Creo que lo único que levanta un día como este es arrancar pidiéndote un buen café con leche (ni pensemos en el precio porque es infartante lo que sale un mísero café) y una medialuna (no pensemos dónde se acumula), poner un poco de buena música en la compu (bajita como para que tus compañeros de laburo no protesten pero lo suficientemente alta como para que te acompañe) y después pensar en las botas de lluvia que te querés comprar cuando salgas. Eso. Porque si no les digo, esta ventana por las que veo llover sobre las terrazas grises de Buenos Aires tiene un aire de bajón tan grande que me tengo que entretener con algo para que no me atrape.
Además me duele la cintura y cada vez que me agacho pego un quejidito como hacía mi abuela.
Pero claro, es solo cuestión de abrir la agenda y darte cuenta que mañana es el día 28 y me tiene que venir. Ahí la suma de todos mis males. El día no debe estar tan gris ni las medialunas deben ser tan necesarias y esas ansias de botas nuevas son solo una excusa para sentirme un poco mejor. ¿Cómo es que no me avivo antes que mi depre no es tal, que no es otra cosa que PMS severo? ¿Cuántos años más me va a llevar aprenderlo?
Un ibuprofeno de 400, unos días que pasen y volveré a ser la misma.
Supongo.
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