A la Antártida se puede llegar en un crucero. Aunque no en esta época de frío. Lo mismo que casi toda nuestra América debe esperar el calor en el hemisferio sur. Al revés de lo que pasa en Alaska que tiene su apogeo de mayo a septiembre y luego debe invernar lo mismo que el norte de Europa.
Sin embargo, todo el año están de temporada en el Caribe igual que en el Mediterráneo, Asia, Oceanía o la Polinesia. No siempre el pasajero tiene la alternativa de usar el mismo puerto para ir y volver, como pasa entre Buenos Aires y Río de Janeiro o desde Ushuaia hasta la península antártica.
En muchos otros casos, el avión (y su costo agregado al viaje) es el compañero de ruta para facilitar el acceso a los barcos: Miami o Fort Lauderdale, Panamá, Civitavecchia (Roma), Barcelona, Sydney, Singapur, Lisboa, Copenhague, entre otras alternativas.
El costo promedio del paquete puede estimarse en 150 dólares por noche y por pasajero, sobre base doble en cabina interna. Además están las ofertas de pago anticipado o promoción por un lado y las mayores categorías o comodidades por otro.
No todas las líneas ni los itinerarios son equivalentes. Aunque todos ofrecen alojamiento, comidas, teatro, deportes y gimnasio dejando para las extras las bebidas (alcohólicas o gaseosas), los servicios de spa, el seguro de atención al viajero y las excursiones que son uno de los ingredientes más seductores para elegir un crucero.
Uno puede, por tomar un caso, pasear por las islas del Caribe y conocer desde St. Maarten a Cozumel, incluyendo las islas Vírgenes y otros lugares que no son destinos habituales. O hacerlo por las islas griegas con recorridas por las Cicladas, Santorini, Rodas, Mikonos. También, para igual combinación entre mar y tierra, pasear en otro tour por Málaga, Nápoles (ahora nuevamente Túnez), Estambul o llegar a Oslo y Estocolmo y un vasto etcétera porque son más los que no figuran en esta lista porque la actividad se ha globalizado.
Una excepción notable en esta nómina sería Dubai, que está de moda y muy cercana en el Golfo Pérsico a Abu Dabi que tiene en marcha su réplica autorizada del Louvre de París y contrató a Diego Maradona para popularizar su fútbol.
Habitualmente hay uno o dos días de navegación y luego una escala desde la mañana al atardecer para bajar a tierra. Está el caso de Venecia, que amplió a dos días su permanencia en la estación marítima y también se desea alargar en Buenos Aires, que tuvo 140 arribos de 36 barcos diferentes con un volumen creciente de visitantes.
Por supuesto que ese tiempo suele ser muy breve para todo lo que hay que ver en este mapamundi de tentaciones. Es apenas un botón de muestra. Algo así como un menú para revisar la carta y luego volver por el plato principal para una estada más amplia.
Mientras tanto, la vida a bordo es una atracción en sí misma hasta el punto de que el Queen Mary 2 propone una travesía directa de seis noches de New York a Southampton, a 130 kilómetros de Londres.
El cambio en los estilos de vida se refleja en el repertorio de novedades, que incluyen más restaurantes, bares con piano bar, gym con personal trainer, piscinas con olas, paredes para escalar, shows de Broadway, disc jockeys con profesores de baile, cursos de gastronomía o cata de vinos, hasta centros comerciales de doble mano, como una calle, con tiendas sin impuestos y la presencia de grandes marcas como pasa en los aeropuertos de Barajas, De Gaulle o Fráncfort.
También varió la duración desde los minicruceros de tres a cinco días, los más habituales de una semana, hasta los de mayor duración de los transatlánticos de 20 noches. Incluso, hay habitúes que prefieren seguir a bordo cambiando de barco a barco o itinerario. Son los que prefieren el aire acondicionado con su primavera de todo el año para pasar el invierno.