Alguna vez les hablé de Colette , pero muy al pasar. Y es de esos lugares de París a los que voy seguido y no dejo de recomendar, una gran boutique que con sólo estar veinte minutos me nutre de música nueva, diseños especiales y exclusivos, arte y la última tendencia en moda. Expone las colecciones y combinaciones más cool, accesorios, velas para la casa, juguetes, obras, papelería y una biblioteca con ediciones especiales de libros de arte. Es la tienda en donde compro las tapes para mi mini polaroid, zapatillas intervenidas por diferentes artistas, alguna prenda de edición limitada que en ningún otro lugar conseguiré... También es el lugar en donde nos juntamos con mis amigas a almorzar, por lo menos una vez a la semana cuando todas podemos, como una extensión de mi casa. Porque Colette es eso: un lugar de encuentro con todo lo que me gusta y gustaría tener o poder crear, un spa para la creatividad (todas las semanas dictan cursos de todo tipo y para todas las edades), una excelente fusión entre lo más vintage y lo más futurista, ese punto medio que admite miles de perfiles de usuarios, una gran red social para caminar e inspirarse. Un ramo general para los tiempos que corren.
Quien visita París tiene que hacer una parada en el 213 de Rue Saint Honoré y perderse en Colette. Sus vidrieras jamás pasan inadvertidas y siempre hacen honor a los grandes de todos los tiempos que curtieron y curten la vanguardia.
Elegí estas fotos que muestran especialmente detalles de la tienda, porque creo que eso es justamente lo que constantemente reivindica Colette: el valor de la sencillez con toques magistrales que marcan la diferencia.
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