Newsletter
Newsletter

Consejos de mi madre




Dicen que en el día de la madre son muchas las personas que toman decisiones fuertes, incluso fatales, sensibilizados por la fecha y porque a todos nos une un vínculo único con ella. Tengamos la relación que tengamos, la madre es la madre, diría un dicho italiano. Y yo desde el lunes que tengo muchas ganas de escribir sobre mi mamá sin haber caído en la cuenta de que pronto será su día, motivada en gran parte por la pregunta de littlentan sobre cuáles son las mujeres que me inspiran.
Veo muy poco a mi mamá. Sólo cuando voy a Buenos Aires. En todos estos años viviendo afuera ella no pudo venir a verme aunque es mi gran sueño, pero hablamos muy seguido y al pensar en este post me di cuenta de que no hay un día que no me acuerde de todos sus consejos, porque ella me acompaña siempre.
Cuando protesto frente a un desacuerdo, escucho a mamá decirme: "Ay, Milagros, te ponés tan fea cuando te enojás". De muy chica yo actuaba ignorando el comentario cuando en realidad pensaba ¿será verdad? Y automáticamente intentaba que el enojo se me fuera. Me preocupaba tanto por llegar a ser modelo y confiaba en que la belleza física era LA clave para lograrlo, que me tomaba a pecho lo que me decía. Lo cierto es que me quedó el acto reflejo y desde entonces, cada vez que vivo una situación injusta, me vienen a la mente las palabras de mamá y no puedo más que sonreir. Lo mismo cuando ella, frente a mis ínfimos dramas, me dice: "Yo a tu edad ya tenía cuatro hijas, ¡Milagros, vamos!". No logro ganarle con mi bajón y gracias a eso puedo dejar que mi tema sea un verdadero drama.
Al principio de todo, cuando me mudé a París, solía llamarla muy seguido para decirle que no sabía cocinar nada. Entonces mamá me daba opciones, pero siempre repitiéndome la frase que hoy aplico a todo: "Mili, dejá de protestar y hacelo. Intentando lo vas a lograr". Sí, intentando fui logrando y no dejo de intentar, en especial frente a los que dicen que algo es imposible...
Cuando tomé la decisión de divorciarme, mamá siempre estuvo a mi lado diciendome: "Hija querida, es una pena grande pero yo te apoyo en lo que decidas y te haga feliz". Y fue una época en la que había días que el mundo se volvía negro y sólo mamá, desde miles de quilómetros de distancia, lograba que yo viera un arco iris. Y después de llorar y añorarla más cerca, venía su típico: "No puedo creer cuánto creciste, pareciera ayer cuando eras un bebé".
"Cuánto me has superado, estoy tan orgullosa", me dice cuando me ve feliz. Y yo no puedo más que pensar que estoy lejos de superarla. Es una madre de fierro, quizás la mejor del mundo. A veces le pregunto cómo hizo para tener diez hijos... ¡Y aguantarnos! Siempre está ahí para escucharte, calmarte y también retarte, pero con una seguridad en el amor que nos tiene que hace que no nos tomemos a mal su gesto. Sé que mamá siempre confió en mí, en mi responsabilidad, y así que, desde muy chica, gané ciertos privilegios, como salir mucho más con mis amigas o quedarme hasta tarde hablando con ellas. Desde la primaria hice un pacto con ella: yo cuidaría siempre de mis tres hermanas menores en el colegio. Todas las mañanas venían conmigo y almorzaba siempre con ellas. Hoy en día no las veo, aunque las sorprendo en la puerta del colegio cuando estoy en Buenos Aires y me da la sensación de que el tiempo no ha pasado.
Cuando era adolescente y estaba triste, odiaba que mamá me diera consejos, así que me encerraba en mi cuarto sola a pensar. Ella se acercaba y me decía: "Querida Chinita (así me decía), yo confío mucho en vos y sé que sos fuerte, una buena hija y un gran ejemplo para tus hermanas". Era su forma para que me sintiera en confianza y me abriera, pero yo le decía que no quería contarle nada porque ella no lo entendería, aunque siempre terminaba contándole. Mamá me escuchaba, siempre me dio mucha paz y seguridad para atravesar momentos de mucha tristeza y soledad. Es el día de hoy que la llamo a cualquier hora de la madrugada y siempre está ahí, calma y segura. Al cortar el teléfono pienso en lo afortunados que somos por tener una madre tan compasiva, humana, sensible y a la vez fuerte como una roca.
Mamá es la persona que más me conoce, lo logró con una paciencia, una generosidad y un amor infinito. Somos muy diferentes, aunque muy parecidas. Mamá aborrece hacer sociales, a mí me encanta. A mamá le divierte mirar televisión, yo no lo banco. Mamá es de Géminis y yo de Tauro, así que tuvo que aprender que cuando algo se me pone en la cabeza no me lo mueve nadie. Pero yo tuve que aceptar que son muchas las veces que ella me convence con toda la razón del mundo (le gusta calcular el tiempo que tardo en darme cuenta de su acierto). Ambas podemos hablar por horas, somos irónicas, buscamos la risa, el chiste. Tenemos buena memoria para todo, pero ella me gana. Frente a cada sueño que tuve, mamá luchó para que no se me fueran las ganas y la emoción en conquistarlo. Para que recordara minuto a minuto que estoy en la lucha por ser feliz. Mamá no sólo me dio la vida, que ya es mucho, si no que además siempre quiso darnos lo mejor y, como fuera, lo consiguió.
Mama es hija única y cuenta que por eso quiso tener una familia numerosa así no nos faltara nunca afecto. Hoy en día, pese a la lejanía, no logro imaginarme mi vida sin mis hermanos, cada uno tan diferente y especial, grandes personas que siempre van a estar.
Pienso en mamá todos los días. En las situaciones en las que se mataría de risa, a veces diciéndome "Ánimos Milagros, todo pasa", cuando veo un lindo jardín y quisiera llevarle un ramo grande de flores. También cuando las milanesas me salen exquisitas, cuando aparecen mis fotos en alguna revista y pienso que ella seguro ya la tiene y que me estaría diciendo sos un ángel, como me dice al dar vuelta las páginas, con la mirada sumida en cada detalle de mi cara. Pienso en ella cuando pinto y a ella le recuerdo a mis tíos abuelos pintores. Cuando intento tocar el piano y sé que ella pensaría en su padre, fanático de las teclas. Mamá dice que heredé de todos ellos el amor por la pintura y la música.
Podría escribir por días contando lo mucho que amo a mi mamá. Lo agradecida que estoy por todo el amor, las fuerzas, el coraje, la fe, la paz, la lealtad, la perseverancia y la confianza que desposita en mí.
Nota: Mamá atraviesa un estado emocional complicado desde hace varios años. Me gustaría que aquí, en mi humilde espacio, ella lograra ver la gran mujer que es y quizás así yo consiguiera animarla a vivir a fondo, como tantas veces lo hizo y hace conmigo y con cada miembro de la familia. Quiero que escuche que la amo y que la extraño, que no me acostumbro del todo a estar separadas, que siempre la vamos a necesitar y que deseamos con el alma que ella sea feliz como tantas veces nos enseñó que debemos ser: con mucho o con poco, en las buenas y en las malas. Afecto no te va a faltar, má. Te lo prometo.


¡Compartilo!

En esta nota:

SEGUIR LEYENDO

Un adiós que no será el último

Un adiós que no será el último

Tapa de revista impresa OHLALÁ! de julio con Celeste Cid

 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2025 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.

QR de AFIP