna, fieles seguidores de su arte.
Si bien extrovertida y con una profesión tan ligada a la imagen, insisto en que no me gusta el "figurar", le huyo a los flashes cuando van más allá de mi trabajo y me incomoda verme en revistas si no estaba previsto. Aunque parezca raro, hay muchos límites en mi trabajo que tienen que ver con esto y a los que respeto para cuidar mucho mi intimidad y a mis seres queridos. Con el paso del tiempo me voy dando cuenta que quienes llevan una vida de exposición sienten algo parecido. Quizá porque el anonimato no tiene precio, porque vivir una vida muy exclusiva y sencilla es lo más preciado.
En esta nota: