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De cumplir años y dejar las puertas abiertas




Juan,
Lo que describiste en tu último post es muy cierto: estamos todos mucho más interconectados de lo que creemos.
En mis vacaciones, por ejemplo, conocí a dos chicos a quienes la vida los había cruzado por primera vez una semana antes, en Iguazú. Matan (¡sí, ese es su nombre!), de Israel, y Aaron, de Alemania. Se hicieron amigos y decidieron seguir su viaje juntos.
En las épocas de la segunda guerra, ¿alguien hubiera imaginado que en un futuro eso iba a ser posible? Ellos acercaron sus mundos, y a su vez, yo me acerqué al de ellos. Las vueltas inesperadas de la vida.
Te dejo esta canción para que leas lo que sigue. Adoro Muse y este tema me electriza la piel:
Hay algo que quiero compartir. Es una sensación, un hecho, un estado.
En pocos días cumplo años. Bastantes años, podría decirse.
A lo largo de la vida, hubo veces que cumplir un año más resultaba maravilloso. Recuerdo cumplir diez y sentirme impresionada por la cifra. A mis veintidós, tuve una profunda sensación de adultez y cierta nostalgia por el sonido de los diecitantos. Me acuerdo que al cumplir treinta me sentí increíblemente joven.
Hubo cumpleaños más felices, otros menos felices, y algunos olvidables.
Abrazar el nuevo año con alegría siempre tuvo que ver con ciertas preguntas esenciales:
¿Estoy conforme con la vida que llevo? ¿Estoy en el lugar en el cual imaginé estar a esta altura de mi vida?
Y claro, si la respuesta es más bien positiva, ese día llega liviano, impregnado de sonrisas, con una sensación de felicidad. Y si no, la negación se hace presente.
Este 25 de febrero habrá concluido un año más en mi vida.
¿Cómo me siento?
Por momentos, en paz. En otros, absolutamente intranquila. A veces, siento que mayormente estoy en el lugar justo, conforme y orgullosa de mí. Por otros, tengo la sensación de que no mucho de lo que fantaseaba para esta etapa de mi vida, forma parte de mi presente.

El sentido de la vida es el amor. ¿O no? El amor en todas sus formas. El amor de pareja, el amor en la amistad, entre hermanos, abuelos, nietos, sobrinos; el amor de padre, el amor de madre. El amor de hijo.
Sin dudas, soy muy afortunada. Hoy puedo decir que doy y recibo amor; estoy colmada por ese sentimiento.
Sin embargo, hay una verdad que no puedo esconder: a esta altura de mi vida, la realidad es me hubiera gustado que mi cumpleaños llegue junto a una familia propia.
Me hubiera gustado llegar siendo madre.
Confieso que a esta altura de mi vida me imaginada rodeada de hijos, cuyo padre me ame y yo ame con todo el corazón.
Es así. No lo puedo negar. Y me cuesta muchísimo expresarlo.
La vida es sin dudas compleja. Ser mujer y tener un ciclo biológico, debe ser una de las encrucijadas más desafiantes.
Sé que no estoy sola en esta sensación. De hecho, tengo varias amigas muy cercanas que están atravesando las mismas aguas turbulentas.
Lo extraño, es que cada vez que leo sobre mujeres solteras y la maternidad postergada, las razones que se exponen son la realización profesional de la mujer, la independencia, la carrera.
Pocas veces se expresa que simplemente no hubo suerte en el amor. Dejando de lado los problemas físicos, pareciera que se da por sentado que traer hijos al mundo es una cuestión de decisión. Como si el amor no jugara un rol central para muchos.
Hay mujeres que se proponen ser madres sin importar quien sea el padre. Es cierto que es un camino, una posibilidad. Pero sencillamente no es mi sendero.
Mi maternidad se postergó porque los amores que tuve no funcionaron. Porque ningún hombre de mi pasado, estaba destinado a ser el padre de mis hijos.
Y sí, es cierto que quiero ser madre, pero lo quiero con el amor de mi vida. Tengo esa imagen, esa fantasía de que un hijo mío se acurruque entre mi cuerpo y el de su padre, y se sienta en el lugar más seguro del Universo, por el simple hecho de saber que él existe porque, ante todo, sus padres se aman.

Es un deseo personalísimo y con esa cuota de idealismo que me caracteriza, lo sé. Lo anhelo, lo imagino y lo siento llegar.
Mi vida estuvo signada por algunas curvas cerradas; por momentos en los que no quedaba otra que avanzar sin saber lo que esperaba del otro lado.
Hoy siento que también llegué a una curva. Pero ya no es tan cerrada. Puedo visualizar parte de lo que sigue. La verdad, no sé exactamente cómo concluirá la nueva travesía, pero sí puedo decirte cómo comienza:
Un día antes de mi cumpleaños, voy a empezar un tratamiento para preservar mis óvulos. Otra decisión muy personal.
Quizás no cante mi cumpleaños acompañada de un hijo mío. Pero si voy a comenzarlo sabiendo que potencio todas mis posibilidades; sabiendo que cuando con el amor de mi vida decidamos traer un hijo al mundo, y aún a pesar de la edad que marque mi documento, ese camino es viable.
Entonces vuelvo a mi pregunta: ¿Estoy hoy en el lugar de la vida en el cual esperaba estar? La respuesta supongo que es la que la mayoría de los seres humanos sentimos año tras año: no y sí.
Es no y es sí porque cada vez que elegimos un camino, hay otro que dejamos de lado. Por ejemplo, en el momento que decidí terminar mi matrimonio, abandoné el sendero aparentemente más sencillo que tenía para tener hijos. Esa sensación me hizo dudar mucho. Sin embargo, finalmente elegí el trayecto del verdadero amor.

Sí, la vida es compleja, y hay mucho en ella que sin dudas no podemos dominar. Sin embargo, podemos aprender a evitar las curvas muy cerradas y a ir dejando las puertas de nuestros grandes sueños abiertas.
Un día, no muy lejano, vamos a cruzarlas.
Beso,
Cari

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