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Catamarca, realidad y hechizo

Un territorio imbuido de creencias y amor por la tierra que deslumbra al viajero con su geografía dibujada por pintorescos pueblos, en los que la hechicería asoma como una de sus postales más curiosas e inolvidables




ANDALGALA, Catamarca.- El zonda soplaba impetuoso y fuera del ómnibus el ambiente era una nube de polvo. En los asientos del fondo del vehículo, un hombre de barba algo blanquecina se dirigía a un viajero que tenía delante de él: "Si alguien de aquí gusta de tu chica, cuidala. Cuidala mucho porque te la pueden encantar y llevártela. No la dejes sola". En el momento en que había hilvanado la última palabra, una rama golpeaba la parte delantera del ómnibus y el chofer volanteaba, aportándole a la frase mayor dramatismo del que ya tenía.
El viajero se asustó, tuvo temor y ni siquiera se justificaba a sí mismo porque él no era supersticioso (vivía en la gran ciudad). "Cómo es posible que puedan encantar a mi amada y quitármela. Eso es poco creíble", pensó. Pero por instinto, tomó del brazo a la chica y no la soltó hasta llegar a Belén. ¿ Y si es cierto... ? Miró al barbado y se malquistó con él porque sospechó malas intenciones de su parte.
Una hora más tarde, el transporte arribaba a la apacible localidad de Belén. El viajero y la chica se dirigieron al hotel. "No digas tu verdadero nombre ni tu edad real", le sugirió él a ella, un poco en broma, pero tratando de evitar que los encantadores se apoderasen de algún dato de su compañera.
En Catamarca la gente es especial. Tiene tradiciones religiosas muy diferentes de las de las metrópolis y cree en seres imaginarios, símbolos de deseos y ansiedades inconfesables. Incluso, criaturas ilusorias que defienden la pureza del agua o la integridad del monte.
No obstante la persecuta infundida por el barbado, nada ocurrió con el viajero y su chica a la que, sin embargo, por las dudas, abrazó durante todo el viaje como nunca antes lo había hecho. La visita por el centro de Catamarca les resultó muy amistosa y se sintieron en realidad protegidos por la gente local, entre quienes no reconocieron ni olfatearon hechicero alguno.
La geografía de Catamarca es cautivante, rica y diversa. Tiene vastas zonas áridas, pero de una aspereza viviente. Entre las montañas, algunas quebradas rompen la tiranía del páramo. Arrastran ríos caudalosos y aportan condiciones propicias para que se desarrollen extensos valles.

Clima y turismo

Es poco cierto que la mejor época para visitar las montañas de altura intermedia del noroeste argentino sea el invierno. No solamente es relativa sino que no es cierta tal afirmación.
Son los meses de marzo y abril tal vez los ideales porque los valles están húmedos y las lluvias por entonces aflojan la mojada.
Durante el verano, el paisaje se luce con colores radiantes y quizás el inconveniente sea que llueva una pizca gruesa cada día como la aparición del alpapullo en Tafí del Valle. En los desfiladeros de altura como el Calchaquí o el de Belén, es un período bueno para concurrir.
Por encima de los 1500 metros, donde están situadas algunas localidades catamarqueñas del centro como Santa María, la temperatura es soportable, de una calidez de incubadora, y por la noche es fresca o bien fría. (Pero el turismo por la Argentina parece ser un gran barco en el que todos los pasajeros conjuntamente se mueven de proa a popa, de Sur a Norte, Verano, todos al Sur o a la costa; invierno, todos a la sierra o al Norte). El invierno en Catamarca es seco y polvoriento. Incluso en agosto arrecia el zonda (afecta la cordillera desde Salta hacia el Sur) y eso hace volar por el aire a las vinchucas y ni imaginar la vista panorámica, desaparece por completo bajo el polvo. El zonda es cosa seria para un turista porque roba el paisaje a los ojos, pero también lo es para un poblador. "Cuando el zonda aparece, la gente se mete en sus casas y no asoma la cabeza por nada", dice una pastora de Londres. "Igual -agrega- hay que tenerle paciencia, decía mi abuela, porque el viento reparte semillas y la lluvia después las hace crecer."

Sonríe, Londres

Londres es un pueblito que se halla al sur de Belén. Es pequeño en cantidad de casas, en número de pobladores, pero tiene un espíritu grande. Lo que desborda todo cálculo de tamaño es la sonrisa de sus pobladores. Parece que se disputan quién es el que puede lograr la apertura de boca más ancha.
La gente de Londres es alegre, preguntona. Basta echarles una mirada a los ojos que los londrinos responden mostrando sus sugestivos dientes. ¿Será que la nuez de Londres provoca la sonrisa a sus pobladores?
Si es así, más vale hacerse de un buen manojo del fruto. Hay quienes las venden y quienes las regalan y, además de confrontarse acerca de la sonrisa más ancha posible, rivalizan -sin perder la alegría- para ver quién es el que tiene la nuez más rica. En las casas de las calles laterales de Londres, los jardines están atestados de nogalitos, como a los londrinos gusta denominarlos. "Los nogales son muy envidiosos."
Necesitan de muchos metros libres alrededor para crecer bien y desarrollarse", afirma un habitante de Londres que pasó varias décadas de su vida manejando el tranvía del barrio de Saavedra. "¡Qué pena que no estén para la fiesta de la nuez, en febrero. Es la época más linda para visitar la región !" Lo poco que la gente materialmente tiene es capaz de ofrecerlo a modo de agasajo. Puede que de la mano de una pastora humilde se obsequien un par de limas frescas que recogió de la planta mientras paseaba a sus cabritos y tejía un apoyapavas.

Un cerro histórico

Cerca de Londres, 6 kilómetros al Oeste, se encuentran las ruinas de Shinkal, un sitio que perteneció a los incas y que posee un cerro ceremonial y algunos edificios restaurados de cierto atractivo.
El paraje fue testigo de los cruentos episodios derivados del Gran Alzamiento Calchaquí de 1632 contra la población londrina. El valor histórico de Londres es el de haber sido la primera localidad fundada en la posconquista española en Catamarca. El emplazamiento actual del pueblo ocurrió luego de varias mudanzas desde que Pérez de Zurita -de la ruta colonizadora de Chile- la creó por primera vez en 1558. La historia del pueblo actual se remonta a una repoblación iniciada en el siglo XVIII.

Belén al Norte

Dos decenas de kilómetros al norte de Londres está Belén, cabecera de la zona. Tiene una fisonomía urbana importante y como muchas pequeñas ciudades de Catamarca ha sido tomada por trabajadores de la actividad minera y de la construcción de caminos. Los más supersticiosos o aquellos que se oponen al trabajo de la mina Bajo de La Alumbrera dicen que el clima es distinto desde que están trabajando en el yacimiento, que hay más polvo en el ambiente.
La sonrisa más ancha y espontánea está en Londres, no quedan dudas. Pero las opciones para hacer circuitos turísticos parten de Belén. Hacia el oriente, un camino lleva a Andalgalá por la cuesta de Belén, un itinerario árido, pero con ejemplares de algarrobo, tusca, chañar y algunos atamisquis por el que se mueven zorros. "Si el zorro se te atraviesa en el camino de izquierda a derecha, las cosas te van a salir bien. Si lo hace por la derecha, es un mal augurio", comenta un belicho (nativo de Belén).
El otro trayecto posible parte hacia el Norte. Es más pintoresco y ofrece más alternativas geográficas. Por allí se va también a la mina Bajo de La Alumbrera, así que las Caterpiller y otras maquinarias despampanantes están presentes para desafiar las empinadas laderas catamarqueñas.
El primer recorrido interesante para hacer es el llamado Norte Chico, a partir de la Puerta de San José, que posee una capillita cristiana de 1780. Una serie de pueblitos de montaña muestran sólo la autenticidad de la comunidad catamarqueña de esa región. Las Barrancas, Las Juntas, Las Granadillas, Pozo de Piedra y La Toma conforman la vuelta a la que puede sumársele la villa de Cóndor Huasi.
La ruta siempre roza la desolación. Tras algunas curvas, aparecen pequeños poblados montados sobre un verde húmedo muy intenso. Para el verano, los viñedos y los morrones cambian el color a la tierra. Dentro de las casonas antiguas, el mundo de los utensilios y las prácticas cotidianas difieren mucho de lo habitual. "Este es un lagar -señala Rosa hacia un receptáculo de cuero de más de dos metros de largo-. "Cuando cosechamos la uva cereza en abril, se coloca en el lagar y se la pisa dentro. Se quita el mosto y entonces lo colocamos en la bordolesa para que fermente hasta septiembre."
El vino casero de la región es delicioso y tiene ese sabor dulce -más cerca del afecto que del azúcar- que las manos de las especialistas le imprimen a la uva criolla desde que realizan la cosecha hasta que la colocan en el tonel. "Ojo con el vino patero dulce, porque es el que macha mucho. De verdad, macha mucho", advierte un poblador de Hualfín al ver que un turista está dispuesto a beber un trago del líquido espirituoso obsequiado por doña Rosa y doña Dora. Macha mucho, piensa el viajero, mientras es consciente de la frase, por poco rato.
Hualfín es un pueblo pequeño pero situado en un entorno bellísimo. Sus campos están cubiertos de colpa, uno de los complementos de la coca más usados en la región. "Quiere una galletita", le dijo un viajero a una señora de El Eje. "No, gracias. Estoy mascando chicle", le respondió la anciana, pero el olor a coca la delataba a la legua. "Señor, no se imagina lo rico que son los morrones de Hualfín", -comenta un vecino belenisto que está de paso hacia Antofagasta de la Sierra-. "No dejen de probarlo porque es mucho más aromático que el de los valles Calchaquíes." Antes de que el camino continúe a Santa María, la capilla de Hualfín recibe de pie y con un rosa pastel en la piel, sus casi 228 años de vida.
Desde que se fundó la iglesia, vio pasar cosechas de uva y morrón en medio de un entorno apacible que ni siquiera la posmodernidad hizo tambalear.
Andrés Pérez Moreno

Museos arqueológicos

La región comprendida en torno de las ciudades de Andalgalá y Belén es muy rica en yacimientos arqueológicos.
Una serie de museos, tanto colecciones privadas como públicas, exhiben piezas preciosas de las culturas nativas. A pesar de que los materiales se hallan bastante apilados entre sí, cada una de las obras -principalmente escultóricas- provocan admiración.
Se destacan en Andalgalá el Museo Privado de Malli y el Museo Arqueológico Provincial, y en Belén el Museo Cóndor Huasi.

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por Redacción OHLALÁ!


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