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De safari por el Parque Kruger

Por Hernán Luna




Mi anhelo por conocer Sudáfrica comenzó de pequeño, luego de un largo viaje que hicieron mis abuelos, hace más de treinta años. Para ellos fue una experiencia única. Sus relatos sobre el país y en particular sobre el safari siempre atraparon mi atención, hasta que finalmente me embarqué rumbo al país africano, a explorar todo aquello que me habían contado.
A 300 km de Johannesburgo se ubica el Parque Nacional Kruger, mayor reserva natural del país. Por razones de seguridad, tanto el traslado desde Johannesburgo como el recorrido hacia y dentro del parque se hacen en transporte privado. La experiencia más deslumbrante es hospedarse en los campamentos que circundan el parque, cada uno dentro de una reserva privada, en la que conviven junto a huéspedes y anfitriones antílopes, reptiles y mamíferos de gran tamaño, como búfalos, rinocerontes y jirafas.
A lo largo del campamento se esconden las tree-houses, que son chozas de cañas de bambú embutidas en los árboles. Cada tree-house es una verdadera habitación de hotel con baño, cama y sillones, y una mosquitera que cubre la cama para proteger a los huéspedes de los gigantescos mosquitos. El rugido de todo tipo de animales impide conciliar el sueño, pero hace que la experiencia sea inigualable.
Ni bien llegados al campamento, su anfitriona oriunda de Mozambique recomendó no dejar comida en el tree-house, ya que sin saber por dónde ni cómo ingresan monos e invaden la choza llevándose la comida. Y no sólo eso: durante el desayuno, servido en el quincho al lado de una laguna, los monos nos sorprendían arrebatando las tostadas de las mesas.
El safari por el Parque Kruger es una oportunidad que se presenta, quizás, una sola vez en la vida. La travesía comienza a la mañana temprano, arriba de un Jeep techado conducido por un guía africano, que además del inglés sudafricano habla afrikáans y seis dialectos más. A lo largo del trayecto, el guía comparte, en esa mezcla de inglés británico y africano, todos los relatos de la vida animal y vegetal del parque, en una extensa jornada que se extiende hasta el atardecer, hora en que los vehículos deben abandonar en forma obligada la reserva.
Las horas transcurren sobre el Jeep, observando el correr de los animales. Hay momentos en que sólo se aprecia el verde de la sabana, pues la majestuosidad del parque hace que los animales se aparten. Casi al final de la tarde, con las luces de la caída del sol, cansados de buscar otro animal salvaje, un auto conducido por un turista sudafricano, que pasaba de la mano contraria al nuestro, nos advirtió que más adelante había un león, y así fue. A pocos metros de nuestro Jeep, un león cruzó la ruta, permitió que todos le tomáramos fotos de frente y de perfil, y se alejó tranquilamente. Así pudimos terminar de ver los Big Five. No es usual ver a los cinco grandes -león, leopardo, búfalo, elefante y rinoceronte-, pero la suerte nos acompañó.

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