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De España a Estados Unidos, cinco lugares para comer rodeados de arte

Museos, restaurantes y bares donde el menú es de colección




1. Viena. Un banquete visual

La Boda Campesina de Brueghel el Viejo es una de las obras maestras del Renacimiento holandés. Retrata un banquete de casamiento durante el siglo XVI. ¿Será una obra inspiradora para los participantes del Gourmet Abend (la velada gourmet) que se organiza cada jueves en el Kunsthistorisches Museum, el Museo de Historia del Arte de Viena? Esta experiencia combina una visita guiada y una degustación.
Museo de Historia del Arte, en Viena

Museo de Historia del Arte, en Viena

El museo es uno de los más antiguos de Europa y conserva una de las mayores colecciones de arte del mundo. Otras instituciones de Viena comparten la idea: el de Historia Natural lo hace los miércoles por la tarde mientras que el MAK, el Museo de Artes Aplicadas, espera a los comensales en su restaurante Salonplafond (llamado así por su llamativo cielorraso) amoblado con piezas de diseño: telas de Josef Frank y sillones de Oswald Haerdtl y Ernst Schwadron.

2. Bilbao. Arte moderno, cocina moderna

El restaurante minimalista Nerua alimenta a los visitantes de uno de los más importantes museos de arte moderno del mundo. En lo que fue alguna vez una zona industrial en decadencia, el Guggenheim renovó totalmente la imagen y el carácter de Bilbao. Nerua hace juego con el museo y ofrece también una experiencia única.
El ambiente fue diseñado por Frank Gehry y su chef, Josean Alija, tiene una de las muy preciadas estrellas Michelin. Nerua está en la cabecera de la llamada Alta Cocina Vasca.

3. Milán. Una cena en el museo

El auge del turismo gastronómico actual encontró un nuevo cariz al unir arte y buena mesa. Por supuesto en Italia, donde ambos abundan, estas propuestas son las más llamativas. El símbolo de la nueva corriente es el restaurante Giacomo Arengario, en el Museo del Novecento (es decir el siglo XX), sobre la Plaza del Duomo de Milán.
Luego de admirar obras de Kandinsky, De Chirico y Modigliani, se sube al último piso donde está el restaurante, cuya veranda totalmente vidriada brinda la mejor vista de la plaza y la Catedral. La carta se basa en platos de pescado y clásicos italianos. La decoración es -al igual que los comensales- una muestra del más lujoso chic alla italiana. Otro museo de Milán ofrece una experiencia similar: el Mudec, el Museo delle Culture, abrió un espacio dedicado al multipremiado chef Enrico Bartolini.

4. Zúrich. Picasso en la pared, Giacometti en la barra

El viejo Hotel de la Corona suizo

El viejo Hotel de la Corona suizo

El viejo Hotel de la Corona, el Kronenhalle, no cambió mucho desde 1924, cuando fue transformado en restaurante en el centro de la ciudad, cerca de la Ópera. Mientras el Cabaret Voltaire, en otro barrio de Zúrich, se había convertido en el lugar emblemático que vio nacer el movimiento dadaísta, el Kronenhalle era un punto de reunión habitual de artistas y escritores de paso por la ciudad, que seguía figurando como una isla de paz en medio de un continente aún convulsionado por el trauma de la posguerra.
Algunos de sus clientes regulares fueron Coco Chanel, Picasso, Max Frisch, Friedrich Dürrematt, James Joyce, Richard Strauss y Alberto Giacometti. El hijo de los primeros dueños era coleccionista de arte y decidió exhibir sus adquisiciones en el restaurante. Con el tiempo, el Kronenhalle se convirtió en una dirección apreciada por estetas de todo el mundo por su colección de obras de Bonnard, Picasso, Chagall y Miró. Las lámparas llevan la firma de Giacometti y el piso de madera proviene del London County Hall.

5. Lafayette. Bajo la mirada del perrito azul

Blue Dog Cafe

Blue Dog Cafe

Hay artistas que desarrollan una sola idea a lo largo de toda su carrera, como el padre del inspector Kurt Wallander (el personaje de ficción creado por el sueco Henning Mankell), que pinta el mismo paisaje con un urogallo una y otra vez a lo largo de toda su vida. El artista George Rodrigue pintó durante muchos años el mismo perro azul de mirada fija y raza incierta en distintas situaciones.
Su obra está inspirada en las leyendas del loup-garou (el lobizón) de los bayous de la Louisiana. En Lafayette, la capital del país cajun (colonizado por descendientes de colonos franceses en el siglo XVII), el Blue Dog Café expone unas 150 obras, entre reproducciones y originales. Es un restaurante muy concurrido tanto por su muestra permanente como por su cocina. Las paredes de las distintas salas lucen tapizadas por obras de Rodrigue. El menú rescata lo mejor de la cocina cajún con platos tradicionales adaptados a los gustos internacionales y actuales.

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