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Canadá, símbolo de modernidad y confort

Las ciudades subterráneas de Toronto y Montreal, los cuidados jardines de Ottawa y la histórica Quebec integran el mosaico cultural de este país




CANADA.- Please, vhere is the nearest underground?
What...? Excuse me, I don´t understand? Oh, oui I´ arrêt, s´il vous plaît. Si está a punto de subir al avión para ir Canadá, no olvide practicar frases de este tipo en ambos idiomas. Las necesitará, sobre todo en las provincias de Ontario y Quebec. Si bien llegará para festejar el Día de Canadá (1° de julio, cuando todo el país se ilumina con fuegos artificiales en honor al 131° aniversario de su fundación) y advertirá una algarabía generalizada, al recorrer sus ciudades las diferencias saltan a la vista. No tanto en Toronto, sino en Montreal y más aún en la ciudad de Quebec la necesidad de marcar la diferencia es un hábito.
Los distintos idiomas se ponen de manifiesto en los carteles de las calles de Montreal y Quebec -que aunque deben estar en ambos idiomas, el inglés no es muy notorio-; en los menús de los restaurantes, que del inglés habitual de Toronto -por ejemplo- pasan a ser bilingües y, por supuesto, en el hablar cotidiano. No hay que esperar que un taxista de Montreal o una empleada de aduana del aeropuerto de Quebec hablen en inglés; sin embargo, la cortesía y la educación harán que se entiendan y llegará a destino aun balbuceando su propio idioma.
Pero la diferencia va más allá de la lengua, es histórica. Ventas de tierras, negociaciones interesadas, decisiones políticas, la agitada historia canadiense, dan cuenta de no pocos enfrentamientos que aún persisten en diferencias culturales de regiones que parecen irreconciliables, pero que conviven. "Yo soy québècquois", asegura Jeanne Vignault, guía de turismo, al preguntarle si se siente más francesa que canadiense. Un separatismo que, para el que no está acostumbrado a las tradiciones culturales y las históricas convicciones políticas, parece absurdo y hasta grotesco.
No obstante, las características regionales no son un impedimento; por el contrario, permiten enriquecer la idea que se tiene de este país (marcadamente europeo, aunque la frontera indefensa más larga del mundo, con los Estados Unidos, influya y tiente), y que no es exagerada cuando se asegura que por aquí todo parece muy limpio, ordenado, cuidado, reciclado, y en permanente construcción y reconstrucción.
No son pocos los que repiten la anécdota. José Gavinha, del Toronto Convention and Visitors Association, la cuenta una vez más: "Un equipo de cine de Hollywood que llegó a Toronto a filmar, intentando que las calles parecieran auténticamente americanas, empezó a esparcir basura por el lugar de rodaje; pero mientras se fueron a hacer un descanso para comer, llegaron los empleados del departamento de sanidad e higiene y levantaron todos los desperdicios".
Por supuesto -además del calculado centro financiero de Toronto; la villa más antigua de América del Norte, el Quartier Petit-Champlain de Quebec; el reciclado Old Port y el fastuoso Casino de Montreal, y pueblos como el cuidadosamente explotado Niágara on the Lake-, barrios como el juvenil y desinhibido Fashion District, el popular este de Queen Street o la zona griega de Toronto y, también, los cosmopolitas barrios francés y latino de Montreal demuestran que, por suerte, lo común y corriente también existe en todos lados.

En defensa propia


Toda Toronto es una obsesión por las alturas, las distancias y las conexiones. La torre en la que funciona el centro de comunicaciones y ferrocarriles, con sus 553 metros, es un extremo que llega a unirse con más decenas de metros que profundizan su permanente intención de disponer y recrear espacios. La amplitud es la consecuencia más directa; justamente, por la diferencia de temperatura que se registra a lo largo del año se proponen extender sus dominios con más y más cemento.
Cual topos, aunque lejos de ser personas que no tienen vida, sino más bien que pretenden tenerla a pesar del tiempo, imaginaron una ciudad subterránea que conecte los principales puntos de Toronto con el fin de evitar que todo quede paralizado ante las inclementes nevadas. Durante décadas abrieron túneles y galerías, ampliando y reformando, hasta llegar a lo que son hoy sus 12 kilómetros de extensión bajo tierra.
La imagen que se podría tener de la cinematográfica y artificial vida que ficticios extraterrestres desarrollan en un escondite bajo tierra, o aquella que sucedía en una caverna, o el límite que impone un sótano o el espacio de un subsuelo sin salida al exterior, son flashes equivocados. Por el contrario, la vida que se advierte en la ciudad subterránea de Toronto -hay una similar en Montreal- está en constante movimiento.
Es un ir y venir de miles de personas por caminos que, a primera vista, parecen laberínticos. Son extensas galerías que no están vacías, aunque sí fuera de la contaminación visual a que estamos acostumbrados. Por allí, muchos caminan de memoria hacia su lugar de trabajo sin siquiera levantar la vista para mirar el cartel que indica por debajo de qué calle se circula. En Union Station, terminal de ferrocarril conectada al underground de Toronto, pasan 40.000 personas por día y hasta 55 millones al año, y la mayoría llega hasta allí por abajo.
Pero no son sólo galerías con ofertas, que por cierto las tienen: cuentan con más de 1100 comercios, entre cafés, restaurantes y centros comerciales. Se los considera como parte de la ciudad subterránea porque, además de disponer de ellos en sus galerías, se conectan con muchos otros, como el Eaton Center, el shopping más grande de Ontario, con precios más caros a medida que se asciende a sus tres plantas, y punto de referencia al estar situado en el corazón del centro financiero.

Una oportunidad única


Al menos una vez al día se siente la necesidad de bajar, ya sea para tomar el subte o para buscar un regalo de oportunidad, dicen en referencia a las ofertas con que los comerciantes atraen a sus clientes.
"Durante el invierno laboral no salgo al aire libre, salvo los metros que separan mi casa de la estación y de allí camino por abajo, almuerzo por ahí; y si voy al cine, al teatro o a tomar algo también lo hago por estas galerías." Lejos de ser un encierro, para Celina Letterio Tiscornia -una argentina que desde hace años reside en Toronto-, la ciudad subterránea es como un salvavidas para salir adelante a pesar de las decenas de grados centígrados que desciende la temperatura.
Cuando los pasillos no están tan repletos de presurosos empleados y ejecutivos -ya que las galerías conectan con 48 edificios de oficinas-, cerca de las 9.30, bajar a desayunar, a comprar un libro o un regalo es lo habitual. A media mañana pueden verse a desesperados fumadores, cigarrillo en mano, saliendo rápido a la calle para por fin prenderlo y fumar al aire libre, siempre que el tiempo lo permita. Por suerte, y no sólo para los fumadores, ahora el verano lo permite y en forma.
Los 18 kilómetros de camino del underground de Montreal son similares -con la mencionada diferencia cultural claro-, se extienden como tentáculos debajo de las principales arterias y conectan a más de mil oficinas y decenas de cines. Recorrer una y otra ciudad puede resultar cansador, ya que ambas son pedestres. Y debido a que los turistas siempre están ávidos por conocer distintos sitios, también pueden resultar claustrofóbicas.

Estallido multicolor

Paralelamente a la vida que transcurre en las subterráneas arterias de Toronto y Montreal, se desarrollan muchas actividades al aire libre. Casi compulsivamente, al promediar mayo, los canadienses salen a las calles y parques, y los convierten en escenarios de sus expresiones artísticas y deportivas.
Sentir los primeros rayos de sol en las terrazas de los cafés de Avenue Road, en el victoriano barrio de Yorkville; pasear por el lago Ontario en transbordadores que llevan a las playas de las islas de Toronto; hacer rafting en los tumultuosos rápidos de Lachine, en el río San Lorenzo, abordando en el florido embarcadero de Victoria, en el Old Port Montreal; recorrer el Jardín Botánico, con sus 26.000 especies de plantas, o disfrutar del golpe de color que producen el Rosedal de Montreal o los jardines de tulipanes que bordean el Canal Rideau, en Ottawa, son algunas de las actividades que se pueden disfrutar.
Excursiones en bicicleta por el Parque Mount Royal, en Montreal; recorridas por el boulevard Gran Allée, y admirarse se con las vistas que se alcanzan en el mirador de los llanos de Abraham, en la ciudad alta de Quebec; paseos por los coloridos jardines de tulipanes de la capital, o asistir a la ceremonia de cambio de guardia en el el Parlamento, en Ottawa, son experiencias que brillan bajo el cielo canadiense.
Por Delia Alicia Piña
(Del suplemento Turismo)

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