El día que nos conocimos en la Ciudad de México llovía torrencialmente. Y para poder charlar cómodas en el café donde nos habíamos citado, nos sacamos los tapabocas. Era julio, la primera vez que entrábamos a un bar desde marzo y la primera que hablábamos con una –casi– desconocida sin protección. Pero el WhatsApp ya nos quedaba chico: teníamos raíces en común, caminos profesionales parecidos, el mismo amor por esta ciudad y, sobre todo, la misma devoción por los chilaquiles en salsa verde. Hacerse una gran amiga en medio de la pandemia, cuando todo indica que hay que encerrarse con las personas más cercanas, es una contradicción y, tal vez, un acto de rebeldía.
¿Por qué amamos la ciudad?
En La Roma se pueden encontrar pequeños locales con objetos típicos realizados por artesanos locales.
La Ciudad de México está construida sobre lo que antes eran lagos, a 2250 metros de altura. Y una de las cosas que más nos gustan es su clima: hay flores y sol todo el año. A diferencia de lo que pasa en nuestra Argentina natal, donde hay estaciones claras con climas contrastados, acá hay dos grandes momentos: lluvias y secas. En lluvias siempre llueve después de las 4 de la tarde, por lo que el resto del día siempre hay sol. Ahora, hacia finales de octubre y principios de noviembre, estamos dejando la temporada de huracanes y empezamos a entrar en secas, cuando nunca llueve y hay que ponerse crema todo el tiempo. En secas, además, es cuando suele haber temblores. México es contraste al 100%: lo kitsch y lo elegante, lo megalujoso y lo pobrísimo, lo magnánimo y lo rudimentario, lo ancestral y lo más moderno. Todo convive y se superpone.
La vida en pandemia
Frida Kahlo está presente en distintos espacios de la ciudad y se manifiesta con diferentes técnicas, esta vez es un grafiti en La Roma.
La sensación es que México no se detiene, aun en pandemia. Es un país en el que gran parte de la sociedad depende de la economía informal, por lo que es casi imposible plantear un cierre total de actividades. Sin embargo, de abril a junio, la actividad estuvo reducida a su mínima expresión. El aislamiento no fue obligatorio, pero era poquísima la gente que salía a la calle. De julio en adelante, todo se fue abriendo y las actividades culturales, de turismo y gastronomía están de regreso con muchas precauciones. Lo único que indica que estamos en pandemia es la enorme cantidad de oficinas que cerraron y de trabajos que mutaron al home office. En todos lados te toman la temperatura y te indican el uso de protección. Sin embargo, la calle es una lotería. En este escenario incierto, nosotras seguimos conociendo esta ciudad megasensorial y su nueva normalidad.
Paseando por La Roma
La Roma es el barrio donde ambas vivimos y es de esos barrios maravillosos que no te lanzan todo su esplendor en un solo vistazo. Es lindo caminar por ahí, pero lo que te mata es ir descubriendo esos lugarcitos medio escondidos en los que entrás y de repente estás en el lugar más cool del mundo. Su arquitectura se caracteriza por las fachadas art déco, puertas de hierro enormes, veredas anchas para caminar, bulevares llenos de plantas selváticas y las santas ritas que no florecen: estallan en todos los colores. Hace poco se puso foco en esta zona por Roma, el último film de uno de los directores de cine mexicanos más famosos, Alfonso Cuarón, que ganó el Oscar como mejor película extranjera en 2018. Tan solo salir a recorrer sus calles es un planazo en sí mismo.
EN Ciudad de México el aislamiento nunca fue obligatorio y el gobierno lanzó una campaña muy fuerte en las calles que apunta a la distancia y el uso de tapabocas.
Moda & diseño
Las propuestas de autor no suelen estar en locales a la calle como en Palermo, sino en showrooms o multimarcas que vas conociendo por recomendación en las zonas de Polanco, La Roma o Condesa. Los vintage y locales de segunda mano con curaduría de ojo experto son un oasis para las fans de encontrar verdaderos hallazgos. Y porque ambas nos reconocemos de este team, fuimos a elegir algunas prendas para esta temporada de otoño a Amor & Rosas, una marca que propone piezas con la iconografía tradicional de los bordados mexicanos y un twist en la moldería que actualiza el diseño. Se caracteriza por utilizar textiles ecosustentables como el bambú, el lino y su hit: la mezcla de seda con cáñamo. Su diseñadora, Laura Meléndez, se inscribe, así, en la tendencia –tan necesaria– de marcas de moda ética por el trabajo respetuoso y justo con artesanos de comunidades indígenas y por producir de manera responsable y lenta. Cada prenda es única y lleva el nombre de la artesana que lo bordó. También hay otros diseñadores para conocer en esta línea, como Carla Fernández y Guillermo Jester, que se caracterizan por desarrollar prendas atemporales y genderless. Más info: @amorandrosas, @carlafernandezmx, @guillermojestermx.
Vida al aire libre
En Chapultepec es habitual ver paseaperros y gente haciendo actividad física y armando pícnics.
Los parques son emblemáticos en esta ciudad porque descomprimen una urbe de 27 millones de habitantes y funcionan como pulmón de la segunda ciudad más contaminada del mundo, según el ranking hecho por Worldwide Air Quality. Y sin duda, la estrella de la ciudad es el Bosque de Chapultepec, que tiene una superficie de 678 hectáreas (varias veces más grande que el Central Park). Es un gran plan pasear por las orillas de sus lagos artificiales o por el jardín botánico, donde hay decenas de especies de cactus y plantas autóctonas, conocer el Castillo, asistir a un evento cultural en la Casa del Lago, visitar el Museo de Arte Moderno o hacer un recorrido por el increíble Museo Nacional de Antropología.
En México se come rico
En México se desayuna fuerte y se almuerza entre las 3 y las 5 de la tarde. Para arrancar el día, nos sentamos al solcito y pedimos un pan francés gordito con frutos rojos y crema de-li-cio-so, chilaquiles con huevos estrellados y salsa verde (no picaba demasiado como casi todo aquí), un muffin con huevo esponjoso (¡exquisito!) y un revuelto de huevos con aguacate y escamoles para el infarto. En el salón suena música pop y nos acompaña un mural colorido hecho por el artista belga de grafiti Bué The Warrior, que crean una atmósfera alegre y relajada que combina con los precios accesibles del lugar.
A media mañana nos tentamos en Cometa, la heladería más top de la ciudad, que ofrece helados de leche orgánica e ingredientes súper mexicanos. Nuestros favoritos: tuna y jamaica con jengibre.
Elegimos almorzar en Sartoria, el restaurante del chef italiano Marco Carboni, con una de las propuestas gastronómicas más ganadoras del momento: restaurante y despensa . Todos sus productos se pueden encontrar en Bottega, un pequeño local justo enfrente donde no solo hay vinos selectos italianos, sino una gran variedad de quesos y hasta sus pastas frescas para preparar en casa. Nos encanta Sartoria porque, aunque amamos la comida mexicana, siempre es un oasis para nuestros corazones argentinos poder comernos una buena pasta. Allí nos deleitamos con betabeles (remolacha) amarillos ahumados, robiola de cabra artesanal, y unos capellaci de zanahoria, todo bañado con un vino rosé.
Explanada del Museo Rufino Tamayo, dedicado a presentar exposiciones de arte contemporáneo.
Otro de nuestros planes favoritos juntas es disfrutar las diferentes expresiones artísticas que propone esta ciudad. Uno de los lugares emblemáticos es la galería OMR, ya que su historia habla en buena medida del arte mexicano reciente. Representa a artistas contemporáneos emergentes y consagrados y desde sus inicios fue una gran influencia de las artes en México. Ahora mismo domina la planta baja una obra de Yann Gerstberger, un textil inmenso (de 9 metros por casi 3) confeccionado en cuerda de escalada y ojales de acero industriales. Del mismo autor, flasheamos con un lienzo con hilo bordado en la técnica huichol tradicional en forma de cactus. ¿Otras galerías con muestras siempre interesantes? Nuestras preferidas son Proyectos Monclova, Kurimanzutto y MAIA Contemporary. Y así terminamos este gran día de charlas, confesiones y miradas amorosas, esas que solo puede regalar una amiga.
Los carritos venden panes dulces por toda la ciudad. La concha de vainilla es uno de los favoritos.
Rosetta: Además de Sartoria, en La Roma está Rosetta, otro de los restaurantes más importantes de México, de la chef mexicana Elena Reygadas. Su menú cambia constantemente en función de la disponibilidad de los productos y materias primas respetando sus temporadas. Su vajilla y su deco vintage te hacen sentir en una casa sofisticada y confortable en la que las sobremesas duran muchas horas. @restauranterosetta.
Expendio de Maíz: allí hacen su propia nixtamalización (proceso que se le hace al maíz para elaborar tortillas y otras elaboraciones típicas) y molido de grano de maíces criollos. @exp_maiz.
Los dulces y botanas son muy típicos en México, ¡Hasta las golosinas tienen picante!
Parada beauty
En el medio del paseo, también nos dimos un tiempito para unos mimos beauty en una tienda de productos mexicanos de cuidado corporal y aromaterapia. Balmoria ofrece una estimulante experiencia sensorial para quien la visita: destapar cada frasquito es un viaje de placer. Fuimos a hacernos un test en la piel y un tratamiento con geles, máscaras faciales y make up con productos que tenían entre sus ingredientes el agave, una de las variedades más famosas de cactus, ya que, a partir de él, se elaboran el mezcal y el tequila. ¡Salimos renovadas!
Vicky Dorin. "Llegué a Ciudad de México con mi marido y mis dos hijos el 25 de febrero, dos semanas antes de que cerrara todo. Estos fueron meses en los que no entendíamos muy bien de tiempos, espacios ni nada y al mismo tiempo sí. Fueron días de respirar profundo muchas veces, seguir las noticias en Buenos Aires, confiar en que todo iba a estar bien y enfocarnos en las cosas más simples: armar rutina, hacer algo de actividad física, escuchar linda música, leer y comer rico. Y reírnos. Cuando desde Buenos Aires me preguntan cómo estoy, con una sonrisa respondo: La cajita de Rivotril está casi llena".
Trini Baruf. "Llegué a México hace tres años, dos semanas antes del temblor más grande de la historia de este país. Llegué con mi marido Adrián, cuatro valijas y nuestro perro y en el aeropuerto, mis suegros nos esperaban felices con una caja de pan de muerto que a mí me pareció increíble: no tenía idea de la cantidad de cosas sorprendentes con las que me encontraría. El temblor fue fortísimo: en el instante en que sucedió sentí que estaba viviendo el fin del mundo. De todos modos, cuando me preguntan por qué me vine a México suelo sentir vértigo y tardo en responder. No logro armar un relato único. Pero lo más sincero sería decir que vine por amor. Y así, un poco como en una ola, ha pasado de todo y ya somos una familia: hoy tenemos una hija de nueve meses y ya nos sentimos en casa".