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Desfile de platos en L’Atelier




Queridos Tod@s, antes que nada, decirles que mi ausencia de comentarios en los últimos dos posts se debe a un problema técnico del site. Desde hace una semana lo intento y aún no hay solución, snif, snif. Pero quiero que sepan que cada día sigo al milímetro sus comentarios y las charlas que se generan y de las que me tienta horrores participar, como ya se imaginarán. Una forma muy extraña de extrañar la que siento...
Hoy vuelvo con post gourmet después de bastante tiempo. Y es que fui a una comida muy especial en el famoso restaurante L'Atelier de Joel Robuchon en París, ¡y me encantó! No dudé en que este sería el post de hoy apenas entrar a este lugar. Dicen de por sí que la cocina francesa es la madre de todas la cocinas. Si bien mi rutina suele ser más mediterránea, confieso que me pierden los quesos, las cremas y la delicadeza de los platos parisinos. Así que fui encantada y me volví a casa flotando en una nube de placer.
La decoración del lugar fue lo que primero me impactó. En rojo y negro (dos colores que me pierden por estos días), moderna pero con detalles clásicos y sobrios para dar lugar al protagonismo de los platos. Sin dudas un estilo perfecto para gente que disfruta del buen tenedor y que intenta un estilo perfecto en lo estético. Lo digo por los comensales que vi esa noche: glamour y cierta extravagancia, pero impecables y a la vez sencillos. Esa combinación de gusto refinado y personalidad que da como resultado outfits únicos, dignos de admirar.
Hicimos una degustación de siete platos. Muchos, muchos, pero en la medida justa de cada porción y sin que los sabores se contradigan en el paladar. Fue un recorrido delicado y lleno de novedades a cada paso, todas agradables. El mejor de los platos, lejos, fue el de los espaguetis con trufas. Adoro las trufas y la pasta. Y esta versión, sin palabras. Destaco también que el puré fue el mejor que comí en mi vida, tan simple pero intenso. Y otro gran plato fue el tuna carpacho, una ensalada de atún rojo que es de los pescados que más me gusta. La degustación de postres fue otro capítulo para el recuerdo: la suavidad del chocolate de diferentes orígenes me hicieron agua la boca.
La presentación de cada plato, loca pero cool. Imposible no remitirme a la moda y los colores que se vienen para el verano, como el granate, el colorado, el amarillo, el verde en diferentes variantes. Una explosión de colores que será en floreados principalmente. También pensé en juguetes al mirar cada plato: me dieron ganas de amasar plastilinas, armar torres de Lego o rompecabezas...
Aquí le dejo una galería de esta exquisitez y si tienen la posibilidad de visitar la ciudad no se pierdan de una visita a L’Atelier, valdrá la pena:












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