Cómo jugar al estanciero

Hace más de doce años que sus dos casas, una original estilo Tudor con 4 habitaciones y un gran galpón reciclado, convertido en sala de estar-comedor más 5 cuartos que pronto se volverán 10, albergan a los turistas que quieran pasar un día de campo tranquilo sin grandes contingentes, con buena cocina y servicio, más actividades.

"En estos momentos tengo disponibles 5 habitaciones. Las otras cinco están en obra ya que se convertirán en dúplex con cuartos en el primer piso para los chicos, con lucarnas para ver el campo y la laguna", cuenta Pierri.

Las casas asoman en un parque cuidado hasta la obsesión, con cientos de árboles con sus carteles explicatorios plantados entre 1927 y 1929 por el abuelo de Enrique, el médico Fermín Epifanio Pierri. La estancia perteneció a la misma familia desde 1900, cuando Félix Pierri, padre del médico (bisabuelo), compró las tierras a doña Francisca Moreno de Gándara.

El médico plantó cedros, palmeras canarias, paraísos, cipreses, casuarinas, tilos y tipas. "Pero le faltaba el color de las hojas de los árboles, como en los jardines de Europa", señala el casi botánico Pierri, que hasta escribió un libro con los ejemplares de la estancia.

En 1995, él rediseñó el parque junto con dos arquitectas paisajistas para darle color y flores el mayor tiempo posible y que no fueran "sólo verdes": agregó robles, liquidámbares, cipreses calvos, fresnos amarillos, cedro azul, jacarandás, castaños de Indias, acacias. "De esta forma, logré rojos, ocres, amarillos y azules y floraciones desde el comienzo de la primavera hasta mediados del verano", cuenta apasionadamente Pierri mientras realiza la visita guiada y enseña cómo plantar un árbol a los interesados. En total, fueron cerca de 500 árboles centenarios de la primera plantación y 2500 más en 1995. Aunque se anuncia como "charla informal sobre árboles", resulta una completa instrucción.

Las recientes lluvias hicieron que la laguna de 1100 ha volviera a su caudal natural: en 2009 se había secado totalmente a causa de la gran sequía. Los botes o canoas llegan hasta la isla donde, en algunas ocasiones, anidan gaviotas y una pequeña garza blanca; resulta un espectáculo maravilloso, especialmente al atardecer si el tiempo acompaña.

La comida mejoró luego de la llegada de Adriana, cocinera y repostera, y Luis, excelente asador. Nada como su rogel o sus pastafrolas de membrillo o batata, los buñuelos de manzana o las tortas fritas para estos días de lluvia en el campo.

Ellos tuvieron pizzería en Chascomús. Aunque no es frecuente comer pizzas en las estancias, aquí ofrecen más de diez variedades con una masa increíblemente sabrosa. Otras especialidades son el pejerrey de la laguna de Chascomús (Pierri no quiere que se pesque en la Vitel, sí que se observen pájaros), y los famosos ñoquis de Adriana con dos salsas a elección. O los siempre deliciosos asados de Luis, que comienzan con empanadas de carne y prosiguen con chorizo, morcilla, vacío, tapa de nalga y asado de tira con ensaladas.

En una época hubo clases de equitación con caballos peruanos, pero ahora Facundo lleva a los interesados a andar dentro de la estancia o lo hacen solos, según su preferencia. Otra posibilidad es ir de excursión a una estancia vecina llamada Vitel Lauquen, una de las más antiguas de la zona, que perteneció a Francisca Moreno de Gándara, con un bello monte para recorrer.

A pocos kilómetros de La Horqueta, Chascomús, sorprende por la belleza de su casco histórico y el acervo de su Museo Pampeano, la Casa Vicente Casco y la capilla de los negros, entre otros edificios y parques.