De vuelta en la gran ciudad, congelada. Finalmente ayer pegamos la vuelta, se estaba poniendo helado el asunto. La pasamos increíblemente bien. Volví descansada y feliz. Concluyo que dormir, cocinar, leer y tomar un poquito de sol me devuelven el alma al cuerpo. (Ojo con el sol, los 10 minutos que estuve el domingo antes de ponerme protección me dejaron efecto camionero en los brazos. No se puede estar un segundo sin nada).
De alguna manera septiembre (me niego rotundamente a decir "setiembre" me digan lo que me digan, de hecho ni Word te lo corrige) se las ingenió para volverse invierno. Llegué y tuve la fascinante tarea de poner mi tiro balanceado en funcionamiento en cuanto crucé la puerta de casa. ¿Era necesario? Basta que lo apague para que vuelva el frío.
Hoy Pedro ya no está en la agencia. Es raro ver el box vacío.
La recepcionista está obsesionada con nuestras escapadas al campo y cuando me ve entrar esta mañana me hace grosero gestito con la mano de puño cerrado que sólo podría ser traducido como un "¿le dissste?" así con muchas eses. Nos reímos. Le pego con un abanico de papeles que me entrega ni bien llego y se ríe otra vez.
-Ya es aburrido. Son rarísimos.
-Callate, nena...
-Hoy lo llamo, te juro. Cobarde. Encima ni vino...
-Ni se te ocurra.
-¿Pero nada, nada?
Lo único que me falta es tener que dar cuentas por lo que hago o dejo de hacer. Las cosas están bien así.
-Confiá en que yo sé lo que hago. No me rompas más con el tema.
La distraigo con ir a ver vidrieras en la semana. Me dice que sí instantáneamente. Al final, es tan fácil.
Yo también me hago sus preguntas, y me las hago a mí misma. Pero hay algo que yo sola puedo entender, algo que me dice que está todo ok. Shhh...tranquila, que todo siga su curso.
-Ah, che, y además se viene tu cumpleaños. ¿Ya tenés decidido qué vas a hacer?
No deja de atorarme con preguntas que hoy, hoy, hoy, no puedo contestar.
-Cerrarte la boca con una piñata mexicana, eso.
Festejos. Uf, los pienso el fin de semana. Todavía falta.