PUNTA DEL ESTE.- Más allá de los refrescos mansos y de los revolcones bravos , toda la vida Punta del Este se caracterizó por la excelencia y variada gastronomía. Con sus clásicos de antes y con los que se impusieron hoy , siempre nos sorprende y se convierte en el programa de los argentinos, que de comer sabemos bastante y mucho más.
En una recorrida de varios días comenzaría por La Barra y lo primero que recomendaría es el bistró de Hernán Taiana, ese argentino que llegó hace nueve años y que en invierno anda mostrando por el mundo nuestra comida con su Tour de los Sentidos.
Taiana agregó a su casa una cava de excepción. Pero, más allá del vino, uno no se iría del bistró sin probar las mollejas picantes con curry de cilantro, el cordero o el atún. Lo bueno es que maneja tarjetas de crédito, algo que no hacen muchos restaurantes de moda en la zona.
Por allí saltaríamos a un clásico, porque cómo pasar por La Barra y no comer los ravioles La Posta , en La Posta del Cangrejo. Pero, además, allí, antes de cruzar el puente, perdura San Jorge, el lugar donde se come bajo la parra y que conserva su maravillosa tarta de mariscos y las milanesas trufadas, aquellas que inventó el cocinero Moncho en el Yacht Club de Punta del Este.
En otro momento habría que pasar por San Rafael, porque está el clásico Floreal; la francesa La Burgogne, con el relleno como exquisito chef Jean Paul; La Capilla y el novedoso Roma amor, en el que la tana Donatella imprime su carácter amasando pastas con ganas.
Pero nos falta la punta, nos falta el puerto, con sus aromas inconfundibles y cada vez más pródigo en restaurantes que no están de paso. Hace un par de años, Pablo Lucas Tieffemberg instaló Hop y una tabla de mariscos con 16 variedades como para afilar los dientes antes de llegar a un magro plato de ñandú, con papines y una salsa de vino que realza como pocas la criolla ave.
Quedándose cerca del mar y hablando de mariscos no se puede dejar de probar los vasquísimos chipirones de Don Larramendy y mucho menos pasar por la calle de Las Palmeras y perderse la mejor cazuela de Punta del Este, allá en el clásico Viejo Marino, ése de los pescados a la parrilla.
El soufflé de queso no es en otro lado que en lo de Andrés, que sigue atendiendo hace más de dos décadas con las mismas ganas y su infaltable elegancia, allí, debajo del edificio Vanguardia.
¡¡¡Ahhh!!!, y los mejillones y en tantos lados, aunque este año la zafra recolecta unos más chicos que de costumbre, pero blancos y gustosos como siempre. Podríamos hablar de dos lados: el Viejo Marino y Blue Chesse. Eso sí, si uno está frente a la Mansa, en la agradable terraza de éste último, no debería dejar de pasar, pero jamás, la brótola a la manteca negra con alcaparras, un plato que lleva años.
Pero vayamos a la excelencia, pasemos por lo mejor: el Yacht Club de Punta del Este, en el que alguna vez cocinó el nombrado Moncho . El Yacht tiene la mejor barra (redonda) como anticipo, dos salones y la terraza única sobre el mismo puerto. Eso sí, hay que ser socio, pero si no, busquen con facilidad alguno que les extienda una invitación para llegar a esa tentación y comer unos chipirones con arroz o el inigualable e infaltable lenguado a la moutárd: ¡una maravilla!
Comer en Punta del Este es una maravilla.
Por Mariano Wullich
Enviado especial
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