Israel Adrián Caetano se toma vacaciones de a ratos. El director uruguayo, radicado en la Argentina y creador de Un oso rojo , Crónica de una fuga y Francia , entre otras, cuenta que cada día, a su manera, sale de viaje.
"Mis últimas vacaciones son siempre mis primeras vacaciones -comenta-. Tal vez porque nunca tuve la oportunidad de irme de vacaciones , de planearlas, de pensarlas, de ahorrarlas. Mis vacaciones son salteadas, mezcladas entre viajes de festivales, viajes por placer y pequeñas vacaciones realmente concebidas como tales. O sea, que siempre, al menos durante partes de mis días, estoy de vacaciones. Y es entonces cuando regreso a ser niño y siento que no tengo responsabilidades. Por ende, mis últimas vacaciones son siempre en Uruguay."
-¿El mejor viaje de tu vida?
-Cuando fui a Barcelona a estudiar guión. Eso me marcó para siempre. Ahí me di cuenta de que el cine, más que apasionarme, me enfermaba. Pido disculpas a mis hijos por no tener la respuesta demagógica de sentir que mi mejor viaje fue con ellos. No. Fue solo y a estudiar, que para mí siempre fue como trabajar. Adoro ese viaje porque deteminó mi vida como cineasta. Allí aprendí a faltarles el respeto a las convenciones y a las fórmulas.
-¿Avión, barco o tren?
-Tren, toda mi vida tren. Cuando fui a Europa por primera vez, todo fue en tren. En Montevideo, en Uruguay, el tren era mi pasión. Iba a las estaciones con un tío al que adoro a ver pasar los trenes. Los trenes tienen esa velocidad en la que todavía uno puede ver las caras de los que viajan.
-¿Playa o montaña?
-Montaña. La playa siempre fue el fondo de mi casa. Cualquier uruguayo sabe que la playa es tan común como el mate y el fútbol. Me crié, viví y jugué al fútbol en la playa. Decir que ir a la playa me parece una rutina es casi cínico. Prefiero a la montaña por lo desconocida.
-¿Una escapada favorita de fin de semana?
-A mi casa y con mis hijos, a jugar con ellos. Ese es mi ideal y mi imaginario de vacaciones favoritas. Afuera puede llover, hacer calor, viento o frío. Pero mis vacaciones son a prueba de todo eso. Jugar son mis vacaciones. Sea donde sea.
-¿Un destino soñado?
-Montevideo. Sueño con volver a mi ciudad y mi país. Con ver lo que no pude ver de chico porque no tenía la suficiente altura. Sueño con envejecer donde nací, de donde no me fui expulsado. La playa tiene esa intuición de lo infinito que hace que el contemplarse a sí mismo sean unas vacaciones para adentro. Estar en Montevideo para mí lo es todo: donde nací, donde me hubiera gustado vivir y a donde viviré.
-¿Algo que nunca dejás de llevar en un viaje?
-Dinero supongo. Eso es lo básico. Desgraciadamente, con dinero todo se puede. Así que trato de no prescindir de ello.
-¿El viaje más caro que has hecho?
-Uf... A algún festival, seguramente. A algún festival donde uno pensaba que era más de que lo que en realidad era. Eso es caro: imaginar una ciudad que después no colme las expectativas que uno tiene en el fondo de su corazón. Ese es un viaje caro por más que cueste monedas: ir a un lugar soñado y que nuestra imaginación haya superado la realidad. Gracias a Dios, eso no me ocurrió nunca.
-¿Solo o acompañado?
-Siempre acompañado. Excepto que sea por razones laborales.
-Carpa ¿sí o no?
-Siempre, por las dudas. El vértigo y la verdad de la carpa es única. Uno deja de usar carpa cuando es viejo. O nunca la ha usado por miedo a envejecer. El frío, la lluvia y el amanecer en la carpa es de un precio impagable. Ya sea en Colonia o en los Campos Elíseos.
Un turista de lo fantástico
"Siempre que quise viajar, pensé en el centro de la Tierra. Debe ser porque cuando nací, de las Siete Maravillas, quedaban menos de la mitad. Aunque parezca de yoga-salame , creo que el mejor viaje es para adentro. Por eso, y porque leí a Julio Verne, si fuera un turista sería de lo fantástico. De ir a esos lugares donde nadie va a poder ir. A la luna, al centro de la Tierra, a Atlantis, al futuro o al pasado, a Marte. Todos esos lugares me apasionan por imposibles. Así como también, de pronto, conozco la isla de Pascua y no me da vuelta.
Prefiero siempre pensar, por más que conozca no poco, en lugares a los que nunca voy a llegar. Eso me motiva a viajar, que es de hecho de lo que estamos hablando. Me gusta viajar a lo de mi familia a comer los domingos. O a pasear porque sí en auto con mis hijos, escuchando música. O me gustaba, hasta antes del corte de rutas de los asambleístas, ir a Uruguay con ellos mientras mi hija Milagros me cebaba mate. Creo que el fin y al cabo, es eso: hago los viajes a donde sé que voy a llegar, y sueño con aquellos que creo imposibles; así, el día en que se den, si se dan, me regresen la sorpresa que necesito a diario."