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Celebrar, en familia o en una disco en Nueva York

Llegan Navidad y Año Nuevo, y hay que decidir con qué parientes se festeja; sin embargo, existen también otros programas posibles




¿A quién no le gustan las Fiestas? Sin embargo, como todo lo realmente importante, tienen sus bemoles. Comenzando por preguntas como ¿dónde pasamos Nochebuena? ¿Y la noche del 31?
Al casarse se pasa a tener dos familias y dos casas para la celebración. En lo de mamá o lo de mi suegra (del otro lado del espejo, se trata de la mamá de ella y de su suegra, que es mi mamá). Generalmente vamos donde ellas decidan porque las mujeres saben organizar mejor estas cosas.
La prenda de unión son nuestros hijos, que no tienen problemas mientras el arbolito esté cargado y los pinos resistan la sobrecarga de paquetes. Una salida conciliatoria es Nochebuena en un lado y Navidad en otro, aunque después del atracón nocturno al mediodía siguiente sería más razonable hacer dieta que andar de asado. El parrillero se queda con los hombres que se prenden al choripán nacional mientras ellas preparan las ensaladas que van a ser lo único que coman porque están pensando en el bikini.
Fin de Año es otra historia, tampoco simple. La interna ahora pasa por la pareja. Algunos prefieren no salir de casa y ver la llegada de las 12 por la televisión y los fuegos artificiales que tiran los vecinos. Estilo "a mí no me gustan las fiestas y no veo el momento en que se acaben". Otros quieren reventar la Noche Vieja. Para la rutina tenemos el almanaque por delante.
Oportunidades no faltan. Desde algo tan simple como bajar a la calle y prenderse en cualquier mesa colectiva como hacen los parisienses para celebrar el Día del Vecino. Con baile incluido de la manera que hacen los adolescentes en las playas con el estereo del auto a todo volumen hasta quedarse sordos. Porque no hay mucho que hablar y el barullo, tan indeseable en otros momentos, es la música funcional para recibir el Año.
No hay que olvidar el magnífico recurso de los amigos que tienen una piscina en el country y están dispuestos a ser invadidos sin enojarse. Sólo se necesita un short, sandalias y un par de botellas de champagne que nunca están de más. Con voluntad basta una pelopincho, especialmente si se anotan los chicos que siempre andan de buena onda. Lo único imprescindible es el ánimo predispuesto y disfrutar caminando descalzo para sentir el rocío en el césped del primer amanecer.
Algo diferente es estar solos. Sintiéndose novios sin importar los años de casados. Mejilla a mejilla, recordando los buenos tiempos. Para este programa, no hay libreto previo. Vale todo porque se consolidó la costumbre de las Fiestas Delivery. En Nueva York, por ejemplo, desde mediados de año se reservaban por Internet las entradas a las discos exclusivas por un promedio de 300 dólares por persona.
Buenos Aires también tiene un catálogo amplio. Escapadas, salidas en yates, o comida a todo lujo en varios de nuestros hoteles de cinco estrellas. O, porque no, la travesura de ir a un hotel por horas sin preocuparse por la comida igual que en la luna de miel.
Por Horacio de Dios horaciodedios@fibertel.com.ar

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