COLON.- Como centro del turismo entrerriano, esta apacible ciudad a orillas del río Uruguay, a sólo 320 kilómetros de la Capital Federal, acostumbra mostrar sus bellezas tradicionales: las tranquilas y cálidas aguas del río, con pesca abundante; la ciudad de San José, con su interesante Museo de la Colonia; el molino Forclaz; la ciudad de Villa Elisa, de donde parte un trencito que conduce, una vez por semana, hasta el Palacio San José -que fue residencia de Urquiza- y el Parque Nacional del Palmar, uno de los lugares más bellos de la provincia.
Esta vez no nos ocuparemos de estas alternativas bien conocidas por aquellos que frecuentan la región, sino de algo que tiene que ver con una forma diferente de ver y sentir las cosas, muy relacionado con la naturaleza, la ecología, salpicado con una pizca de aventura.
Por las corrientes del Uruguay
Frente al Hotel Quirinale, en la costanera, se encuentran los gomones y el jeepon que permiten realizar este tipo de excursiones. Antes que nada hay que colocarse los salvavidas como medida precautoria.
El gomón tiene una capacidad para 6 personas. Apenas los motores imprimen velocidad a la embarcación, la popa se levanta como un pingo encabritado y, saltando de ola en ola, nos dirigimos hacia la isla de San Francisco.
La corta travesía permite tener una visión diferente y global de la ciudad de Colón. El desembarco en la isla depara un recorrido que, para muchos, será una oportunidad única de visitar una selva en galería a muy poca distancia de Buenos Aires.
El guía explica las características de la vegetación. Las lianas no cuelgan de los árboles como se ve en las películas de Tarzán, sino que crecen desde la tierra y como plantas trepadoras se enredan en los árboles. Los chicos, y los no tanto, pueden intentar subir por algunas de ellas y hacerse la película.
El sendero avanza entre árboles de grandes dimensiones, el calor, la humedad y los mosquitos que se hacen sentir. Al llegar a la laguna de las tortugas, no es simple avistarlas, ya que permanecen tan rígidas y se mimetizan en forma total con el entorno que sólo la vista entrenada del guía permite descubrir una de ellas tomando sol sobre una piedra.
Tras bordear las lagunas con su profusión de plantas acuáticas, otra vez aparece la selva. Los prismáticos aproximan a un inmenso panal de abejas salvajes que cuelga de una rama. El sendero se ve interrumpido por una depresión que se sortea transitando por un tronco que hace las veces de puente y nos deja frente a un riacho. Para cruzarlo hay una cuerda que pende de una rama y el riesgo de no alcanzar la otra orilla y quedar suspendido sobre el agua estancada es muy grande y nada agradable. Se decide entonces tomar un camino alternativo que lleva a una pequeña playa donde espera el gomón.
De allí nos dirigimos hacia la costa uruguaya e ingresamos en un brazo del río Uruguay con la isla Queguay Grande, la más importante en el curso del río, a la izquierda. A los diez minutos asoman los bancos de arena del Varillar, que se van acumulando en la desembocadura de un afluente del Uruguay. Están en permanente movimiento, tienen un kilómetro de largo aproximadamente por unos 200/300 metros de ancho, y una arena blanca y fina que haría palidecer a cualquier playa del Caribe.
El regreso hacia Colón tarda unos quince minutos, y de nuevo la ciudad invita a recorrer sus calles con un fuerte acento colonial.
Expedición 4x4
La salida se hace del mismo lugar donde se aborda el gomón. El poderoso vehículo 4x4 con capacidad para unas 12 personas toma la costanera hacia el Norte para atravesar el arroyo Artalaz, dejar allí la ruta asfaltada e internarse por pequeños caminos rurales bordeados a ambos lados por criaderos de pollos.
Charly, chofer y guía, un enamorado de la región, cuenta historias que muchas veces tienen que ver con su propio pasado. Abruptamente el camino se termina y las dunas obligan a colocar la doble tracción. Descendemos por una pronunciada pendiente hacia una playa denominada Itaicora (lugar de las piedrecitas), donde algunos pescadores tientan suerte. Ascender por las dunas es una tarea más complicada, el motor del vehículo trabaja a un régimen elevado mientras las ruedas buscan adherirse en el terreno arenoso.
En el segundo intento logramos llegar a un camino secundario que lleva hasta la calera Colombo. Esta comenzó a funcionar a fines del siglo pasado y pertenecía a un italiano que construyó su mansión a metros de la misma. Se trataba de un palazzo estilo italiano construido con materiales traídos desde la península. Esta mansión que supo alojar en sus épocas de esplendor al príncipe de Gales, se encuentra actualmente en un avanzado estado de abandono.
Nuestro próximo destino es el casi fantasmal pueblo de Liebig, al que se llega después de atravesar el arroyo Perucho Verna. Su origen se remonta a la última década del siglo pasado, cuando un pequeño saladero generó a su alrededor un precario poblado. En aquel entonces, un invento revoluciona la industria de la carne: Justus von Liebi, un químico alemán, crea el extracto de carne para conservar las cualidades nutritivas del producto.
En 1903, la empresa de Liebig compra el saladero y empieza a producir en el pueblo que toma el nombre del propietario. Desde ese momento y hasta la década del cincuenta, el pueblo vive su época de esplendor. Hoy, recorriendo sus calles casi desiertas, podemos ver que en el pueblo asoman construcciones de estilo inglés, vistosas y rodeadas de amplios parques. El recorrido concluye con la visita a un típico almacén de un pueblo del interior, para saborear salame y queso casero.
Marcos Joly
Una serie de recomendaciones prácticas
COLON.- Esta ciudad está situada a unos 320 kilómetros de la Capital Federal.
Para llegar a destino se deben pagar dos peajes: uno en la ruta 12, a la altura del puente Zárate Brazo Largo, de 4,50 pesos, y otro en el kilómetro 100 de la ruta 14, de 2,80.
Se debe ser sumamente prudente por la gran cantidad de camiones y microómnibus que circulan en las rutas. Se puede continuar hasta El Palmar (unos 40 kilómetros), donde una entrada al Parque Nacional cuesta 5 pesos para los adultos y 2,50 para los menores.
Colón tiene un amplio abanico de ofertas en lo que se refiere a alojamiento, tanto en hoteles, residenciales, bungalows como campings.
En hotelería, los precios del hotel oscilan entre 140 pesos la habitación doble y 40 los de una estrella, con las mismas comodidades.
Los bungalows para 6/8 personas tienen valores que, por día, oscilan entre los 40 y los 80 pesos. La oferta de restaurantes es de buen nivel y precio.
En muchos se puede comer por seis pesos. Una comida a la carta, con bebida, oscila entre 12 y 15 pesos. Informes por el 328-9327.
Los precios
- Transporte Por avión, hasta Concordia, a 90 kilómetros de la ciudad de Colón: Ida y vuelta, desde 130 pesos.
Omnibus, ida: desde 22.
Peaje: 7,30.
- Comidas Almuerzo turístico: entre 6 y 8 pesos.
Cena para 2 personas, con bebida, de 30 a 40.
Especialidades: pescados de río y parrilladas.
- Souvenirs Artículos en cuero: a partir de 15.
Cestería: desde 6.
Facones de plata: 30.
- Informes: 328-9327; 0447-21233.
Fotos: Marcos Joly