CORDOBA._ Los cordobeses son encantadoramente especialistas en la magnificencia. En un arroyo serrano pueden estar viendo un río cordillerano de gran caudal. Al apuntar con el índice la cumbre de los cerros más altos, enseguida les va a surgir la asociación con los picos andinos de mayor dimensión.
O van a observar un área agreste como la quebrada del Condorito, y en la comparación con cualquier otra zona protegida de la Argentina, la reserva cordobesa será la neta e indiscutida ganadora.
Las grandes travesías o los grandes emprendimientos de turismo al natural son poco posibles de realizar, pero la sensación de tenerlos existe.
Se puede llegar en dos días hasta el cerro Champaquí, no obstante un manto de niebla de los imprevisibles o una nevada sorpresiva en cualquier época del año harán que los excursionistas se sientan como en los confines de la cordillera de los Andes.
Se tarda solamente unas horas en arribar al cerro de la Cruz, aunque la lejanía en la que se observa Carlos Paz otorga la impresión de una travesía exigente. Hay cientos de hilos de agua inocentes, pero algunos cobran, realmente, dimensiones deslumbrantes, como ocurre con el arroyo Las Barrancas al pasar encañonado debajo del puente colgante en Alpa Corral.
Los recovecos
Por las propiedades de la geografía cordobesa, los nativos no necesitan recurrir a la magnificencia para mostrar lo que tienen. Los recovecos mediterráneos son tantos que siempre habrá aunque sea un pequeño recodo de arroyo serrano para sentirse en soledad. "¿Para qué te vas a ir a otra provincia, si acá tenemos de todo?", increpa un cordobés. En parte, el hombre tiene razón.
El paisaje es extenso y tiene de todo, pero está repartido en minifundios. Hay chalés desparramados por toda la geografía, puestos serranos, hosterías, fincas, clubes.
Y, para seguridad del turista, el teléfono celular funciona en casi todas las rutas que atraviesan las sierras, excepto en algunos pocos parajes, como en la ruta a la estancia jesuítica de La Candelaria o en las Altas Cumbres.
Basta recorrer un par de kilómetros desde una localidad para encontrarse con otra, porque son escasos los sitios donde al menos no se haya instalado un caserío.
En Córdoba se halla la segunda ciudad del país y el flujo de personas que circula por las sierras es constante.
Córdoba es para viajeros que quieran sentirse amparados, protegidos por una red de infraestructura turística completa. Para quienes se alivian al ver otras personas, para relacionarse con nativos y nativas de Santa Fe, Buenos Aires, Tucumán o de la misma Córdoba.
Pero también esconde las bellezas en la geografía, preciosos rincones de retiro como el macizo de Los Gigantes, la quebrada del Condorito, la zona de Traslasierra de los Comechingones, Alpa Corral y las comunidades vecinas, Ongamira, la señorial Ascochinga (con sus estancias), La Cumbrecita, Yacanto y varios establecimientos de campo u hosterías serranas que se nutren de apacibles entornos naturales.
Hacer turismo en Córdoba es como estar de fin de semana, pero extendido por más tiempo.
Tomar el té en el apacible jardín de alguna de las hosterías estilo europeo de Nono, La Cumbrecita o San Javier, teniendo una excelente vista de las sierras.
Luego de almorzar, descansar en una habitación silenciosa y por la tarde disfrutar de los pozones de un río serrano bajo los cálidos rayos de sol, como en el río Cabalango o en el salto Los Chorrillos.
Al otro día, recorrer los 18 hoyos de las pintorescas canchas onduladas de la provincia, como los farways de Ascochinga o La Cumbre.
Todo a mano
Igual que en las campiñas europeas, cada hostería o pueblito serrano cordobés tiene más o menos cerca un arroyo o un sendero de montaña para emprender una caminata o cabalgar. Los límites de los cascos urbanos siempre se pierden entre la geografía escarpada, las arboledas ribereñas y los diques de agua utilizados para los deportes acuáticos.
Sin duda, una de las virtudes de Córdoba es el clima. Las condiciones ambientales de la sierra han sido destacadas desde principios de siglo, cuando la provincia era elegida como lugar de rehabilitación de diferentes afecciones.
Sir Campbell Scarlett, un inglés en misión de turismo y negocios para establecer una línea de vapores entre el Pacífico y el Atlántico, pasó a caballo por el sur de la provincia y una mañana de febrero de 1835 escribió: "Esta mañana partimos al salir el sol, con un aire fresco, lindo y penetrante en nuestras caras. Nuestra ruta seguía por una superficie aún más ondulada que la de ayer, con la sierra de Córdoba justamente delante de nosotros, y el pasto con aspecto totalmente verde y lujuriante. Ahora el clima se ha hecho excelente -mejor, creo, que el de Italia-.
"El aire -agregaba el viajero-, tanto a la mañana como al anochecer, es completamente seco y bronceante, y la brisa, que nunca falta y que prevalece durante el día, hace el sol menos intolerable.
"Los caballitos de aquí deben estar en deuda con el clima por su vigor sorprendente, pues aunque son montados con toda clase de desventajas, sobrealimentados de pasto, sobrecargados y fuera de dimensiones, sin embargo, hacen maravillas. Yo mismo tengo razones para estar agradecido a la salud, pues el clima, junto con el viaje, me ha restablecido. Abandoné Buenos Aires falto de espíritu..., pero ahora estoy tan bien y tan lleno de energías que no recaería en mi viejo modo de sentir ni por un reino." Privilegio que ostenta Córdoba y, también, su vecina San Luis.
Si el clima es insuficiente, se dice que hacia el Norte existen concentraciones energéticas especiales, principalmente en San Marcos Sierra y Capilla del Monte. Luego, la cultura, la historia y el ansia de la magnificencia cordobesa, que hacen de cada rincón de su provincia un lugar único y excepcional.
Andrés Pérez Moreno