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Cambios: ¿qué nos enseñan los animales?

Los humanos tenemos mucho que aprender sobre los cambios que realizan algunosanimales.




Créditos: Latinstock

Cambios y más cambios. Ya lo dicen desde las tradiciones milenarias orientales hasta los filósofos griegos: si hay algo que no cambia es que siempre hay cambio. Existen cambios provocados por nosotros mismos y otros que vienen dados. La historia del mundo y de cada una de las personas que lo habitan se constituye a través de cambios. Situaciones que se modifican, relaciones que empiezan a ser o dejan de ser, sensaciones o sentimientos que no son lo que eran.
Entre los animales la capacidad de realizar ciertos cambios es fundamental para seguir viviendo. El cambio es, para ellos, puro impulso vital. Las aves migran cuando el hábitat en el que se encuentran se les vuelve adverso. Los gusanos se transforman en mariposas. Los camaleones se adaptan cambiando de color ante el peligro. Los cangrejos cambian de caparazón cuando les queda chico, para seguir creciendo y además quitarse de encima a parásitos molestos. Las estrellas de mar pueden regenerar un brazo si lo pierden.

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Los humanos, animales racionales y temerosos

Migrar, transformarse, adaptarse, romper para crecer, regenerar es lo que hacen esos animales. Pero estos cambios, que los animales encaran por instinto o por su constitución biológica, también son herramientas que tenemos los humanos. A la manera de las aves, podemos cambiar de entorno cuando no nos resulta saludable. Como los gusanos, podemos modificarnos de manera radical. Como los camaleones, podemos adecuarnos a ciertas circunstancias. Como los cangrejos, podemos liberarnos de lo que nos encorseta. Como las estrellas de mar, podemos apelar a nosotros mismos para sobreponernos a la adversidad.
Es más, los seres humanos debemos ser los animales con mayor posibilidad de encarar cambios diversos y, además, de combinarlos. Pero tener la posibilidad no necesariamente implica que hagamos uso de ella. Y en eso la incertidumbre paralizante, que es la inercia generada por el temor al cambio, parece jugar un rol fundamental.
Esa inercia es propia de los humanos más que de los animales. Pero no sólo nos diferencia la diversidad de cambios a nuestra disposición y la inercia para implementarlos. También somos distintos a los animales en cuanto a nuestra posibilidad de generar cambios a conciencia, sabiendo lo que hacemos, y conjugando lo racional con la intuición. Tantas opciones parecen marearnos con frecuencia, olvidando la libertad que implica disponer de ese abanico de oportunidades.

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