
Se me acerca un nuevo casamiento. Esta vez, de un gran amigo de mi marido y será en Punta del Este. Hace unos días que vengo pensando qué ponerme. Esto de estar hoy con frío en Londres y en unos días en verano complica la elección, sumado al dress code de la fiesta y a que quiero algo especial, se hace difícil.
Finalmente, ayer me decidí por un vestido muy largo, azul oscuro casi llegando al negro, strapless armado y ajustado al cuerpo. Por debajo de las rodillas, el vestido empieza a abrirse, el género se vuelve más pesado y tiene recortes superpuestos como si fueran flores. También tiene unos brillos casi imperceptibles que recorren todo el vestido. Es un sueño, de esos vestidos estilo princesa, que cuando lo vi no podía dejar de mirar. Sin embargo, me generaba muchísimas dudas: por un lado sabía que este es EL vestido que buscaba (además, en la invitación dice black tie así que está a la altura de las circunstancias), pero por otro lado me pega algo aburrido y muy clásico, digamos que demasiado perfecto.
Por lo general, me encuentro en muchas situaciones como estas: vestidos o trajes que son definitivos en sí mismos, a los que no les falta nada, pero que, cual dibujo perfecto, quiero hacerle una rayita más y creer así que está vivo. Entonces, lo que suelo hacer es mecharles un detalle de otro estilo. Por ejemplo, en este caso del vestido principesco, voy a sumarle algo con un aire un poco más oscuro, un destello rockero. Y creo que aún no hay nada en el mundo de la moda que calce tan bien y sea tan glamorosamente dark en este sentido como las carteras de Alexander Mc Queen.

Estoy convencida de que si no fuera por el clutch de cuatro dedos de este diseñador, optaría por un anillo grande de calavera o un collar pesado y trash. Claramente, así me siento Mili, yo misma en estado de fluidez total al vincularme con la moda.
Les debo la foto del vestido para no mostrarlo antes de la fiesta J. En otro post subiré fotos sobre el look completo a ver qué les parece.
Mili
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