
Cuando era chica entraba sin permiso al cuarto de mis hermanas más grandes y las veía bailar mientras escuchaban música y hablaban de sus cosas. Pero lo que más me llamaba la atención era cómo bailaban. Unas genias, lo hacían tan bien y se divertían muchísimo. Ya de chiquita pensaba que ellas son las mujeres más lindas del mundo, y todavía me escucho diciendo "wow, yo quiero ser así y aprender a bailar así".
Una de mis hermanas, Luciana, a quien rebauticé Achi, era la que me enseñaba a bailar y me hacía hacer coreografías súper estudiadas y estrictas. Llegaba un momento en el que ella se sentía muy orgullosa de mi preparación y le quería mostrar a mamá la coreo. Entonces preparaba todo y mientras mamá me miraba yo me ponía tomate y le decía a Achi que porfi, que le dijera a mamá que no me mirara... Nunca pude bailar delante de mamá. Vergüenza absoluta. ¿Diván? Maybe, maybe...
Toda esta introducción es para contarles que bailar ocupa un espacio muy grande y especial en mi vida. Bailar para liberar todo lo que llevo adentro, tensiones, estrés, cansancio, a veces tristeza y también alegría, novedades, sueños. Es algo que muy pocos saben, aunque no puedo contenerme cuando suena música que me inspira, esté donde esté. En casa, por ejemplo, hay momentos que lo veo a Manu frente a la computadora trabajando híper concentrado entonces aparezco bailando como loca en el living, con la música a todo lo que da. Otras veces, él me dice "please, bailate este tema", y me van saliendo movimientos que fluyen naturalmente y que lo hacen reír; después no me puede parar y me quiere matar! También bailo mucho estando sola y si estoy con mis amigas tienen la misma costumbre del "Dale, Mili, bailate este tema" cuando necesitan empezar a reírse.

Las más de las veces mis pasos son malísimos, el cuerpo se me descontrola y me importa cero. Me acuerdo de estar bailando una noche sola en mi casa de Londres, que está sobre la avenida Kings Road. En frente hay un pub que siempre revienta de gente y como no se puede fumar en ningún lugar cerrado los fumadores se toman unos minutos en la vereda. Entonces yo bailaba como si no existiera el tiempo ni el lugar ni el espacio, hasta que por casualidad miré por la ventana y vi a un grupo de fumadores muriéndose de risa mirándome desde abajo y saludándome. Al principio me dio una vergüenza tremenda, pero los saludé y, ya que estaba en mi salsa, seguí bailando porque al fin y al cabo eso era lo que necesitaba: olvidarme de todo por unos segundos. Bueno, por unas horas, je!
Quizás me animo y algún día pongo la cámara y hago un video de mis mejores pasos para mostrarles, eeeesaaaaaa!
Mili
PD: Por estos días, estos son algunos de los temas que me incitan a bailar sin parar. ¿A ustedes?

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